El próximo día 6 de febrero se cumplirán cuatro años desde que Bart Wellens consiguiera en Maldegem su última victoria como corredor profesional. Hacía ya tiempo que su estrella, aquella que en su momento de máximo esplendor le llevó a anotarse una Copa del Mundo (2002-2003), un Superprestigio (2003-2004), un Gazet van Antwerpen (2003-2004), dos nacionales belgas (2004 y 2007) y dos mundiales (2003 y 2004), se había apagado, pero su figura siguió siendo una de las más queridas y respetadas en el panorama belga hasta que decidió poner punto y final a su carrera en 2015 cansado de arrastrarse por los circuitos encadenando lesiones y malos resultados. Tras su retirada, este “ex ciclista y ciudadano famoso de Vorselaar”, como reza en su página web oficial, no ha dejado de lado su gran pasión y es una de las caras más habituales en los circuitos cada fin de semana y, por ello, cuando la semana pasada su voz tronó en señal de alarma todos en este mundillo invernal se dieron cuenta de que lo que se está viviendo desde principios de temporada y nadie quería admitir no sólo es preocupante, sino que es, sobre todo, muy real.
“Está muy bien que nuestro pequeño deporte tenga tanta cobertura televisiva, pero creo que corremos el riesgo de saturación del aficionado. En Boom no hubo demasiado público en el circuito. Es posible que si de vez en cuando una carrera más o menos pequeña no se emite en televisión, se acerque más público a los circuitos”, aseveró al ser preguntado por ese runrún que, al menos hasta ahora, carcomía a unos y a otros sin ser cuantificado por nadie: el de la aparente y notable caída de espectadores en los circuitos.
Efectivamente, Bélgica está a punto de vivir la explosión de la burbuja del ciclocross. Algunos –esto quizás le suene al lector español– se empeñan en no hacer caso a las cifras y mantienen que la salud de la especialidad invernal del ciclismo está tan intacta como el pasado año cuando aquel país se lanzaba a los circuitos para asistir al adiós de Sven Nys y al surgimiento de Wout Van Aert.
Pero el temor, la sensación, la percepción ya ha sido cuantificada y el resultado, como avisaba Bart Wellens, es preocupante. Devastador. “Los autobuses [de aficionados] que arrastraba Sven Nys ya no vienen a los circuitos”, ha resumido de manera muy simplista el organizador de una de las últimas carreras disputadas. Pero los expertos, los economistas detrás de todo el negocio –que es de lo que estamos hablando– van bastante más allá: “claro que existe lo que se ha venido a llamar efecto Nys, pero lo que realmente está detrás de todo esto es la irrupción de la televisión de pago” y es que en Bélgica la plataforma televisiva del operador Telenet tiene un canal dedicado íntegramente al ciclocross. 24 horas al día. 7 días a la semana. Imaginen.
Pero, ¿a qué se refiere el economista con la genérica expresión de todo esto? Pues a la reducción ya cuantificada de casi un 20 por ciento del número de espectadores que acuden semana tras semana a los circuitos llegando a ser incluso de un 50% en algunas de las carreras disputadas. Pero las cifras son todavía mucho más preocupantes si hacemos caso a una encuesta (no científica) elaborada por la cadena pública belga flamenca que, a través de su marca para eventos deportivos, Sporza, preguntó a los aficionados sobre sus hábitos de consumo de ciclocross en televisión y el 19,72% de los encuestados reconocieron que sin la presencia de Sven Nys ya no miran ninguna carrera. ¡Ninguna!
La situación es realmente dramática en algunas carreras como la de Sint Niklaas (Waaslandcross), donde el año pasado se apiñaron 8.000 aficionados y donde el pasado día 5 de noviembre apenas llegaron a vender 4.000 entradas. De la misma manera, en Ruddervoorde, tercera prueba puntuable para el Superprestigio, fuentes de Golazo, la empresa que en esto del ciclocross podría compararse a ASO en el ciclismo en carretera, cifran la reducción de aficionados en 1.500 mientras que en Niel los organizadores se limitaron a decir que “ha habido menos gente que el año pasado”, sin querer cifrar esa disminución de fans.
Los negacionistas mantienen que todas estas cifras son circunstanciales. Por ejemplo, la cita de Sint Niklaas (este año incluida en el Soudal Classics) fue en 2015 la última y decisiva prueba del BPost-Bank [actual Trofeo DVV, N.d.A.]; la carrera de Ruddervoorde se disputó este año en uno de los días más fríos y lluviosos de lo que llevamos de invierno y al Jaarmarktcross de Niel no acudió ninguna de las grandes figuras del momento.
Por motivos obvios, uno de los principales portavoces de la corriente negacionista es Christophe Impens, director ejecutivo de Golazo. “No sé si es correcto hablar de un efecto Nys. Es verdad que en Zonhoven tuvimos mil espectadores menos, pero ese día se disputaba el mundial de Catar y en Hasselt se celebraba una fiesta de la ginebra… que es una cita ineludible para un limburgués”, asegura con sorna para concluir: “¿tiene el ciclocross un problema? No, en este momento, seguro que no”.
Pero Impens es, a todas luces, parte interesada, muy interesada, en todo este negocio. Su empresa, Golazo, gestiona los derechos del Trofeo DVV y del Soudal Classics así como de algunas otras carreras. Por ello, es interesante escuchar la otra parte que se refleja, además de en las cifras ya comentadas, en ese 40,58% de personas que en la encuesta realizada por Sporza aseguran que este año “dejaría de ver una carrera con más facilidad que antes”. En Golazo, empresa que llevó (y sigue llevando) la representación de Sven Nys (de la que el Caníbal es socio), tienen muy claro el camino. Tanto, que su alargada sombra se reconoce claramente en la manera en la que el propio Nys está llevando al Telenet-Fidea Lions.
¿Por qué existe ese aparente desinterés? Por la televisión de pago, dicen algunos. El ya mencionado canal temático en la plataforma Telenet no es parte del paquete básico, sino que como ocurre en España con canales como los de fútbol, golf, MotoGP o Fórmula 1, se contrata de manera individual o está incluido en paquetes específicos de deportes, por lo que mucha gente que antes no se perdía ninguna carrera cada domingo sencillamente no tiene acceso a ellas y eso genera el lógico desinterés entre el público general. ¿O acaso existe ahora el mismo conocimiento de los integrantes de la parrilla de Fórmula 1 a como existía en España hasta hace sólo dos años?
Todo ello se une a la peligrosa deriva endogámica que desde hace años mantiene el ciclocross. El ciclocross, pese a todo lo dicho anteriormente, es un deporte pequeño. De los llamados minoritarios. Las grandes figuras viven de ello. Y viven bien. Pero son los menos. La mayoría sencillamente subsiste o, como sucede en el resto de países, hace gala de un enorme amor por una especialidad que no le ofrece la posibilidad de reunir un sueldo digno a final de año.
Todos, incluidas las grandes figuras, pusieron el grito en el cielo cuando la UCI decidió enviarles a correr las dos primeras mangas de la Copa del Mundo a Estados Unidos. Las escuadras amenazaron con un boicot si el máximo organismo mundial no pone remedio a lo que ellos consideran unos gastos excesivos de desplazamientos para tomar parte en esas dos pruebas de la Copa del Mundo, pero parecen olvidar (si es que alguna vez lo han tenido en cuenta), que esa es la maldita realidad a la que se enfrenta cualquier corredor o equipo que no tenga la suerte de tener su sede o casa dentro de las fronteras belgas u holandesas. Superprestigio, Trofeo DVV o Soudal Classics llenan todos los fines de semana el calendario de carreras y en cada una de sus citas se disputan carreras de cadetes, júnior, sub 23 y elite. Los cadetes belgas comienzan a foguearse en esos mismos circuitos donde aspiran a convertirse, años más tarde, en ídolos de la afición. Cogen experiencia y compiten al más alto nivel desde su más tierna infancia mientras que el resto de corredores europeos (de los americanos o asiáticos, mejor ni hablamos) se tienen que conformar con vérselas siempre con los mismos en su propio país, sin opciones, por lo tanto, de aprender de y con los mejores.
Así las cosas, parece evidente que el ciclocross está viviendo una burbuja que estallará antes o después. Wout Van Aert y Mathieu van der Poel salvan la situación con sus duelos a muerte domingo tras domingo, algo que mantiene a todo el mundo pegado al televisor y con ganas de ir a pasar frío a los circuitos, pero el holandés ya ha puesto fecha (más o menos) a su paso a la carretera y el entorno del belga está preparando el camino en ese mismo sentido. ¿Tiene solución? ¡Claro que sí! Pero el único camino pasa, necesariamente, por la opción más dañina para los intereses a corto plazo de la potencia que ahora mismo domina (deportiva y empresarialmente) este negocio: hay que sacar urgentemente el ciclocross de Bélgica y olvidarse, por el momento, de lejanas aventuras americanas. Es imperativo recuperar citas del primer nivel en España, Francia, Italia, República Checa, Reino Unido, Luxemburgo, Alemania, Suiza… y darles, de esta manera, más oportunidades a las jóvenes promesas del resto de países europeos y, de la misma manera, equiparar la dificultad de viajar a todas esas citas para que los cadetes o los júnior belgas tengan que hacer frente a la misma cantidad de viajes (y gastos) que los españoles, italianos, francesas, checos, ingleses…