El equipo Nesta anunciaba ayer que el gallego Iván Feijóo deja su estructura para enrolarse a tiempo completo en el BH y, de esta manera, iniciar una nueva etapa en su carrera profesional centrado ya en el BTT, una especialidad olímpica y en la que las oportunidades económicas son mucho más suculentas que en el, aunque emergente, todavía pobre ciclocross español.
Sin duda, se trata de una mala noticia para el ciclocross español. En el pasado ya hemos analizado el monopolio que ejerce el ciclismo flamenco en la especialidad invernal y el efecto freno que ello supone para la tan necesaria internacionalización de la misma. Un paso, el de llevar este deporte más allá de tierras flamencas, que sólo se va a poder dar de una manera: consiguiendo que los mejores corredores no BeNed puedan optar a ganarse la vida con el mismo nivel de dignidad que sus rivales oriundos de la zona.
Proyectos como el de Nesta y Teika, los dos patrocinadores que con más decisión han apostado en los últimos años por el ciclocross en España no pueden generar otra cosa que el aplauso de la afición española, pero siguen siendo insuficientes, como demuestra la decisión de Feijóo, para garantizar que España pueda terminar de explotar el mucho talento que atesoran algunas de sus jóvenes figuras en sus piernas.
La carrera profesional de un deportista es corta. Ni Felipe Orts, ni Lucía González, ni Aida Nuño, ni Iván Feijóo, ni Jofré Cullell… pueden repasar el listado completo de especialistas españoles; pero no encontrarán a ninguno que, incluso en el mejor escenario posible, pueda aspirar a colgar la bicicleta con la vida medianamente resuelta si únicamente se centran en el ciclocross.
Y no, no se trata de discutir aquí si es justo o injusto que esa sea la realidad. Así mismo, es absurdo entrar en discusiones metafísicas sobre si es lógico que un muy buen especialista de ciclocross gane menos que un rutero o un biker de nivel medio. Estas son las reglas del mercado y, sencillamente, hay que seguir peleando por cambiarlas.
El ciclocross necesita de mayores apoyos, es cierto; pero también precisa, de forma urgente, entrar dentro del programa olímpico invernal. Esa será la única manera de que, como sucede con el resto de especialidades ciclistas que sí forman parte de los Juegos, el interés mediático crezca y, con él, los patrocinadores se animen a abrir un poco más la cartera.
Mientras tanto, la endogamia flamenca sigue ahogando las opciones de que el ciclocross crezca en otros países. Resulta muy difícil pensar qué más pueden hacer corredores como Felipe Orts, Lucía González o el propio Iván Feijóo para que un equipo belga les ponga un contrato digno sobre la mesa.
Si Feijóo y Cullell, los dos últimos crossers españoles que han decidido centrarse en el BTT, toman esa decisión porque el ciclismo de montaña les hace más felices, entonces no hay absolutamente nada más que añadir al respecto. Sin embargo, aunque esto fuera así, es imperativo que alguno de nuestros mejores especialistas reciba, al fin, ese reconocimiento en forma de oferta que se han ganado sobre los pedales.
Nesta, como Teika, llega hasta donde llega. Por ello, sabiendo lo terriblemente complicado que es sacar adelante un proyecto ciclista y, por lo tanto, todavía más si se centra en una especialidad minoritaria como el ciclocross, es descorazonador que el comunicado del conjunto asturiano en el que se anuncia el adiós de Feijóo, arranque diciendo que “Feijóo llegó al equipo como una apuesta de futuro. Durante estas dos temporadas que nos ha acompañado ha cosechado grandes éxitos que han ido mostrando su potencial tanto en el terreno nacional como en el internacional”.
En las redes sociales, a las que hay que hacerles el caso justito, no hay quien no deja pasar cada oportunidad para quejarse de que después de Orts y González está la nada, pero esa afirmación no soporta ni tan siquiera cinco minutos de análisis. España es una potencia ciclista en casi todas las especialidades del mismo y el único motivo por el que no es así en el ciclocross es por la fuga de talentos que se deriva de las pocas oportunidades económicas de la especialidad.
Felipe Orts y Lucía González, con Teika y Nesta detrás, son el claro ejemplo de que en España dedicarse al ciclocross es más una apuesta personal, casi romántica, que una decisión inteligente. Por fortuna, ambos mantienen sus planes de seguir centrados en el ciclocross y, con ellos, la especialidad seguirá creciendo en nuestro país.
Pero la marcha de Feijóo, el mayor talento que a día de hoy atesoraba la cantera nacional, es una noticia terrible. Lucía González cumplirá 31 años el próximo 9 de julio. La asturiana está, por lo tanto, en lo que debería ser su mejor momento profesional. Es el momento de disfrutarla, claro; pero también es el momento de encontrar el que deberá ser su relevo en los próximos años.
Felipe Orts cumplirá 26 años el día 1 de abril. El alicantino todavía tiene, como ha demostrado de sobra este año, margen de progresión por delante. Habrá que estar muy atentos en 2021 al efecto que pueda tener en él su incorporación al Burgos y, presumiblemente, un mejor calendario de carretera para preparar el invierno.
El mejor crosser español de la historia tenía, hasta ayer, dignos sucesores en Cullell y Feijóo. El catalán ya dejó claro hace tiempo que se veía más en el BTT y el gallego se marcha ahora a la montaña. Y con esas fugas, el ciclocross español se hace un poco más pobre a pesar de estar atravesando, tanto mediática como deportivamente, uno de los mejores momentos de su historia.
La solución, por desgracia, no está en manos de la RFEC o los patrocinadores que tanto están apostando por el ciclocross estas temporadas. El gran problema del ciclocross español es que, siendo una utopía que proyectos como Movistar vayan a encargarse también de ser el salvavidas de la especialidad invernal (como lo está siendo, con mucho éxito, del ciclismo femenino); la única opción que queda es que nuestros mejores especialistas emigren a territorio BeNed y eso, dada la endogamia de sus responsables, parece casi igual de utópico.