Análisis: La primavera rejuvenece

Valverde no tuvo rival en Las Ardenas / © Movistar

TODO SOBRE LAS CLÁSICAS DE PRIMAVERA

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Lo que empezó siendo una pelea sin cuartel por despejar la incógnita de quién será el gran dominador del ciclismo clasicómano en el futuro más próximo ha acabado siendo una de las más atronadoras y salvajes reivindicaciones de veteranía, oficio y, sobre todo, pasión, que se hayan podido ver en mucho tiempo. Falló, para completar lo que hubiese sido el círculo poético perfecto, Tom Boonen (Quick Step Floors), pero el ciclismo es deporte y no poesía, aunque en ocasiones la frontera entre una cosa y otra se difumine porque, qué duda cabe tras una primavera tan intensa, el deporte, sobre todo cuando es ciclismo, puede ser arte. Y los ciclistas, sobre todo cuando se convencen a sí mismos de que lo que está en juego no es sólo un triunfo, elevan sus almas a una categoría que está muy por encima de la del resto de mortales. Porque ellos, los que llegan y los que se resisten a irse, saben que el ciclismo es épica y que el camino a la inmortalidad no se escribe sólo con triunfos sino, sobre todo, con la manera en al que estos se consiguen… o se escapan.

La primavera ha vuelto a ser una auténtica montaña rusa de emociones. Una época en la que el ciclismo, que ahora se encamina hacia el ultramoderno y perfeccionadísimo modelo vueltómano, echa la vista atrás y busca su esencia. Una esencia que, visto lo visto, parece que ha vuelto a calar hondo en una nueva generación de corredores que, encabezada por Greg Van Avermaet (BMC) y Peter Sagan (Bora-Hansgrohe) ha decidido que la ultraespecialización, aquella tendencia que llevó a más de uno a centrar sus esfuerzos y sus desvelos a una sola carrera, es aburrida. Un peñazo para el aficionado y una traición absoluta a los fundamentos de un deporte que ahora, con nuevos y creíbles héroes, recupera la fuerza que tuvo y se reconoce, más que nunca en las últimas décadas, en la mentalidad de estos hombres que quieren brillar de febrero a octubre y que no entienden las clásicas y las grandes vueltas como polos opuestos y excluyentes sino como elementos complementarios.

Tras el fin de semana inaugural en el que Greg Van Avermaet (BMC) se llevaba el Circuito Het Nieuwsblad y Peter Sagan (Bora-Hansgrohe) le daba la réplica en la Kuurne-Bruselas-Kuurne, parecía, sobre todo por la superioridad que ambos mostraban respecto al resto de aspirantes, que la cosa se iba a convertir en una pelea de gallos que nos diese, por fin, la respuesta a esa pregunta que llevamos años haciéndonos sobre quién será el heredero real de los Boonen y Cancellara en esto de las grandes pruebas de un día.

Sagan_Van Avermaet_Het Nieuwsblad_2017

Sagan y Van Avermaet, protagonistas / © Bora-Hansgrohe

El belga, campeón olímpico y el eslovaco, doble campeón mundial, han llevado su duelo hasta límites que llevábamos mucho tiempo sin ver en esa época del año. El paso del tiempo todo lo diluye, pero incluso los duelos entre Espartaco y Tornado Tom parecían producirse más en la distancia. Quizás, sólo en 2010 vimos un cuerpo a cuerpo real entre ambos aunque en su caso las cosas se ceñían más a las grandes citas y no a un duelo tan intenso cada vez que se subían a una bicicleta. Una pelea, la de Van Avermaet y Sagan que puede recordar muy fácilmente a la que durante el invierno mantienen otros dos genios del ciclismo como los jovencísimos –y quizás futuros protagonistas en esto de las clásicas– Van Aert y Van der Poel.

Sin embargo a Sagan la primavera pareció hacérsele demasiado larga. Falló en los Monumentos, que son la injusta vara de medir para corredores de su talla. El campeón del mundo no brilló en ninguna de las tres citas realmente importantes a las que se presentó. En la Milán-San Remo Michal Kwiatkowski (Sky) hizo bueno aquel dicho que asegura que sólo el vencedor, aunque no haya dado muestras de ser el más fuerte, pasa a la historia. Todavía habrá hoy quien recuerde que aquel 18 de marzo Sagan dio muestras de ser el más fuerte, pero el tiempo pasará y sólo quedará que fue el polaco el que se anotó el triunfo en la Vía Roma.

Van Avermaet, por su parte, acabó ganando la batalla particular entre ambosgracias a su  espectacular triunfo en el velódromo de Roubaix. El belga, que necesitaba doctorarse añadiendo una de las cinco citas míticas a su palmarés, lo hizo en el lugar que siempre soñó, la clásica de todas las clásicas. Un lugar y un triunfo que le hizo olvidar el mal sabor de boca que le dejó una semana antes la carrera de casa, una Vuelta a Flandes que los Quick Step Floors le ganaron en la partida táctica y que acabó literalmente por los suelos en lo que pudo ser el mejor reflejo posible de esa rivalidad extrema que ha protagonizado con Sagan.

Pero hablar de la Vuelta a Flandes es, irremediablemente, hablar de ese otro ciclismo que esta primavera ha reclamado su cuota de protagonismo. De esos hombres que llevan allí un tiempo que parece convertirse en infinito y que ahora, en el otoño de sus carreras, se resisten a hacer mutis. Philippe Gilbert (Quick Step Floors) no sólo se llevó la Vuelta a Flandes de una manera heroica –que ya es decir– sino que se plegó a las demandas y necesidades de su empleador, dejó pasar el Infierno del Norte en el que todo giraba en torno a Tom Boonen y regresó, pletórico, en una Amstel Gold Race que se llevó, lesionado, de forma magistral.

Gilbert, dominador / © QSF

Lo del veteranísimo belga (34 años, 16 temporadas en la elite) podría resumir a la perfección lo que ha sido esta temporada de clásicas: el empeño de muchos por sobrevivir al eclipse que ha supuesto el duelo Van Avermaet-Sagan. Un esfuerzo que, visto lo visto, podría habernos regalado, de no haber sido por esa lesión que le apartó de las dos carreras de casa, la quintaesencia de lo que los viejos rockeros todavía tienen por ofrecer. El duelo entre Gilbert y Alejandro Valverde (Movistar) en el terreno favorito de ambos prometía ser épico, pero el español, que se ha mostrado imabtible en lo que llevamos de temporada, vio como el que podía ser su gran rival, su némesis, tenía que optar por la prudencia y la salud.

Y así, en un estado de gracia como nunca antes le hemos visto, Alejandro Valverde dominó como quiso a sus rivales en la Flecha Valona y en la Lieja-Bastoña-Lieja. Y ya es el mejor hombre-Ardenas de la historia. Y es el corredor con más triunfos en lo que llevamos de temporada. Y se pone a un pasito de Merckx en Lieja. Y, sobre todo, sigue agrandando una leyenda que nos recuerda que no hay nada como vivir el presente sin pensar en lo que traerá el futuro. Porque allá, dentro de unos años, espera Iván García Cortina (Bahrain), que tiene mucho que ofrecer en esto de las clásicas, pero todo eso ya llegará. Ahora toca disfrutar del presente. Y el presente son los jóvenes que se quieren hacer un hueco y, por supuesto, los veteranos que se resisten a hacérselo y que, sobre todo, han visto como la primavera, como a aquel olmo de Machado, ha llegado para rejuvenecerlos.

Comentar

Su dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos necesarios están marcados *

*