Andy Schleck, un año como exciclista

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El Tour de Francia es la carrera que más alegrías le ha dado a Andy Schleck

Nicolás Van Looy / Ciclo21

La etapa, como la de ayer, terminaba al otro lado de la frontera francesa. En aquella ocasión, al contrario de lo que sucederá hoy, la línea que divide al país anfitrión del Tour de Francia con el que estaba visitando el pelotón no era terrestre. No era de esas que se cruzan montado sobre la bicicleta y pedaleando. Entonces, no como ahora, se trataba de una frontera más complicada e histórica. Se trataba de esa lengua de agua que durante tantos siglos separó Francia de Inglaterra. Hace hoy exactamente un año el Tour de Francia se despedía de su inicio más espectacular (en cuanto a la respuesta de los aficionados) de los últimos años con la llegada a Londres. La capital británica. Allí, con 29 años y algo más de diez temporadas como profesional, dio sus últimas pedaladas Andy Schleck. Allí, aunque la triste realidad se confirmaría meses más tarde, el luxemburgués que un día soñó con ser amo y señor del ciclismo en esta convulsa década, se rindió a la evidencia y se marchó. Sin hacer ruido. Ya nunca más le veríamos defendiendo un dorsal. Fue tal día como hoy. Un 7 de julio. Hace exactamente un año.

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que Andy Schleck –al principio, considerado el menos bueno de los dos hermanos– se convirtió en la némesis de Alberto Contador. Antes de Wiggins y de Froome. Mucho antes de Quintana. Antes de Nibali. Era una época en la que el ciclismo asistía al que parecía que iba a ser el inicio de años de pelea entre los dos en el mes de julio. Una reedición de los duelos Armstrong-Ullrich que hacía tiempo que habían dado paso a competiciones más abiertas. Menos predecibles.

Para comprender qué pasó con él habría que echar la vista un poco más atrás. Al Dauphiné del año 2012. Al día 9 de junio camino de Morzine. Allí se fue al suelo rompiéndose el sacro. Adiós al Tour de ese año. Y, visto en perspectiva, el inicio de una espiral que llevó a momentos surrealistas como el famoso episodio del ascensor del que no hace falta entrar en detalles, pero que sirve como ejemplo del punto más bajo al que pudo llegar el luxemburgués.

No fue su fin. Pero casi. En 2012 sólo tomó la salida en dos carreras más. El Memorial Frank Vandenbroucke y el Tour de Pekín. No acabó ninguna de las dos y la carrera china la abandonó cuando marchaba como farolillo rojo. Tampoco empezó mejor 2013, encadenando decepcionantes resultados con, sobre todo, sus famosos DNF (acrónimo inglés usado en las clasificaciones para hacer referencia a aquellos que no terminan la prueba). Pero fue al Tour y, aunque nadie esperaba de él que pudiera pelear por el triunfo, su 20ª plaza final fue realmente decepcionante. Más de 40 minutos le separaron del vencedor de aquella edición, Chris Froome.

Hoy hace un año que se volvió a caer. En su carrera fetiche. Camino de Londres. Se destrozó la rodilla, aunque terminó la etapa. Los dolores le impidieron volver a subirse en la bici en una edición en la que también Contador y Froome tuvieron que decir adiós a causa del infortunio. Pero el paso del tiempo no le trató bien. “Estuve entrenando en Mallorca, pero a las 3 ó 4 horas de entrenamiento los dolores volvían y así no se puede seguir” explicaba en octubre para explicar los motivos de su adiós al profesionalismo. Una salida por la puerta de atrás que todo un ganador del Tour no merece nunca.

“Durante años no había nada más que ciclismo”

Desde entonces Andy Schleck ha guardado un casi hermético silencio roto ahora en una entrevista concedida al diario belga Het Nieuwsblad. Ha callado porque “me ha resultado muy complicado sobrellevar todo esto. Durante doce años mi vida giró alrededor del ciclismo. Mi novia, mi hijo y mi bicicleta. No había nada más. Y, de repente, esto último desapareció sin previo aviso. Fue algo completamente irreal. Simplemente, es algo que no quieres aceptar. ¡Yo era un corredor profesional! Eso lo que había sido siempre. ¿Cómo era posible que ya no lo fuera?”.

Para un deportista profesional, decir adiós a su carrera es algo más que una jubilación normal. Primero, porque se produce a una edad en la que el resto de los trabajadores inician, en teoría, sus mejores años. Y, segundo y principal, porque dicen adiós a un modo de vida. A una forma de entender el día a día que, como ha explicado el propio Andy, lo es todo para ellos. Si, además, se debe de decir adiós de una forma tan desagradable, el descalabro puede ser todavía peor.

Por ello, “quise centrarme en mis aficiones. Esa es la manera en la que piensas al principio: ahora voy a hacer lo que me dé la gana. Mentiría si dijera que no hubo partes muy buenas en todo ello. Podía hacer cosas que no había podido hacer antes y dedicar más tiempo a los míos. Pero pescar y tener más tiempo libre cuando todavía no tienes 30 años… esa no es la vida soñada. Necesitas tener algo que hacer. Llevar algo entre manos. Desempeñar un rol en algo. Fue entones cuando decidí ponerme manos a la obra”.

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Andy Schleck lleva un año retirado

“Nunca imaginé que Londres fuese el fin de mi carrera”

Andy rememora ahora lo sucedido hace un año, cuando se fue al suelo en tierras británicas. “Nunca imaginé que aquello podía ser el final definitivo. Recuerdo que mi primer pensamiento fue que me había roto la pierna, algo que también es grave, pero de lo que me podía recuperar. Incluso, llegué a sentirme aliviado cuando se confirmó que no había fractura. Sólo me preocupaba mi rodilla, pero esa noche me acosté con la intención de tomar la salida al día siguiente. Pero entonces, durante la noche, mi rodilla se inflamó y se puso azul. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que algo grave pasaba. Pese a ello, seguía buscando la manera de salir al día siguiente. ‘No tiene ningún sentido’, me insistía el médico del equipo. ‘Vas a pedalear un cuarto de hora y vas a tener que retirarte’. Al final, para convencerme, tuvieron que subirme un rodillo a la habitación y dejarme hacer un test. Si podía alcanzar los 200 vatios me dejaría salir. Y conseguí alcanzar… 90 vatios. Recuerdo que me senté en el autobús completamente desmoralizado. Fue allí, en el autobús, cuando me puse a llorar. Durante minutos y minutos. No siento absolutamente ninguna vergüenza por reconocerlo. Lloré como un niño al que le han quitado su piruleta”.

Incluso en ese momento, uno de los peores de su carrera deportiva en el apartado anímico, Andy Schleck jamás pensó que aquello sería el final. “Estaba destrozado porque, una vez más, tenía que abandonar cuando estaba a punto de alcanzar mi mejor pico de forma. Ese mismo día viajé directamente a Suiza para operarme. Iban a ser cinco días de hospitalización y un par de semanas de escayola… pero poco a poco me fui preocupando. Creo que nunca antes alguien ha viajado tan regularmente entre Basilea y Luxemburgo como yo lo hice durante el pasado verano. Cuando por fin puede volver a subirme en la bicicleta, enseguida me di cuenta de que algo no iba bien. En el llano no había problema alguno. Sin apenas esfuerzo conseguía alcanzar los 200 vatios, pero si tenía que forzar y alcanzar los 300 vatios… ¡aquello era imposible! Me llegó a ocurrir que durante un entrenamiento tuve que llamar a alguien desde la cima de un alto para que viniera a recogerme. El dolor era insoportable”, algo que, dicho de boca de un ciclista, debe de dejar bien claro el nivel de dolor que sufría Andy Schleck durante esos días.

Pese a todo ello, Andy no se rindió. Siguió entrenando y visitando al médico en Basilea con mucha frecuencia. Las cosas no mejoraban, pero el luxemburgués no perdía la esperanza. Al menos, “hasta que a finales del mes de agosto el médico me dio su veredicto final: había dos opciones. O me ponía una prótesis de rodilla y entones quizás podría volver a montar en bici o aceptaba que mi carrera se había terminado. Pero también me avisó de que si me ponía una rodilla nueva el tiempo de recuperación sería de al menos un año”. Y aquí es donde Andy Schleck, profesional durante más de una década, fue más realista que nunca. “Tras un parón tan prolongado necesitaría dos o tres años para volver a tener mi mejor versión. Para entonces ya tendría 33 ó 34 años. Aquello no merecía la pena. Aunque ahora soy capaz de hablar de ello con normalidad, en ese momento fue completamente distinto. El mundo se derrumbó a mi alrededor. De repente, todo por lo que había peleado durante tantos años se desmoronó. Simplemente, se fue”.

“Ahora soy capaz de instalar una ducha muy bien”

Luego llegó el momento de anunciarlo al mundo. Lo hizo en Monford-les-Bains, Luxemburgo, en el mes de octubre. Y empezar una nueva vida. “Me fui a trabajar con mi suegro. Tiene una empresa de sanitarios con un centenar de empleados. Sólo tenía un objetivo: quería saber lo que era trabajar. Qué significaba hacer negocios”. Y parece que el menor de los Schleck ha aprendido rápido ya que “en enero abriré mi propio negocio: una tienda de bicicletas. Ha sido una inversión muy grande porque tiene que ser algo muy especial. Tendrá un pequeño bar para que los clientes también puedan tomarse un café o un refresco. Ese es el motivo por el que sigo trabajando con mi suegro. Estoy haciendo ‘stages’ de tres semanas en cada departamento. Tres semanas en ventas. Tres semanas en administración. Tres semanas con los instaladores. Te vas a reír, pero si me pides que te instale una ducha, lo puedo hacer muy bien. Ahora he estado tres semanas pegando códigos de barras en un catálogo. Es un trabajo tedioso, pero eso también debo de aprenderlo. ¿Hay algún motivo por el que no debería de hacerlo?”.

Durante su comparecencia para anunciar su adiós al ciclismo reconoció que quería seguir en el ciclismo. Ahora explica que “al principio decidí tomar cierta distancia. Lo necesitaba porque era muy doloroso. Pero desde entonces he montado una pequeña escuela. En ella doy paseos en bicicleta con una docena de pequeños corredorcitos alrededor de un campo de fútbol. El año que viene, si todo sale según lo previsto, me convertiré en el presidente de la Vuelta a Luxemburgo. En definitiva, tengo una vida completamente distinta. Mi novia siempre se reía de mi antes. ¿Qué hacía en todo el día? Andar un rato en bici, esperar a que llegara el masaje y ducharme. Y, la verdad, es que no estaba muy equivocada. Como corredor profesional lo único que tienes que hacer es limpiarte el culo después de ir al baño. Todo lo demás lo hacen por ti. Ahora salgo de casa a las siete de la mañana y no termino hasta las seis de la tarde. Si además, coincide que hay alguna reunión, no llego a casa hasta las once de la noche”.

Pero siguen quedando viejos hábitos. Costumbres que durante tantos años como profesional han quedado grabadas a fuego en su subconsciente. “Como corredor tienes que preocuparte de algunas cosas como la comida o el descanso. Recuerdo que si tenía que salir a pasear al perro, aquello ya era una preocupación para mi. Caminar no es lo mejor que puede hacer un ciclista. Ahora he vuelto a salir en bicicleta. A mi ritmo. Sólo para disfrutar. Lo hago a 25 kilómetros por hora. ¡O a 12! No hay nadie que me vaya a decir nada por ello, pero para mi es una liberación”.

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En 2010 consiguió ganar el Tour por el positivo de Contador

Y no. Pese a esos dos últimos años que hemos repasado al principio y en los que los resultados no acompañaban y muchos le acusábamos de no llevar la vida que se le supone a un corredor, Andy Schleck niega que su lesión de rodilla haya precipitado una retirada que ya estuviera deseando. “Eso es algo capcioso. Sobre todo después de dos años tan malos, quería demostrar que podía volver a mi mejor versión. Esos dos últimos años hicieron mucho más difícil tener que parar. Quería demostrar que mis actuaciones en el Tour del pasado fueron de todo menos coincidencia. Esa caída me ha privado de ello, pero sí que reconoceré que si tienes problemas físicos todo se vuelve más complicado a nivel mental. Eso me ocurrió a mi. Pero no puedes darle la vuelta a eso: mis problemas principales siempre fueron físicos, nunca mentales”.

“Contador sabía que en 2010 estaba muy fuerte o no hubiese hecho trampas”

Tras un año alejado de la competición, ya ha llegado el momento de hacer repaso. “Tres veces gané el maillot verde. Tres etapas. Dos veces fui segundo en París y gané un Tour. ¿Cómo no podría estar orgulloso de eso? No me siento triste por ello. Y, sí, me siento un ganador del Tour de Francia completamente merecido. Tengo el trofeo en casa y en todos los libros aparece mi nombre como ganador. Que ese día en París aparezca en todas las fotos como segundo en el podio no cambia nada. Sé que en ese Tour estaba fortísimo. Y Alberto Contador lo sabe también. De no haber sido así, no tendría que haber hecho trampas”.

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