Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
La reciente publicidad dada al recorrido del Tour de Francia 2016 nos ha descubierto un recorrido que no se ha apartado, sustancialmente, de las diferentes primicias (sic) que los medios de comunicación –entre ellos este portal– iban lanzando conforme el 20 de octubre (fecha de la ceremonia de presentación oficial) se acercaba.
De hecho, la novedad mejor guardada por la dirección de la carrera (la única que, en puridad, no había sido objeto de filtración) es la disputa de una cronoescalada (entre Sallanches y Megève, con una distancia total de 17 kilómetros) en la decimoctava etapa, justo antes de dos de los alicientes alpinos, la llegada a Saint Gervais-Mont Blanc y la etapa de Morzine (con cuatro puertos entre el que destaca el siempre durísimo Joux Plane).
Es bueno recordar que la disciplina de la cronoescalada no resulta especialmente atractiva (al menos en la última década) para los encargados de confeccionar los recorridos de las grandes vueltas (excepción hecha del Giro de Italia) y, en especial, para la ronda gala (la última data de 2004, cuando Lance Armstrong consolidó su victoria en la subida desde Bourg d´Oisans a Alpe d´Huez [el tejano también se había adueñado de la disputada en Chamrousse, en 2001]).
Sin embargo, en el día de hoy, queremos echar la vista atrás hasta 1994, la época dorada de Miguel Indurain (Villava, 1964) en el Tour de Francia, y en el que, aunque quizá alguno lo haya borrado ya de su mente, el navarro se dejó más de tres minutos (3 minutos y 16 segundos, concretamente) con el vencedor de la cronoescalada a Avoriaz, el letón de Gewiss, Piotr Ugrumov (un corredor que ya había asustado al navarro en la penúltima etapa del Giro 93, en Oropa, haciendo tambalear la consolidación de las aspiraciones del español en su envite por su segunda maglia rosa).
Como es posible que suceda en esta edición, la carrera ya estaba prácticamente decidida, al menos en lo que concernía a su ganador final aquel 22 de julio. La jornada entre Cluses y Avoriaz (46 kilómetros y medio) se presentaba como la última ocasión de mejorar en la clasificación general, ya que las dos últimas etapas se erigían en terreno abonado para los velocistas.
De hecho, en otro episodio contra el reloj, en los 64 kilómetros que distaban entre Perigueux y Bergerac, Indurain había demostrado que seguía siendo dueño y señor de los meses de julio en el entorno ciclista mundial, adquiriendo un maillot amarillo que no abandonaría hasta recibirlo, con honores, en lo más alto del cajón de los Campos Elíseos de París. En Bergerac, Rominger se quedó a dos minutos y De las Cuevas (compañero de Miguel), había sido tercero, a más de cuatro minutos (Ugrumov, por contextualizar la escabechina originada por el navarro, cedió más de seis minutos).
Después llegaría la recordada jornada de Hautacam, en la que el malogrado Pantani atacó un sinfín de veces, endureciendo la carrera hasta un límite tal que solo el líder parecía capaz de aguantarle. Su celo le llevó a desfondarse y, finalmente, el francés Leblanc obtuvo el triunfo, llegando con un imperial Miguel Indurain (en otra de sus lecciones de señorío).
Tras Hautacam, Virenque venció en Luz Ardiden y Rominger, segundo en la general, volvía a perder contacto con Indurain. El suizo se bajó en la etapa que concluía en Albi y que se adjudicó el danés Bjarne Riis.
Durante la última semana, se subió al Ventoux en la etapa que acaba en Carpentras (con victoria de Eros Poli) y Alpe D´Huez, donde Pantani, obtuvo casi dos minutos respecto del líder (si bien el triunfo se dilucidó en una escapada grupal perfectamente rematada por el transalpino Roberto Conti).
En todo caso, en estos últimos días, un hombre sobresalió sobre el resto gracias a su punto de forma. Fue el letón Ugrumov que obtuvo un segundo puesto en Val Thorens, solo por detrás de Nelson Cacaíto Rodríguez, venció en Cluses y parecía con fuerzas más que suficientes asegurarse un hueco en el pódium, respecto del que Pantani solo le aventajaba en dos segundos antes de la crono de Avoriaz.
Virenque, en ese momento el máximo rival del maillot amarillo, también quería apurar sus opciones, ya que contaba con algo más de minuto y medio sobre la dupla antes mencionada. Para cerrar el elenco de favoritos, Leblanc se hallaba quinto a dos minutos de Virenque (y vería cómo, aun adelantando en la general a su compatriota, solo pudo avanzar un puesto en la clasificación).
Miguel, por su parte, se permitía mirar al resto de competidores con una calma más que sustancial, no en vano, el segundo de la general transitaba a 7 minutos y 22 segundos. Además, la meteorología fue adversa durante parte del día y gran parte de la prueba se disputó bajo una copiosa lluvia que imponía, al menos para el, a la postre, pentacampeón del Tour, observar una más que evidente cautela.
La organización había dispuesto cuatro puntos de control durante la cronoescalada. En el primero, a los 9,5 kilómetros, Ugrumov marchaba líder con solo 18 segundos respecto de Miguel y 22 con Pantani (mientras que Virenque comenzaba su calvario y ya se dejaba 58 segundos con el letón). Esa superioridad se confirmaba en la siguiente referencia, la del kilómetro 24, en la que Pantani se iba a 55 segundos y Miguel perdía 1 minuto y 18 segundos. Por su parte Leblanc aguantaba a 1 minuto y 24 segundos y Virenque cedía 3 minutos y dos segundos.
La tónica siguió igual en los puntos kilométricos 33 y 43 (en este último, Pantani sumaba un retraso de 1 minuto y 34 segundos y Leblanc rodaba tercero a 3 minutos y 8 segundos, 10 segundos mejor que Indurain. Para entonces, la sangría de Virenque se situaba en más de 5 minutos y medio).
En meta, Indurain se repuso un poco y aferró la tercera posición a 3 minutos y 16 segundos, mientras que Pantani perdía 1 minuto y 38 segundos. Leblanc acababa cuarto a 3 minutos y 50 segundos y los 6 minutos y 4 segundos perdidos con el vencedor obligaban a buscar en la plaza decimoctava de la clasificación del día a Richard Virenque.
Tras pasar esa meta Indurain (si es que no lo había hecho antes) pudo celebrar su cuarto Tour. Tenía 5 minutos y 39 segundos de renta con el letón y 7 minutos y 19 segundos con el Pirata. Tanto Leblanc, cuarto, como Virenque, quinto, se iban a más de 10 minutos.
Preguntado en meta por su prestación en la cronoescalada, el navarro respondió que no había tenido un mal día, sino que se había limitado a rodar tranquilo, aduciendo que su precaución se incrementó cuando la lluvia hizo acto de presencia.
El Tour del 1994, que había partido de Lille, con victoria del británico Boardman, tuvo como elemento pintoresco una llegada en el Eurotúnel (en una crono por equipos que ganó el GB-MG) y dos etapas finalizadas en territorio británico (de la que, los aficionados españoles, nunca podremos olvidar la tarde de gloria de Cabello en Brighton), aunque muchos aún recuerdan la espectacular caída en la llegada al sprint de la segunda etapa (Armentières) en la que se vieron seriamente afectados el francés Laurent Jalabert y el belga Nelissen.
Esperemos que este retorno a la disciplina contra el crono en montaña nos permita disfrutar de un buen espectáculo y, para el bien de la carrera, que su resultado pueda resultar más determinante que aquella tarde en la que Indurain actuó como la calculadora humana que tantas veces (y tan injustamente) se le reprochó.