Se lo notificaron justo cuando paró a echar agua. En una fuente. Mientras rellenaba el botellín: «¡Enhorabuena canalla, que has aprobado!». Su sonrisa, algo difícil de encontrar en él, se extendió hacia sus orejas. Había aprobado su examen de Tecnología mecánica. El que había estado estudiando entre hoteles. En ratitos sacados en cualquier esquina del mundo. Cuando uno está en racha, las cosas salen. Venía de ganar tres carreras, esa misma mañana aprobaba su examen y ahora, otro premio a su esfuerzo: Estará en los Juegos Europeos de Bakú con la selección absoluta. Son los números de Carlos Barbero.
Su racha con los dígitos ya se inició con su triunfo en la Vuelta a Madrid, pero se disparó el 7 de junio, día en el que triunfó a lo «Rocky Balboa» en la Philadelphia Cycling Classic (EEUU) hasta el 13, cuando conseguía su segundo triunfo en el Tour de Beauce (Canadá). Las cosas marchaban para el incansable sprinter burgalés: «Está claro que los buenos resultados siempre son bienvenidos y dan más motivación para seguir trabajando igual o mejor», se limitaba a decir con su habitual templanza.
Sin embargo, sus triunfos adquieren más valor si se le aplican las restas, los números rojos, las «miserias» previas, cuando, cuatro meses atrás, estrellaba contra el asfalto todo el trabajo realizado en invierno: «Saben mucho mejor porque solo tú y los que están a tu alrededor saben lo que has sufrido en esos momentos. Pero en los momentos malos hay que saber sobreponerse y dar la vuelta a la tortilla«, reconoce con orgullo.
De sus números, de sus recientes tres victorias, hay una que era «diferente»: «Las tres son especiales y bonitas pero quizás, si tengo que elegir, me quedo con la de Philadelphia», señala, para matizar que «era muy importante hacerlo bien allí para nosotros por el patrocinador (Fuji), y salió perfecto», enfatiza con ese brillo en los ojos que sólo da la satisfacción de haber hecho correctamente su trabajo.
Tanto en Philadelphia como en Canadá, sus victorias se consiguieron con final picado hacia arriba, como a él le gusta, a sabiendas de que el resto del pelotón ya le considera como «rueda a seguir»: «No me obsesiona eso, solo me centro en hacer bien mi trabajo y si acaba en repecho, pues mejor para mí», responde pícaramente.
Pero las victorias también traen consecuencias, no sólo son triunfos, también aportan reconocimiento. Contribuyeron a cerrar la apuesta de los seleccionadores españoles para los Europeos de Baku: «Me lo comunicaron hace cosa de un mes y medio o así. He tenido contacto tanto con Javier Mínguez como con Pascual Momparler. Estar con la selección absoluta en una prueba como esta es increíble. Espero devolver la confianza que se ha depositado en mí y que queden contentos con mi trabajo», agradecía el bravo corredor burgalés.
Sobre el circuito de Bakú, Barbero no acude a ciegas: «El circuito lo corrí en el en 2013 cuando corrí el Tour de Azerbaiyán con la selección sub-23. Se hará muy duro por el calor y el recorrido«, admite.
Sin embargo, esta suma de logros, de idas y venidas, se traduce en más números, en horas de vuelo, como si fuera un cantante internacional: «El lunes a las 6 a.m. salí del hotel en Canadá en viaje a Philadelphia para llegar a Burgos, el martes, a las 2 p.m. hora local», recita. El tiempo justo para darse una tarde para repasar su examen, el de Tecnología mecánica, realizado al día siguiente, por la mañana. Luego se regaló la tarde para entrenar y, ayer jueves, de nuevo se subió a un avión: «De Madrid a Estambul, y de seguido, a Bakú», explica con naturalidad, como si fuera lo más normal. Carlos lo disfruta igualmente. Cada vuelo es un premio. Un nuevo viaje a un destino labrado con su esfuerzo. Son los números de Carlos Barbero.
Rafa Simón. Prensa Carlos Barbero