Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
La Unión Ciclista Internacional ha confirmado el lugar de celebración de los Mundiales en 2018. En esta ocasión, la localidad elegida ha sido la austriaca de Innsbruck, situada al oeste de la nación y capital del Tirol.
Será la tercera ocasión en la que Austria acoja la competición mundialista en ruta. La primera de ellas fue, en 1987, en la localidad de Villach (resultando campeón el irlandés Stephen Roche, con medalla de bronce para Juan Fernández) y, la inmediatamente anterior, en 2006, en Salzburgo, a la que dedicaremos nuestra cita histórica de hoy.
La parroquia austriaca no cuenta con precedentes de medalla en los Mundiales, y, salvo cambio de última hora, las opciones que los locales puedan barajar en 2018 para obtener un buen resultado son mínimas. El circuito que se barrunta será muy exigente y se prevé que al espectáculo habitual de la celebración de la cita del orbe, se una un trazado que concite el interés de los primeros espadas del pelotón.
Como ya anticipábamos, la ocasión previa en la que Austria tuvo el honor de ser la anfitriona de los Mundiales fue en el año 2006. La prueba en ruta se planteaba sobre un circuito de 265 kilómetros, en el que se completaban once vueltas, y en el que, debido a su ausencia de dificultades relevantes (salvando un repecho, el de Elixhausen, que demostró ser menos duro de lo previsto), los favoritos se hallaban entre los sprinters (Boonen, McEwen y Zabel, entre los más respetados) y los hombres con punta de velocidad en llegadas en grupos reducidos (Bettini, Vinokourov y Valverde, principalmente).
Aquel 24 de septiembre, como en la ocasión anterior en Villach, los españoles disfrutamos de uno de los nuestros en el pódium, pero el bronce de Valverde dejó, en aquel momento, un regusto amargo, dadas las expectativas de oro que existían entre el nueve seleccionado por Francisco Antequera (Valverde, Freire, Sastre, Flecha, Florencio, Ventoso, Luis Pérez, Samuel, Ínigo Cuesta y Purito) que no desmerecía, a pesar de la ausencia de Freire (debido a los problemas físicos que venía sufriendo durante toda la temporada y que le habían obligado a retirarse durante la disputa de la Vuelta a Polonia).
La disputa de la prueba no falló en cuanto a la premisa que suele presidir esta prueba. Gran desgaste, escapadas aventuras y tratar de mantener las fuerzas y los efectivos hasta las últimas y decisivas vueltas.
Durante toda la jornada de aquel 24 de septiembre de 2006, la selección italiana (sus nombres, rememorados ahora, certifican el potencial: además del mentado Bettini, Paolini, Davide Rebellin, Di Luca, Pozzato, Bruseghin, Ballan, Tosatto y Nocentini demostró mantener un control total sobre la prueba, dirigiendo las operaciones para su hombre con más galones, “el Grillo” (Cecina, 1974).
La fuga más relevante fue una compuesta por un total de 23 hombres, con Samuel, Sastre y Luis Pérez por parte de España y Nocentini, Di Luca, Pozzato y Tossato de los transalpinos. Prácticamente todas las naciones importantes pudieron incluir algún representante en la fuga, destacando hombres como Gilbert, Cancellara, Voeckler, Sorensen, O´Grady, Efimkin, Kashechkin o Sorensen.
Los aventureros fueron reagrupados a unos cuarenta y dos kilómetros de la meta. Y, desde ahí, se sucedieron diversas escapadas a las que no se les permitió albergar la más mínima esperanza de fructificar. Gracias al trabajo de España e Italia cayeron ciclistas de la envergadura de Bettini, Wegmann, Ballan, Rebellin o Chavanel.
La emoción estuvo en todo lo alto hasta la última vuelta, en la que los ciclistas llegaron agrupados tras el repecho, después de los previamente citados intentos de romper la unidad de un nutrido grupo de corredores que conformaban el gran paquete. A ocho de meta, y en esa infatigable sucesión de demarrajes, Rebellin abrió un pequeño hueco que parecía que podía ser determinante. No obstante, por detrás, España trabaja con denuedo para evitar la llegada en solitario del italiano.
Una vez que Davide fue aglutinado a la disciplina del grupo, conformado por algo más de cuarenta ciclistas, Vinokourov buscó su momento, pero las piernas del kazajo se revelaron insuficientes para romper el tren que se marcaba por detrás preparando el sprint final.
En el último kilómetro, España jugó su baza táctica y, apenas cruzada la pancarta con el triángulo rojo, Samuel, llevando a su rueda a Valverde, aceleró el ritmo. La acción no pilló despistado a Bettini quien, pronto, se aferró al murciano. Zabel, por su parte, también pudo engancharse al veloz ritmo.
El asturiano condujo hasta los trescientos metros en los que se apartó ante el sprint de las tres locomotoras. Zabel se lanzó antes de tiempo, mientras Valverde demostraba no poder superar a sus contrincantes. En línea de meta, el Grillo se imponía con autoridad, cosechando para Italia un Mundial merecido desde el punto de vista del trabajo realizado durante todo el día. Zabel superaba a Valverde que se veía obligado a conformarse con el bronce, la misma presea que Juan Fernández se colgó en el Mundial de Villach.
Era el primer Mundial de Paolo quien, en 2006, se había alzado con el Campeonato Nacional en ruta, había ganado etapa en Giro y Vuelta (en la ronda italiana, además se hizo con el maillot de la regularidad), dos en la Tirreno y que, aprovechando su incontestable pico de forma, se impondría en Lombardía (dejando una bella estampa con su recién estrenado maillot arcobaleno).
El año siguiente, en Stuttgart, Bettini revalidaría su arcoíris, en otro reñido sprint ante el ruso Kolobnev y el alemán Schumacher. Una cita que albergó mayor interés mediático por la cruzada judicial, con una auténtica pléyade de rumores de vetos a la participación por parte de los organizadores (en la que Bettini se vio envuelto al no haber suscrito el compromiso ético por un nuevo ciclismo de la UCI), que por lo deportivo.
Esperemos que el Mundial de 2018 continúe la senda de éxitos que siempre que dicha cita se produce en suelo austriaco acontece para los intereses españoles y que, como es habitual, disfrutemos de un gran espectáculo.
Ese deberia de haber sido el mundial de Samu, que demostro que era el que tenia piernas para superar a Bettini y Zabel. Pero por desgracia el señorito Valverde es intocable y si se hubiese sacrificado tanto en Salzburgo como en Florencia puede que España hubiese ganado los dos mundiales.