Aún con las maletas abiertas en la habitación de su casa tras su reciente participación en la París- Arras (2.2) Carlos Barbero (23 años) no falta a su cita diaria con la bicicleta. De nuevo en soledad. Su ciudad, Burgos, sigue huérfana de corredores profesionales. Como en muchos entrenamientos la abandona en paralelo al río Arlanzón, ese que, sinuoso, el pasado otoño parecía querer acompañar su tristeza con hojas secas y humedad y que hoy, en cambio, fruto de la lluvia de la semana pasada, le regala un torrente fluido y árboles floridos a su paso. El relajante discurrir del agua parece querer invitar a Carlos a reflexionar en positivo, a hacer balance de la primera parte de la temporada.
El primer recuerdo cae inevitablemente en el gris invernal, en lo mal que lo pasó mientras esperaba una continuidad en profesionales, la que llegó con el equipo Euskadi de Miguel Madariaga, debutando esta temporada, de nuevo, en la Challenge de Mallorca: “Una vez allí, en Mallorca, ya me sentí como cualquier otro año, con la misma ilusión por hacer las cosas bien, pero el camino hasta llegar allí sí que fue ‘especial’, de eso no hay duda”, reconoce, mientras acompaña sus recuerdos con un suave pedalear.
Sin embargo, su ilusión pareció querer reivindicarse a las primeras de cambio, con bravura, como si el mismo Arlanzón quisiera desbordarse de pura rabia, imponiéndose en la Volta ao Alentejo en el mes de marzo: “Lo recuerdo con mucho orgullo, el haber estado los tres días de líder con el equipo trabajando y controlando para mí fue increíble, realmente fueron momentos inolvidables y les estaré siempre agradecido”, explica mientras se recrea viéndose de nuevo en el podio.
Y, días después, con el golpe de pedal adquirido en Portugal, estuvo a punto de asestar otro golpe de mano en la Vuelta a la Rioja, donde acabó tercero: “el día previo en el Indurain anduve bastante bien, con los mejores hasta casi el final donde Valverde remató al grupo cabecero, pero en la Rioja estuve realmente cerca”, enfatiza con una pequeña mueca de pena. La misma que le produce recordar la primera etapa de la Vuelta a Castilla y León, en mayo: “siempre intento mejorar el año anterior, este año sabia que la general (5º el año pasado) era imposible por el recorrido, pero quería mejorar el tercer puesto en la etapa del año pasado. Estuve cerca de la victoria y me da moral para seguir peleando”, señala con viveza.
Pero Carlos tiene además un guiño especial para otro tipo de carreras, las del calendario francés: Loir et Cher, Paris- Arras…sus puestos de honor entre los seis primeros son numerosos. Su maillot del Euskadi se hace completamente visible allí donde el recorrido favorezca su perfil de todoterreno con fuerza para los sprints que pican para arriba: “ El calendario francés me gusta mucho , el terreno de cotas , aire , tensión…disfruto mucho con eso”, enfatiza, mientras se lleva la mano a cada bolsillo del maillot largo para asegurarse de que no ha olvidado nada en casa que pueda necesitar luego.
No obstante, a pesar de la general de Alentejo, de codearse de tú a tú con sprinters de equipos World Tour, todavía le queda la espinita de conseguir, también este año, lo más codiciado por un ciclista; la victoria: “Me hubiese gustado conseguir una victoria parcial, pero intentaré lograrlo en la segunda parte de la temporada”, zanja determinado.
Tras unas buenas horas de carretera, unas nubes sospechosas comienzan a asomar, quizás sea hora de, prudentemente, volver a casa, de volver a circular junto a su río hasta su desvío hacia el Barrio de Gamonal. Esta vez lo cruza a contracorriente, como si lo escalara, quizás llevado por el cansancio o porque sabe lo que le espera al llegar a casa: “Descansaré un poco físicamente estos días, aunque mentalmente tendré que exprimirme más aun para los exámenes que me vienen, que la ingeniería es muy dura”, comenta resignado entre bromas. Pero el descanso no durará mucho. El Campeonato de España tampoco está tan lejos y él le tiene ganas. El Arlanzón, su confidente, lo sabe, que cuando el rio suena…
Fuente: Rafa Simón. Prensa Carlos Barbero