Chava merece un homenaje, no hay que esperar otros 10 años

Chava JIménez © as.com

Chava JIménez © as.com

El próximo viernes, 6 de diciembre, se cumple el décimo aniversario del adiós del ciclista español más carismático de los últimos tiempos: José María Jiménez Sastre, más conocido como Chava Jiménez, el Chava. El abulense apareció muerto en una habitación de la Clínica San Miguel, donde intentaba reorientar una vida que se le había torcido dos años atrás… Una vida que vivió tan deprisa que al final descarriló. Sólo tenía 32 años. Mucho se ha escrito y se ha especulado sobre su final, también yo lo he hecho. De esa historia también se pueden sacar grandes aprendizajes, pero no es mi intención hurgar por ahí. Hoy quiero rescatar al Chava por lo que fue en la carretera.

Cuando vuelvo a escribir de José, se me amontonan los recuerdos. Después de su segundo año profesional, cuando el Chava todavía no era el Chava mediático y esplendoroso, le hice un reportaje en El Barraco junto a Ángel Arroyo, el segundo clasificado del Tour de Francia en 1983. ‘Jiménez sigue el cauce de Arroyo en El Barraco’, se titulaba. Han pasado ya casi 20 años. Después volví muchas veces al pueblo abulense, antes y después de su eclosión en la Vuelta a España 1998, en la que ganó cuatro etapas y acabó tercero por detrás de Abraham Olano y Fernando Escartín y por delante de Lance Armstrong. La penúltima vez que pisé El Barraco fue en 2002, para contar que una depresión le tenía al borde de la retirada. Siento decir que acerté. Y la última fue para asistir a su entierro. No he vuelto. Aún me tiemblan las manos al recordar aquellos días.

El Chava fue un ciclista tremendo en todos los sentidos. Nunca ganó una gran vuelta, ni una gran clásica, ni siquiera etapas en el Giro o en el Tour. Su escenario era la Vuelta a España, donde alternaba gloriosas tardes de espectáculo con ruinosos petardazos. Por eso le llamaban el Curro Romero del ciclismo, un apodo que seguramente le hizo más mal que bien. Pero el Chava era así y así había que aceptarle. Mi compañero Chema Bermejo cuenta siempre una anécdota que le define: ya en pleno bache, se acercó un día a una carrera, se vio rodeado de aficionados que le reclamaban autógrafos y fotografías, y soltó la frase: ‘Mira, Bermejo, a quien quiere la gente’. No ha vuelto a haber ningún corredor con su gancho, ni siquiera en esta Edad de Oro del ciclismo que le sucedió en el tiempo.

Artículo completo blogs.as.com/pedaladas por Juan Gutiérrez

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