La misma pista donde la próxima semana Sir Bradley Wiggins colgará de manera oficial la bicicleta –aunque esta decisión parece que no es ahora tan firme como hace sólo unas semanas– sirvió ayer para celebrar una fiesta por todo lo alto en honor de Fabian Cancellara. ‘Ciao Fabian’, muy al estilo del ‘Merci Sven’ que llenó el Sportpaleis de Amberes hace sólo unos meses, sirvió para abarrotar el graderío y la pelouse del velódromo de Gante en una celebración de la vida y milagros de un corredor del que su amigo Sven Nys aseguró durante el transcurso de la noche que “ha sido, junto a Tom Boonen, la figura ciclista de la década”.
Al contrario de lo que sucedió hace algo más de dos mil años en Capua, este Espartaco moderno también fue el líder y cabeza visible de una rebelión que, en este caso, no profanó el Imperio Romano, sino la esencia misma del ciclismo al dominar, de manera casi insultante, esos eventos en el que uno se gana el adjetivo, nada baladí en este deporte, de flandrien. Esta vez, nadie pensó en sembrar de cruces los sagrados caminos empedrados y sus bergs sino que este esclavo de la bicicleta ha sido celebrado y vitoreado, por última vez, en la misma tierra que tantas veces ha dejado huérfana de su propio vencedor, pero que le terminó por acoger como a uno de los suyos.
Se rindieron a sus pies los poco más de 6.200 aficionados que se dieron cita en Gante para despedirse de un hombre que, a los 35 años, deja el ciclismo con un palmarés envidiable y difícilmente igualable y que, seguramente, nadie podía imaginar en el ya lejano año 2000 cuando dio el salto al profesionalismo en aquel mítico Mapei.
Como suele suceder en este tipo de eventos, la noche fue una pasarela de antiguos compañeros y rivales que, por supuesto, no tienen ni media palabra peyorativa que decir por mucho que se hayan encontrado de bruces con el dominio del homenajeado. Ese fue el caso, por ejemplo, de Sep Vanmarcke, el pupas de las clásicas del norte en las últimas temporadas, que recordó que “desde el año 2013 he tenido duelos muy intensos con él, pero por desgracia para mí, nunca he conseguido batirle”. El holandés, que recordaba que “a Boonen sí he podido ganarle en una ocasión”, coincidía con el Caníbal de Baal al señalar que “Fabian y Tom son las dos figuras ciclistas de la última década”.
La París-Roubaix de 2006 fue su primer gran campanazo. Dos años antes había ganado, en Lieja, el prólogo del Tour de Francia, anotándose la primera de sus ocho etapas en la Grande Boucle. Ese mismo año 2006 se enfundó el primero de sus cuatro arcoíris de contrarreloj. Luego, llegarían dos triunfos más (y tres podios) en el Infierno del Norte, una Milán-San Remo (además de cuatro podios), tres E3-Harelbeke y, sobre todo, esos tres triunfos en la Vuelta a Flandes de la que se despidió este mismo año entre lágrimas desde el segundo peldaño del podio superado por un corredor, Peter Sagan, que está llamado a marcar, como él lo ha hecho en estos últimos diez años, una era en el ciclismo.
Tres etapas en la Vuelta a España, tres Strade Bianche, diez títulos suizos de contrarreloj, dos oros en el nacional helvético de fondo, dos títulos olímpicos de contrarreloj –el último, este mismo año en Río de Janeiro– y una larga lista de triunfos más o menos secundarios completan un palmarés en el que únicamente se echa en falta un título mundial de fondo en carretera que siempre le fue esquivo.
Ahora, tras la fiesta de ayer, tal y como él mismo dijo hace pocos días, llega el momento de descansar y dedicarle tiempo a la familia porque en el futuro más cercano “no sé todavía lo que voy a hacer, pero lo que sí es seguro es que seguiré vinculado al mundo del ciclismo”. Hasta entonces… ciao, Fabian.