Cuando hace unos años terminó su patrocinio con un club de fútbol, De Brandere Brouwerij –uno de los más 250 fabricantes de cerveza que hay en Bélgica- decidió apostar por el ciclismo. Y lo hizo con una nueva marca, con el nombre de uno de los lugares emblemáticos de Flandes, el Kwaremont. No querían una cerveza de batalla –la lager cumple esa función-, pero tampoco de una graduación excesiva, que fijaron en un 6,6%, justo la pendiente que tiene el muro sin contar la parte inicial.
En un país en el que servir una cerveza en otra copa que no sea la específica es un insulto, también trabajaron mucho en los detalles del recipiente, como la imagen en relieve de un ciclista en el tallo o el ‘perfil’ adoquinado que tiene la base, por no hablar de la imagen de marca que aparece en el cáliz.
Ni que decir tiene que el patrocinio de ‘De Ronde’ fue tan rápido como necesario… y que hoy en día se ha extendido a otras diez grandes carreras, a numerosas competiciones nacionales o a la Napoleon Games Cup, la Copa de ciclismo belga. Eso sí, por política de empresa los patrocinios son siempre de eventos, nunca de equipos ni mucho menos de deposrtistas individuales.
En un país, en el que hay casi 1.500 marcas, la diferenciación se hace no sólo por el tipo de producto, sino también por estas apuestas. Y el ciclismo en particular, y el deporte, en general, es un buen escaparate, ya que la legislación belga –a diferencia de la de otros países- sí lo permite.
De hecho, la simbiosis entre cerveza y ciclismo es total. “Cerveza para ciclistas y aficionados” es el lema de esta rubia, aunque hay otras muchas marcas más, como Cyclist o La Redoutable, un juego de palabras con la mítica cota de la gran rival valona. Por no hablar de otras vinculaciones como rutas cicloturistas por las abadías, lugar de nacimiento de este producto que hace mucho tiempo fue conocido como ‘pan líquido’, y del que hemos podido conocer muchos más secretos gracias a Turismo de Flandes y Bruselas.
‘De Ronde’, también en verano
No podía imaginar Karel Van Wijnendale que cuando creo la Vuelta a Flandes en 1913 con una intención política y deportiva, su carrera se convertiría cien años después en una de las marcas más populares de nuestro deporte. Y es que no solo está el ‘monumento’ en plena primavera, sino que, desde hace unos años, viene precedida por una versión cicloturista el día anterior –We Ride Flanders-. También podemos encontrar, en el mes de junio, la versión retro de ‘De Ronde’, ceñida a bicicletas, vestimenta y material anterior a 1985, así como una marcha ‘off road’ para BTT y gravel, en octubre, aunque siempre con la seña de identidad de los muros de las Ardenas flamencas.
Y desde ayer, 9 de septiembre de 2018, la ‘joint venture’ entre Flanders Classic y Peloton nos ofrece una nueva versión, la ‘Summer Edition’, con distintos recorridos que, desde luego tienen en el Koppenberg o en el Oude Kwaremont los principales atractivos para todos los aficionados, si bien hay recorridos para todas las edades y condiciones: 25, 50, 75, 110, 150 y 200 kilómetros. Gracias a Turismo de Flandes y Bruselas pudimos compartir esa primera edición, con cerca de 4.000 participantes, aunque con epicentro en Gante en vez de Oudernarde.
Fiesta de la bicicleta
Las pruebas cicloturistas belgas se caracterizan por no tener una salida masiva, sino que dependiendo del recorrido a realizar tienen una horquilla horaria para tomar la salida y terminar, y más por razones de logística –mantenimiento de los puestos de avituallamiento y de los controles en los cruces- que por otro motivo. Pero también me sorprendió la amalgama de participantes: desde el cicloturista profesional que todos conocemos, dispuesto a devorarse todos los kilómetros, hasta familias con niños de corta edad o ancianos sin ningún tipo de equipación especial. Solo la máquina –en bastantes casos incluso una ebike- y las ganas de disfrutar. O de sufrir. Como definió Alejandro, uno de mis compañeros de viaje, “una fiesta de la bicicleta’.
La inscripción son apenas quince euros más cinco adicional por el dorsal, que integra un chip para determinar los tiempos de paso, y que puedes quedarte o pedir que te devuelvan el dinero o una camiseta a cambio.
Vista la excelente organización, y el paraguas ‘De Ronde’ que la avala, no es difícil augurar un gran futuro a esta ‘Summer Edition’, sobre todo por esas condiciones climatológicas que difícilmente se viven en el mes de abril en estas latitudes. Para los mitómanos, decir que existen muchas otras marchas, bien imitando a las grandes clásicas flamencas –Omloop Het Nieuwsblad, Dwars Door Vlaanderen, Brabantse Pjl…- bien homenajeando a los grandes campeones ‘flandriens’: Eddy Merckx, Johan Musseuw, Greg Van Avermaet, incluso Sven Nys.
Pero no es necesario esperar a una fecha determinada, ya que Flandes ofrece más de 1.200 kilómetros de rutas ciclistas de larga distancia –en una red que supera los 12.000-, con todo tipo de recorridos temáticos o no por todo el país.
Y un museo en Oudenaarde
‘De Ronde’, además, tiene su propio museo en Oudenaarde, que hemos visitado esta mañana y que resulta casi imprescindible para conocer la historia de la gran clásica flamenca.
Aunque el museo está totalmente actualizado –destacando un amplio panel donde resumen todas las ediciones celebradas, aunque se echa en falta una traducción al inglés o al francés, ya que solo está en flamenco, me quedo con la parte referida a los orígenes, en esa difícil época de la I Guerra Mundial, donde se puede ver y leer todo lo relativo al ciclismo de comienzos de siglo.
Junto a los maillots, a fotografías, carteles o una completísima colección de bidones, nos encontramos un vehículo del mítico equipo Flandria o un rodillo donde se puede ‘sentir’ lo que es montar sobre los adoquines.
Tienda y cafetería completan este emblemático lugar, que tiene dos ídolos en Tiesj Benoot –que vive muy cerca del museo y cuya bicicleta con la que ganó Strade Bianche este año se muestra completamente embarrada en una vitrina- y Fabian Cancellara, que celebró su victoria en 2013 sirviendo cervezas a sus fans… que daban la vuelta al museo para ser atendidos por este excepcional barman.
Jempi Monsere, tragedia y museo
La historia de Jean Pierre Monsere es una de las más trágicas de un deporte como el ciclismo, en el que junto a grandes gestas aparecen de vez en cuando estas situaciones. En el Mundial de 1970 en Leeds –el último disputado en tierras británicas, aunque el año que viene regresaremos a Yorkshire -, bajo unas terribles condiciones de viento se proclamaba campeón del mundo de carretera, por delante del danés Leif Mortensen y el italiano Felice Gimondi. Con 22 años y algo más de un mes se convertía en el ¡arco iris’ más joven de la historia, aunque en 1991 Lance Armstrong le superaba por unos pocos días.
Era su primera temporada completa como profesional, ya que había pasado el mes de septiembre anterior tras quedar segundo en el mundial amateur, precisamente detrás de Mortensen. Y en su primer mes como profesional se imponía ya en el Giro de Lombardía, aunque fuese por descalificación del ganador, por dopaje.
Ya corriendo con el arco iris, el estreno de Jempi en 1971 no pudo ser más afortunado, al adjudicarse dos etapas y la general de la Vuelta a Andalucía. Pero su racha –y su vida- no durarían mucho más: el 15 de marzo, cuando competía en el GP Rétie, era mortalmente atropellado por un conductor.
Ayer sábado habría cumplido 70 años y el aniversario no ha pasado desapercibida para sus vecinos de Roeselare, en el Flandes occidental –su nombre y apellido no deben hacernos caer en el error de que fuese valón-, que han aprovechado esta fecha para reinaugurar –después de cuatro años cerrado- el Koers, el Museo Nacional del Ciclismo, y en el que he tenido la suerte de acudir gracias a Turismo de Flandes y Bruselas. Sus tres plantas exponen algunos de los grandes recuerdos del ciclismo belga y mundial, en forma de bicicletas, maillots, carteles y mil y un objeto que hacen la delicia de cualquier aficionado, aunque personalmente me quedo con la segunda planta, con una increíble colección de libros, revistas y otras publicaciones a las que se puede acceder fácilmente, aunque es una pena –para mí claro- que la mayor parte estén en flamenco. Una razón más para visitar Flandes si te gusta el ciclismo.
Pude incluso hacerme una foto con Freddy Maertens, recordman de triunfos parciales en una Vuelta a España, con trece en la misma edición, también de esta región –igual que otros dos campeones del mundo como Benoni Beheyt o Patrick Sercu o el primer ganador belga del Tour, Odile Defraye- y haber protagonizado una época irrepetible para el ciclismo belga.
La tragedia de Monsere no terminaba ahí: unos años más tarde, fallecía atropellado su hijo cuando también montaba en bicicleta con una réplica del maillot arco iris de su padre que le habían regalado por su primera comunión.