Diez ciclistas que pasan por ser de los más hateados de la historia
Hace unos años recuerdo en un foro ciclista leer sobre una circunstancia que hasta entonces ni me había planteado, ciclistas hateados, la posibilidad de «odiar» a un ciclista por mil razones, por que te negó el saludo en una línea de meta, por que no tiene tu forma de pensar, quizá te bloqueó en redes -un saludo a JJ Rojas- o sencillamente no te gusta cómo corre.
La conversación en sí giraba en torno a Iban Mayo y Paco Mancebo, ya ha llovido, si el primero se llevaba buenos elogios, el otro cargaba con la cruz de correr de forma conservadora.
Hubo uno que, refiriéndose a Mancebo, dijo: «Es el típico ciclista que odio«.
Aquello nos impactó, ¿cómo es posible odiar a un ciclista, cuyo oficio nos despierta admiración y cariño en idéntica medida?
Pues sucede y nosotros hemos pensado en diez nombres, varios de ellos recientes, que ha despertado lo peor de los aficionados, sobretodo en estos tiempos en los que, como vimos al inicio del Tour, el espectador está muy encima de si se «fuman» o no una etapa.
Si nos vamos a los clásicos, el «ganador más desgraciado de la historia del Tour» fue Roger Walkoviak, quien vivió en una suerte de maldición amarilla con cientos de aficionados y medios de comunicación echándole en cara ganar la mejor carrera casi de carambola, como si el humilde ciclista francés tuviera control sobre la suerte de la misma,
Se acuñó la expresión «ganar a lo Walko» por él y pasa por ser el primero de los ciclistas hateados de la historia
Pasan los años y un tipo que no dejó indiferencia y que calló muy gordo durante mucho tiempo -un servidor iba a la Escalada de Montjuïc y le silbaba a su paso- fue Laurent Fignon.
En carrera debió ser odioso, lo mismo que en el trato con la prensa y la afición, cosa curiosa, por que hoy valoramos con mucho cariño su legado y recuerdo, admitiendo que lo necesario que sería en el ciclismo actual un tipo cono él.
Con Fignon, creció Bjarne Riis, el calvo que para muchos sacó a Indurain del palmarés del Tour, como si no hubieran otros nueve corredores entre el danés y el navarro.
Riis despierta muchas antipatías y carga casi en monopolio por una época en la que las aberraciones estuvieron al orden de día
Incluso hoy, la concurrencia celebra que haya dejado la estructura del NTT, que curiosamente encontró viabilidad cuando él abandonó el barco.
El siguiente «odiado», aunque amado, no sé si en la misma medida, es Lance Armstrong, cuyo principal pecado fue querer volar tan alto, que olvidó quien dejaba en la cuneta y le pasó factura.
Continúa en JOANSEGUIDOR.COM