Mis felicitaciones a Carlos Arribas por la atinada comparación que realiza entre el CIO y las altas jerarquías eclesiásticas en su crónica de ayer, lo que le lleva a llamar ‘concilio’ a la sesión que se está celebrando estos días en Mónaco, calificando igualmente de ‘encíclica’ a la Agenda 2020, las medidas presentadas y aprobadas para modernizar el olimpismo.
Desgraciadamente, por mucho que diga que se modernice, la Iglesia cada vez está más alejada de la sociedad, de los ciudadanos. Y mucho me temo que esto es también de aplicación al CIO, y que las medidas aprobadas por el Movimiento Olímpico pueden modernizarlo, pueden captar un mayor interés de los jóvenes –cada vez menos interesados en los JJ.OO. según reconocen a través de diversas encuestas-, pero no servirán para corregir la disimetría entre el deporte del día a día, el regulado por las Federaciones Internacionales, y el que se vive –aunque sea con la máxima intensidad- esos quince días al cuatrienio en los Juegos Olímpicos. Y es que por mucho que el sueño de cualquier deportista sea estar en un evento de este tipo, no se puede negar que las diferencias entre ambos ámbitos deportivos son enormes. Y pueden serlo aún más tras la aprobación de estas medidas de la Agenda 2020… o pueden desvirtuar algunas disciplinas deportivas que quieran mantener su sello olímpico. Renovarse o morir.
No voy a entrar en analizar las medidas éticas y económicas o de sostenibilidad y transparencia a la hora de elegir las sedes de los Juegos a partir de 2024, porque son absolutamente necesarias. Ni los procesos planteados para fomentar el uso no comercial de la marca olímpica. Simplemente me gustaría llamar la atención sobre tres aspectos que aún no están concretados, pero que pueden suponer esa revolución para nuestro deporte. Y para otros muchos.
El primero de ellos es romper con la noción de participación por deportes sino por eventos, que pueden ser competiciones que agrupen varias modalidades pero que den lugar a un solo podio final. En el ciclismo ya lo hemos vivido con el nacimiento del omnium en vez de las disciplinas tradicionales de pista (puntuación, persecución o kilómetro), pero sobre todo con el programa de los Juegos Olímpicos de la Juventud, un mix de carretera, contrarreloj, cross country, eliminator y BMX… con una sola medalla a la mejor nación. Y desgraciadamente, en ninguno de los casos para bien.
El CIO también se plantea una participación equitativa, algo también absolutamente necesario. En este sentido, el ciclismo es uno de los deportes que tiene igualdad en el número de pruebas masculinas y femeninas (nueve para cada sexo), aunque curiosamente todas las competiciones de hombres en carretera, BTT o BMX tienen más participantes que sus versiones femeninas. Y la equiparación, por aquello de no disparar el número de participantes, será hacia abajo. No es utópico pensar que el ciclismo en carretera masculino se dispute en el futuro con selecciones de menos corredores, tres o cuatro en vez de cinco, algo que ya pasaba hasta que se autorizó la presencia de los profesionales, en Atlanta 1996. Aunque, paradójicamente, esta más que probable reducción contradiga, aparte de la normativa UCI del día a día, otra de las nuevas ideas del CIO: incrementar la colaboración con las ligas profesionales para lograr que los mejores deportistas participen en los Juegos.
Y en tercer lugar, se habla de fomentar las competiciones mixtas… absolutamente inexistente en el ciclismo en cualquiera de sus modalidades, salvo el ‘team relay’ en BTT, que es una prueba absolutamente menor, casi de exhibición. Aunque en otros deportes es la misma tónica. Elucubrando, pero tomando como base las ideas anteriormente expuestas, no sería extraño que el BTT, por ejemplo, se convirtiera en un evento por naciones, con un solo podio, claro está, que contemplara una prueba masculina, otra femenina –cada una con dos ciclistas- y el mencionado ‘relevo’, con los cuatro. Brian Cookson ha reaccionado con rapidez e incluso se ha mostrado favorable a competiciones de pista con ambos sexos, pero mucho me temo que una persecución o una velocidad por equipos con equipos formados por hombres y mujeres quedaría demasiado desequilibrada, aunque una madison mixta podría ser interesante, si no fuera porque es una de las disciplinas sacrificadas y porque jamás se ha hecho en competición oficial.
Insisto, es hablar por hablar, pero me temo que si Mahoma se aleja de la montaña, las montañas federativas tendrán que buscar al Profeta, para remodelarse, incluso olvidando sus tradiciones, para adaptarse a esa neomodernidad olímpica salida del Concilio de Mónaco.
PD: No he leído nada aún, pero mucho me temo que lo que sí sería una positiva evolución, que los JJ.OO. de Invierno dejasen de ser solo de deportes de hielo y nieve, para posibilitar otras disciplinas ‘invernales’, es algo inviable para nuestra Iglesia. Adiós, pues, al sueño olímpico del ciclocross, o a un posible cambio de ubicación del ciclismo en pista, algo que tampoco veía con malos ojos el presidente de la UCI.