Cada año que vemos La Flecha Valona acabamos con la misma sensación. Una carrera preciosa por el paisaje, por el paisanaje, por el ruido, por su configuración. Una carrera tremenda, una joya en el porfolio de ASO que cuando compite Alejandro Valverde Belmonte tiene la espada de Damocles sobre su cabeza
“Confianza, fuerza y un gran equipo
Miedo no, respeto sí. Tengo una gran condición física y hay que aprovecharla
Esto es naturaleza
Es una carrera que le tengo bien cogida la medida
Me quedo con hoy. Ya se verá en Lieja
El año próximo, si Dios quiere y no pasa nada, volveremos”
Este tipo está tocado por la una varita, algo mágico que le hace irrepetible. Tiene el estado físico que a muchos se les niega a su edad y encima lo hace fácil. Valverde ha convertido Huy y su capilla en un paso de la semana santa murciana, cuando Escámez, su incondicional auxiliar hace eso de “al cielo con ella” mientras le da el primer abrazo tras ganar una Flecha, otra más, cinco ya.
Sólo un segundo marca la clasificación entre Alejandro y el resto, Dan Martin y Dylan Teuns a su estela. Ni siquiera el yorugín francés Gaudu pudo pasar de susto efímero, probando la amarga medicina que te da el murciano de azul cuando te pasa cual rodillo en la recta que lleva a la coronilla de Huy. Alaphilippe ya tiene sucesor en la amargura de saberse derrotado.
Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor