Cuenta Carlos Arribas en su libro “Ocaña” el tremendo mazazo que el gran ciclista conquense se llevó cuando Bernard Hinault no cumplió la palabra dada para sacar adelante un equipo ciclista de postín, bajo el patrocinio de los constructores Merlin, que se habían forrado sembrando de hormigón parte de las preciosas costas del surde Nantes. El mazazo para Luis fue doble porque las calabazas del bretón conllevaron que los mecenas declinaran su interés en el proyecto. “Si no está Hinault, no money”.
Anteayer Arribas fue a la presentación de los equipos de la Fundación Contador. Lo que el periodista define como “una fría sala”, se tornó en expectación y especulaciones cuando Alberto Contador empezó a trazar el laberinto de opciones que tiene de aquí a finales de año. “Si tengo equipo muy bueno me quedo, si no lo es tanto, igual me quedo, si es equipo más modesto, no me sigo, pero estaré en segunda línea, aunque no quiero ser ni manager ni director…”
Esto es un “sinDios”, vamos. Todo ello se adereza con un baile de cifras que ahora mismo provocan confusión, por un lado, y la certeza, por otro, de que un corredor, que ha pasado bastante hambre este invierno para exhibirse muy fino ahora, no puede centrarse en objetivos del tamaño del Tour de Francia y los Juegos Olímpicos de Río con tamaña nebulosa de opciones sobre la mesa, no al menos al nivel de su principal rival, Chris Froome, que trabaja a discreción con el diseño de un equipo escandaloso y alejado de los números y las cábalas de hacer rentables sus futuros patrocinios.
Que Contador quiera sacar un equipo del máximo nivel es una excelente noticia, ahora que parece que algo despierta en el languidecido ciclismo español, porque al proyecto sub 23 de Manolo Saiz, se le suman la intención del tándem Javier Mínguez- Josu Garai de tener equipo el año que viene y ahora la opción de Contador, que juega su futuro profesional a que entre un sponsor que corra con los gastos gordos de la nueva estructura.
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