Fue la mayor estrella del ciclismo. La personificación de la internacionalización de este deporte. Una estrella como nunca antes habíamos conocido. Su fama superó con creces las fronteras de este endogámico mundillo. Se codeaba con Tiger Woods y Michael Jordan. Cenaba con George Bush y Bill Clinton. Tomaba copas con Sheryl Crow o Paris Hilton. Brindaba con presidentes de la República. Firmaba contratos millonarios con Nike. Era la imagen de la lucha contra el cáncer. Inundó, literalmente, el planeta con sus pulseras amarillas. Lo fue todo. Subió tan alto que su caída, previa (pagada) confesión a Oprah, sonó atronadora mucho más allá del mundo del deporte. Fue la caída de un semi-dios. Tanto que sus ecos siguen escuchándose años después. No había perdón posible. Se acabaron los días de vino y rosas y todo el que alguna vez le conoció, le dio la espalda. Recluido y –casi– olvidado, pensar que Lance Armstrong se recluiría en su rancho de Texas a ver pasar los días era, a todas luces, una utopía. Incluso en sus momentos más bajos, un luchador como él (su titánica lucha contra el cáncer es una innegable muestra de su carácter) no podía hacer mutis por el foro.
Dicen, sin embargo, que el tiempo todo lo cura. Que las heridas que una vez parecieron incurables, poco a poco van cicatrizando. Dejan de sangrar. Dejan de doler. En ocasiones, nada en la piel delata que una vez ahí hubo un agujero por el que la vida se escapaba. Otras, sólo una pequeña marca nos acompañará para el resto de la vida como alerta. Como un recordatorio de lo que alguna vez hicimos mal.
Seguramente el caso de Lance Armstrong no vaya a olvidarse jamás. La hemorragia fue tan grave que dejó al ciclismo tocado por mucho tiempo. En tratamiento de larga duración, pero el enfermo muestra claros síntomas de recuperación y –parece– que puede estar llegando el momento del perdón.
“Existe una posibilidad real de redención para Lance Armstrong”, ha soltado, casi sin inmutarse Brian Cookson, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI) en una entrevista concedida a Velonews. “En realidad, la hay para él y para todos. Creo que todo depende de lo que dijera en la comisión y si estaba preparado para hablar sobre su involucración o la de otras personas [en la trama de dopaje] y de si está realmente arrepentido y siendo merecedor del perdón”.
Es la primera vez que un dirigente del máximo organismo mundial abre la puerta a esta posibilidad añadiendo que “creo que hay que contar lo que él hizo y que no lo hizo solo ni que fue el único en hacerlo. Todo depende de lo que haya dicho en la comisión y de lo que allí hayan sacado en claro por ello… debemos de reconocer su derecho a la redención en el caso de que la merezca. Creo que es lo que Travis Tygart lleva tiempo diciendo, pero primero veamos qué es lo que ha contado”.
La comisión a la que se refiere Cookson es la Comisión Independiente para la Reforma del Ciclismo (CIRC), que publicará sus conclusiones, seguramente, en el mes de enero de 2015. El presidente de la UCI matizó que “hay que ver las cosas con perspectiva. Él era el mejor corredor del mundo. La mayor estrella. El único con siete Tours. El que subió más alto y, por lo tanto, el que sufrió la caída más dura. Pero también hay que tener en cuenta que a otros, por colaborar con las investigaciones, se les ofrecieron sanciones reducidas. Así pues, ese tipo de acuerdos eran válidos desde su punto de vista [se refiere a la USADA y su decisión de reducir las condenas a los deportistas que colaborasen o delatasen prácticas dopantes propias o de terceros]. Armstrong y el US Postal no fueron los únicos involucrados en la trama de dopaje”.