Hay ciclistas dotados de un extraño talento, de una curiosa manera de fijar las miradas sobre ellos aunque sus formas no sean las más elegantes y su figura la más apolínea. Daniel Martin, ciclista irlandés, de estirpe de ciclistas, de los pocos que hay por aquellas latitudes, es uno de esos ciclistas. No es el más elegante, ni el más sutil, hace bien muchas cosas, pero no es el mejor en nada, al menos en apariencia, y sin embargo encandila, cae bien y la gente le aprecia.
Este corredor, de corto pero exquisito palmarés, protagoniza unos de los traspasos del año, aunque eclipsado por otros. En su proceso de renovación el Garmin de Jonathan Vaughters pierde algún estandarte. Al margen de Ryder Hesjedal, Martin se une a la normal renovación de las plantillas. Ambos han sido santo y seña en su casa, auténticos faros para este equipo que ha hecho de “Girona i rodalies” su centro de operaciones.
El destino de Daniel Martin será el Etixx, donde se le exigirá ser dos en uno. Por un lado Martin espera ser el nuevo Michal Kwiatkowski, estar delante en las Ardenas -en comunión con Alaphilippe- y cazar etapas al vuelo. Sin tener como objetivo la omnipresencia del polaco, Martin tiene el listón alto. Kwiatko pasa a engrosar la tremenda nómina del Team Sky.
Paralelamente querrá ocupar el hueco de Rigoberto Uran, con quien cruza camino, pues el colombiano se va a la que ha sido casa del irlandés. El objetivo de sustituir a Urán es quizá más asumible, por cuanto las grandes vueltas nunca han sido una prioridad en la bitácora de Lefevere, obsesionado con las carreras del adoquin, primero, y luego las Adernas.