¿Sabíais que Perico lleva la friolera de más de veinte años narrando las peripecias de los pros tanto en el Tour como en la Vuelta?
— ¿Tantos? os preguntaréis muchos de vosotros.
Pues sí, aunque no lo parezca, Pedro Delgado lleva dándole a golpe de micrófono, acompañándonos en nuestras sobremesas ciclistas de los grandes acontecimientos del calendario internacional, desde prácticamente su retirada del ciclismo profesional.
Y de esto hace nada menos que 23 años.
Su carisma, su personalidad, su carácter dicharachero y locuaz -y no seguimos porque no vamos a descubrir aquí y ahora su labia y verborrea-, hicieron que desde TVE pronto se fijaran en él para cubrir junto al recordado Pedro González las largas y aburridas horas de retransmisiones ciclistas.
Nadie como él, ciclista mediático en este país donde los haya, capaz de no parar de hablar atrapando al espectador con sus historias, unido a su experiencia como profesional, sus anécdotas para todos los gustos, como su famoso el minuto de oro de Perico, para rellenar con sus acertados (o no siempre) comentarios, la larga espera que supone narrar en directo los momentos más decisivos de las carreras.
Y esto sólo lo podía conseguir Pedro Delgado.
Cuando nuestra otra estimada voz del ciclismo, Pedro González, nos dejó aquella triste mañana del 1 de enero del año 2000 de manera súbita, a Perico le asignaron como pareja de baile a su actual compañero Carlos de Andrés, con el que comparte desde entonces micrófonos, cámaras y plató de TVE para trasladarnos las vivencias de los corredores de una manera divertida, o al menos entretenida, entre chascarrillos y chistes (malos).
Por mucho que pasen los años siempre recordaremos, por poner un ejemplo, su famoso tararirari ¡al ataque!, mientras acompaña la frase con un buen solo de corneta. En fin cosas de Perico.
El caso es que en la retransmisión de esta pasada edición de la Vuelta tuvimos una agradable sorpresa con uno de los invitados que suelen acompañar a la pareja para comentar la etapa del día.
Nos estamos refiriendo, sí, a Purito Rodríguez, claro está.
Artículo completo de Jordi Escrihuela en el Cuaderno de Joan Seguidor