El año no ha hecho más que romper a correr y ya tenemos el primer susto, el primer positivo de la campaña, el de Alberto Gallego. He querido dejar pasar un poco, coger distancia, leer aquí y allí, antes de emitir cualquier comentario, que como siempre estará sujeto a interpretación.
La primera consecuencia es la de siempre en estos casos, la sorpresa del afectado, una sorpresa muy relativa, pues se disfraza de imprudencia por comprar algo que no está en el canal del equipo y de paso ingenuidad, porque sabiendo como están las cosas, jugársela de esta manera es increíble. Lo siento pero el castigo está proporcionado al error.
Y ese es el problema, que ha pasado tantas veces lo increíble en el ciclismo, que el mundo está insensibilizado. Su equipo lo fulminó, la afición pasa de puntillas, los medios cuestionan su inteligencia y sólo se oye algo a su favor en su entorno más cercano.
Yo entiendo perfectamente está reacción, porque hay que ser muy inconsciente para hacer esto, más teniendo en cuenta tu pasado reciente, cuando un día, de buena tarde, te ves con Nairo y Contador en el Port de Bales a diez días del inicio del Tour, ambos en su mejor versión. Eso, que con un trabajo imposible, ya es complicadísimo de por sí, te pone en la diana, al margen de otras consideraciones.
Dice que hará contranálisis, puede jurar en hebrero, su equipo le ha deseado suerte en el empeño, pero ese hueco que le costó una vida lograr es muy complicado que vuelva a tenerlo. Me hizo gracia leer lo de dopaje rico y dopaje pobre respecto a la sustancia que ha pitado, la misma que Ben Jonson hace casi treinta años en Seúl. La verdad es que rudimentario suena, pero yo lo de dopaje rico y dopaje pobre lo veo por otro lado.
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