Con seis medallas –tres oros, dos platas y una de bronce-, España terminaba en el cuarto lugar del medallero de los recién finalizados Campeonatos del Mundo de paraciclismo en pista. Cierto que las tres naciones que terminaban por encima quedaban bastante distanciadas –Reino Unido con 21, Australia, con 16 y China con 12-, pero la posición de nuestro país evidencia su condición de potencia mundial en ciclismo adaptado, tanto ahora en pista como vemos en verano en carretera.
Pero este post no surge para destacar los indudables méritos de nuestros paraciclistas, sino para hacer una comparación, tan odiosa como necesaria, con el –llamémosle así- ciclismo convencional de pista, que del Mundial de Pruszkow se iba con una sola presea –la plata de Sebastián Mora-, en la duodécima posición del ranking por naciones.
¿Son tan diferentes estos dos ciclismos como para que tengan estos resultados tan dispares? Según se mire y, sobre todo, según se quieran buscar similitudes y soluciones que se están demandando a gritos ante los oídos sordos de quienes más deberían preocuparse.
El paraciclismo tiene combina diferentes tipos de corredores. Por ejemplo, jóvenes que siempre han sido corredores, incluso centrados en la pista –Alfonso Cabello, Eduardo Santas…-, con otros que han sido captados de otras disciplinas deportivas, ajenas incluso al ciclismo –Ricardo Ten, Ignacio Avila…-. Corredores con una amplia experiencia en los velódomos y las carreteras, con otros que han ido progresando desde abajo. Y por supuesto, unos especialistas en fondo y otros en velocidad. Por no hablar de que hoy en día tenemos grandes corredores en las cuatro modalidades paraciclistas, las propias de pista –bicicleta y tándem- con las exclusivas de carretera –handbikes y triciclos-.
Sin ánimos de ser exclusivos o excluyentes, todo ello puede deberse a la presencia de un patrocinador volcado con esta modalidad como Cofidis, que incluso tiene un programa de captación de promesas, aunque mucho de su actuación tenga un carácter de promoción social de la marca que no es deportivo. Y, por supuesto, un trabajo combinado desde la base hasta la cima.
En el ciclismo en pista convencional nada de esto existe. No se ha buscado un patrocinador exclusivo que pueda ser el soporte para todo este programa. Y como decía recientemente, no es sólo cuestión de dinero, sino de imaginación y compromiso, sobre todo. Y por supuesto que se pueden captar corredores de otras disciplinas: en este caso no hay que irse tan lejos como a la natación de Ten o el atletismo de Avila, sino que vale con el ciclismo de carretera.
Las comparaciones son odiosas, pero necesarias. Y aunque en ciclismo adaptado no todo es de color dorado –aunque no es el tema de este artículo- no hay peor ciego que el que no quiere ver… o mira en la dirección incorrecta.