Está defendiéndose como gato panza arriba. Arañarle cada segundo que le ha situado a 1:25 del liderato, le ha costado a Fabio Aru y, por extensión, a Purito Rodríguez, más que sudor. El holandés, que pese a ese retraso en la general sigue apareciendo, con la CRI de Burgos tan cerca, como el gran favorito para la victoria final, está mostrándose no sólo en un estado de forma excepcional, sino también –sobre todo– muy inteligente. Y ya no hablamos únicamente de no cebarse con los ataques que puedan producirse en el terreno que menos le conviene, las subidas, sino a su forma de correr en general. Cuando llegan las rampas del último puerto de la jornada, el portador del maillot blanco de la Vuelta a España se sitúa en la cola del grupo. Allá donde la velocidad es un poco inferior que en la cabeza y donde los efectos de los latigazos que producen los acelerones de cada cual se remiten sensiblemente. Allí, lejos de la vista de sus rivales y en el centro del objetivo de las cámaras de televisión, que como la leona hambrienta esperan cazar el momento en el que se descuelgue, se impone su ritmo, controla sus vatios y sus latidos y no se inmuta. Sabe que, en un momento dado, perderá la rueda del corredor que le precede, pero sabe también que intentar seguir a una velocidad superior supondría una pérdida mucho mayor en términos de tiempo. Inteligencia y, pese a sus sólo 24 años, experiencia.
Y así, habiendo vestido el maillot de líder tres días, se ha metido en la última semana con sus opciones intactas. Tendrá que sufrir muchísimo, eso está claro, para vestirse de rojo en el Paseo de la Castellana, pero sin hacer demasiado ruido nadie se atreve a descartarle. Hoy, 185 kilometros y siete puertos de montaña por delante, tiene, seguramente, el día más complicado de toda la Vuelta esperándole. Es el día más complicado para él y, seguramente, el ideal para que sus rivales intenten eliminarle por completo.
Son siete puertos, sí, pero debemos de fijarnos en los dos últimos. En La Cobertoria, el de la infame bajada que tantas imágenes trae a la memoria, y el de la Ermita de Alba. Dumoulin, tipo listo, espera hoy un ataque desde todos los flancos. En su país, donde ya casi nadie recuerda qué supone que ‘uno de los tuyos’ gane una gran vuelta, hablan, no sin retranca, de un pacto hispano-italiano. Cualquier cosa para justificar los nervios de una afición que, en muchos casos, no recuerda la Vuelta de Joop Zoetemelk de 1979 y su Tour de 1980, últimos triunfos en las tres semanas de un corredor del país de los tulipanes. Él, más realista e, irónicamente, el más tranquilo de todos, se muestra mucho menos conspiranoico.
Para el día de hoy, Dumoulin augura que “Aru y Rodríguez van a ser lo suficientemente inteligentes como para no estar mirándose entre ellos en el día de hoy”, les reta. El holandés del Garmin-Alpecin augura que “van a mover la carrera desde el penúltimo puerto y hacer todo lo posible por soltarme. Realmente, espero que Astana, Katusha y Movistar correrán de manera ofensiva desde La Cobertoria”.
El corredor holandés desvela, finalmente, por donde pasan sus opciones: “mientras Aru y Rodríguez estén centrados en amargarse la vida entre ellos, yo tendré mis posibilidades”. Y lo dice de esta manera porque, aunque no lo reconozca públicamente, él y su equipo ya han estudiado la pérdida de tiempo que le mantendría vivo en la pelea por la Vuelta. Bronce en el último Mundial de CRI de Ponferrada, sabe de su superioridad en esta especialidad frente a sus dos grandes rivales y se ha impuesto el límite del minuto perdido en la etapa de hoy. Todo lo que sea no subir de esa pérdida y, por lo tanto, no rebasar los 2:30 en la general, sería dejarle muy vivo de cara al rojo final.