El crecimiento del ciclismo femenino no se refleja en los velódromos

La pista femenina sigue necesitando nuevas figuras

Track Piste / Ciclo 21

La Federación Española se felicitaba ayer, con motivo del Día internacional de la Mujer, del excelente momento que vive el ciclismo femenino español y que se plasmaba en un dato: un aumento de un 40% en el número de licencias federativas femeninas desde 2015.

Sin datos que lo sostengan –ni en el texto ni dentro de la web federativa-, la única opción que nos queda es creernos estas cifras –pese a que hace algunos años hicieron una comparación similar que no resultó muy exacta-, aunque hay dos hechos claros que no necesitan números: el crecimiento se está produciendo, sobre todo, en el ciclismo de tiempo libre –cicloturismo y masters, por no hablar de ese producto federativo tan peculiar que son las quedadas- y que el incremento de licencias femeninas no se traduce en un aumento de las licencias totales, estancadas en torno a las 79.000 desde 2016, por mucho que haya un producto alternativo, el carné ciclista, que entonces no existía.

Pero como Trackpiste es simplemente una página de ciclismo en pista vamos a ver la trascendencia que tiene este supuesto crecimiento en la práctica en los velódromos, cogiendo no desde 2015 sino desde 2008 con el objetivo de poder ver mejor si existe esa tendencia de crecimiento. Y, de entrada, en lo que se refiere a los Campeonatos de España no es tal.

En la categoría élite, comprobamos que en 2014 se registró un significativo importante aumento de corredoras en los Campeonatos de España -27 respecto a las 18 del año anterior-, pero la cifra se mantiene más o menos fija en este último lustro, con un pico máximo de 32 corredoras en 2017 que no se ha vuelto a alcanzar.

Pasando a las juveniles, la participación de 27 corredoras de 2009 fue reduciéndose para repuntar en los años 2014 (29) y 2015 (28) y volver a disminuir. El año pasado se aumentó nuevamente hasta tener 26 corredoras, una cifra inferior a los máximos históricos señalados.

Finalmente, en cadetes, encontramos una participación máxima en 2012 (36 ciclistas) que fue disminuyendo en años posteriores, con un mínimo de 21 ciclistas en 2015 para repuntar hasta las 36 del 2019, que iguala esa presencia señalada de hace ocho años. Ojalá estemos en las mismas cifras en 2020, lo que sería una buena señal y no una simple casualidad.

En lo referido a la competición internacional, el número de corredoras presentes con la selección en el Mundial absoluto se ha mantenido en esta última década entre tres y cinco, sin que se aprecie ningún aumento. Y en lo que se refiere a resultados, desde el bronce de Leire Olaberria en el ómnium del Mundial 2010, no se ha vuelto a subir a un podio. Claro que en carretera y BTT los grandes resultados españoles se produjeron también en la década pasada o incluso en la anterior.

En los Mundiales juniors no hay una tendencia clara en cuanto a participación, sino unos números erráticos, muchas veces debidos más a la cercanía o lejanía de la sede mundialista –y al coste económico que conlleva el viaje-, que a la existencia de un verdadero proyecto deportivo a medio largo plazo.

Por el contrario, la presencia olímpica sí sufre un importante retroceso: siempre había habido una fémina en los Juegos desde el año 2000, con ese hito que supuso tener al equipo femenino de velocidad –dos corredoras- en 2016… para quedarnos sin representación en Tokio 2020.

Ojalá el ciclismo femenino español siga en esta misma línea, que cada vez se vean más mujeres en las carreteras. Pero que esa práctica se traduzca en un aumento de nivel deportivo y, en lo que nos atañe, en los velódromos.

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