El ser humano tiene una tendencia natural a normalizar las cosas que, en ocasiones, nos obliga a parar en seco para poder observar la realidad con cierta perspectiva. Muchos de los lectores de Ciclo21 no han conocido un mundo sin Internet, Google e, incluso, smartphones. Sin embargo, aquellos que crecieron con máquinas de escribir, cassettes, teléfonos de rueda o aquella extraña máquina llamada fax, tampoco son capaces ahora de explicarse cómo fueron capaces de sobrevivir a aquellos tiempos.
Las personas vamos asimilando los cambios que diariamente se producen en nuestras vidas y aunque en un primer momento nos parezcan cosas asombrosas, no tardamos en ver las novedades como algo rutinario. Eso es lo que sucede hoy por hoy con el ciclocross femenino. Con un Mathieu van der Poel que se pasea sin rival por los circuitos europeos, son muchos los que señalan (señalamos) a la categoría femenina como la más espectacular y entretenida cada fin de semana. Lo mismo se podría decir, en muchas ocasiones, respecto al ciclismo en ruta, pero ese es otro cantar que ahora no viene a cuento.
Para todos aquellos que vean ahora como algo normal y lógico que el ciclocross femenino comparta protagonismo con el masculino e, incluso, le supere en interés, sería bueno que recordaran que el que en febrero se celebrará en Bogense (Dinamarca) será sólo el vigésimo mundial para mujeres elite que se celebre. Efectivamente, el primer maillot arcoíris invernal que se le otorgó a una mujer fue el de la mítica Hanka Kupfernagel (Alemania) en Sint-Michielgestel (Países Bajos) en 2000.
Pero la cosa podría ser considerada todavía mucho más grave si tenemos en cuenta que la primera carrera elite femenina disputada de forma oficial se disputó sólo dos años antes. Fue con motivo del Azencross de Loenhout de 1998 cuando la categoría se inauguró de manera oficial en competición. Por ello, y para celebrar el 20º aniversario de un momento tan importante, ese mismo organizador ha decidido incluir en el programa oficial la primera prueba júnior femenina. La cita será el 28 de diciembre y corresponderá a la quinta prueba valedera para el Trofeo DVV.
Está por ver si la apuesta se convierte, como ya sucedió hace 20 años, en la primera piedra de un nuevo camino. Es cierto que la UCI ha anunciado que el año que viene eliminará las pruebas sub23 masculinas para aligerar el programa de cada prueba, pero también lo es que ha convertido en obligatorio hacer hueco de forma obligatoria a una cita Júnior masculina, aunque no ha dicho nada respecto a la categoría femenina, algo que va en contra de su tan predicada lucha por la igualdad.
Además, las chicas de la categoría cadete, que suelen competir en la misma prueba que los chicos, tomarán la salida junto a las féminas júnior. Estas dos medidas llegan, además de por el buen recibimiento que han obtenido entre el cuerpo organizador de la cita de Loenhout, por iniciativa de Helen Wyman y Sven Nys, todo enmarcado en la campaña #Helen100 que capitanea la corredora británica y que recauda fondos destinados a facilitar el camino a las jóvenes corredoras que tratan de abrirse paso en las categorías inferiores.
Los responsables del Azencross darán, por lo tanto, un primer paso que los demás deberían, si quieren demostrar que son sensibles a la realidad del siglo XXI, seguir.