Óscar Trujillo Marín / Ciclismointernacional.com
Thomas de Gendt puede presumir de ser uno de los pocos corredores del pelotón que sin ser vueltómano laureado ni clasicómano destacado, ni sprinter de postín, es figura estelar por nombre propio y tiene su lugar indiscutido en la élite de este deporte.
Para colmo, es querido respetado y admirado por rivales, técnicos y aficionados. Su entrega, pundonor y constancia son encomiables, y su merecido prestigio se lo debe a ser uno de los más espectaculares y efectivos caza etapas en pruebas de primer nivel de todo el World Tour durante muchas temporadas.
El belga de 34 años, que ha pasado buena parte de su carrera cabalgando escapado, se le fue la última etapa de la Paris-Niza. Pero no es un deshonor: terminaba en una larga cuesta y se la arrebató uno de los más grandes escaladores (por si fuera poco muy inspirado en este inicio de curso) de la historia reciente, Nairo Quintana. En la página oficial del su equipo, Lotto, narró la experiencia de una etapa en la que se quedó con la miel en los labios.
“Al final nos quedamos solos con Julian (Alaphilippe), vi en su rostro que no iba fino ya. No quería correr ningún riesgo y también lo dejé. No tenía intención de darle un aventón gratis”, comentó el versátil corredor belga. Para añadir después: “Y sin embargo, ya no creía en la victoria. Las fuerzas me estaban abandonando a mí también. Mientras fuimos seis en la fuga, Bettiol y Paret-Peintre no cooperaron, y Pérez no fue de ayuda cuesta arriba”. Explicó sin acritud Thomas para ilustrar lo que todos vimos, que el peso de la escapada lo llevó él con el otro laureado crack francés.
“No nos guardamos nada, hicimos el trabajo nosotros y después de 150 km por delante ya tenía las piernas quejándose mucho más de lo deseado. También sabía que tenía una ventaja de 1 minuto a 3 kilómetros de la meta. Pero de repente se me esfumó. Entonces vino Quintana y… Así es esto, a veces te alcanza a veces no, siempre que se pueda hay que intentarlo. Pero vuelvo a Bélgica con un sentimiento agradable. ¿Por cuánto tiempo, no lo sé?”, continuó.
De Gendt dejó ver la enorme incertidumbre que se cierne sobre unos corredores que deberán intentar seguir entrenando sin un objetivo fijo claro o señalado. Es decir, la antítesis de la rigurosa, escrupulosa y progresiva preparación actual que apunta a picos claramente definidos.
Una de las grandes estrellas del Lotto dio su balance de la París-Niza: “ha sido una gran carrera, incluso con un pelotón mucho más pequeño este año. Honestamente, la competencia perdió algo de su brillo después de dejar caer a varios de los mejores equipos, incluso sin empezar, pero ha habido una verdadera batalla todos los días”, añadió el corredor flamenco.
Pero su impresión más inquietante (no solo para él si no para el resto de atletas y ciclistas profesionales) ocurrió cuando fue interpelado acerca de cómo mantener la condición entre la incertidumbre reinante:
“Pero ¿cómo hacerlo? Esa es la pregunta”, continuó De Gendt. “Eso es algo que deberíamos discutir con nuestro entrenador. La parte difícil es, sobre todo: ¿dónde trabajas? Con tantas restricciones de movilidad, vetos y prohibiciones ¿para regresar a competir cuándo? ¿a mediados de mayo tal vez, junio… para el Tour…? ¿pero para qué tipo carrera te preparas? si no se sabe cuáles van a poder realizarse, o no. Si se solapan muchas quizás. Es un poco estúpido llegar a una fecha determinada si no hay perspectivas. En mi opinión, el Tour será lo único fijo. Ciertamente apunto a eso”, analizó.
Ese gran dilema y dudas lo tienen todos ahora mismo, en una temporada absolutamente atípica e inédita en la historia del ciclismo moderno y que trastocará toda la milimétrica y rigurosa planificación que traían desde noviembre pasado.
Hubo muchos corredores importantes que se quedaron sin debutar, y de seguro les pasará factura. Otros que corrieron apenas nada y así llegarían ante una incierta reanudación en dos o tres meses. Está claro que los pronósticos esta temporada son inútiles, que cualquier favorito consagrado puede fallar estrepitosamente, por falta de ritmo de carrera o sobre entrenamiento o deficiencia en el mismo, sería comprensible. Claro también está, que nunca la pugna interna por ser incluido en la nómina de cualquier carrera oficial que se empiece a correr será tan feroz, con todo el estrés añadido y tensión que eso trae.
Desde luego, no hay antecedentes de algo parecido. Cancelaciones totales si, durante los años de la guerra, pero de esto no. Sus consecuencias son impredecibles aún.