Atmósfera de ciclocross. Dicen que en Bélgica ya han caído las primeras heladas y asomado los primeros copos. El invierno llega, tarde, pero llega y envuelve el ambiente del ciclocross de su espesura helada trenzada con ese ambiente que atufado a frito.
Este primero de noviembre tiene lugar una de las carreras más bonitas de la temporada, es el Koppenbergcross, el vértice donde se tocan dos modalidades, carretera y ciclocross, un sitio prendado de magia, que tiene miles de afines cada año que lo visitan, atraídos por la leyenda de De Ronde y aquel atropello de Jesper Skybby hace unos treinta años.
En el Koppenbergcross suben el estrecho muro de adoquín de Oudenaarde las veces que se puedan hacer en una hora, más las campas aledañas donde se congregará una multitud, mal agolpada en lomas, para ver malamente, muchos de ellos, una carrera que se puede seguir sólo con el calambre de sonido que corre de garganta en garganta cada vez que pasa un ciclista por el sendero.
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