El gran dilema de Alberto Contador

Kreuzigr mira a Contador © twitter

Fernando Ferrari / Ciclo 21

Los ciclistas profesionales suelen dormir bien y más tras una dura etapa del Tour de Francia donde el desgaste de la velocidad y los kilómetros se unen a la tensión. Menos problemas para conciliar el sueño tienen corredores expertos y ganadores como es el caso de Alberto Contador. Pero su cabeza debe ser eso que llaman ahora en inglés una tormenta de ideas. Lógico. El madrileño se rebusca en la clasificación general y no puede hacer más que fruncir el ceño. Su análisis ha de ser frustrante y desolador. Dos caídas en dos días consecutivos, el lastre físico de sus consecuencias y sentir como su equipo Tinkoff maneja una incomprensible táctica que deja solo -y en dos ocasiones- a su jefe de filas para la general del Tour de Francia. Circunstancia inaudita en un deporte donde el compañerismo es básico. «El Tour está muy difícil» dice el implicado. Y más si lo torpedean desde su propia casa.

El madrileño viaja ahora a casi un minuto y medio de los grandes favoritos que siguen y seguirán siendo Chris Froome y Nairo Quintana -aunque Alejandro Valverde, que iba a ceder tiempo, es tercero provisional- y su gran dilema es qué hacer a partir de ahora. La solución es tan simple como complicada. Aguantar como sea en el grupo de los mejores y esperar el tránsito de los Pirineos para poder recuperar en los Alpes y seguir soñando con el podio o -como hizo Purito Rodríguez el año pasado- olvidarse del amarillo y pugnar por etapas y/o el maillot de la montaña, por ejemplo. El veredicto, conociendo la trayectoria del biganador del Tour, es evidente. No arrojará la toalla mientras siga manteniendo una desventaja accesible que le permita ver de cerca el podio. Los éxitos parciales o una clasificación secundaria son premios de consolación para un corredor que ha vivido ocho meses por y para el Tour -con cuarto éxito en País Vasco incluido- y con el anuncio de su continuidad, al menos, otras dos campañas.

Pero tiene un muro por delante formidable y en su cima aparece el nombre de Tinkoff y, por ende, su excéntrico propietario Oleg Tinkov, cuyos tuits los convierten en primicias mundiales y que dice que seguirá en el pelotón -curioso criterio- si Sagan gana dos etapas. Sobre si Contador se lleva el Tour no sabemos nada. Una de las clásicas preguntas cuando ficharon a Peter Sagan era cómo se iba a convivir en el equipo las dos opciones estratégicas. El año pasado lo resolvieron sin aparentes problemas en un Tour donde Contador acusó su victoria en el Giro acabando quinto y Sagan con el maillot verde pero sin victorias de etapa.

En 2016 la situación ha cambiado. A las caídas de Contador se sumó el doblete de Sagan con victoria en Cherburgo y maillot amarillo, quedando en evidencia el favoritismo de la escuadra que dirige el holandés Steven de Jongh, sustituto del despedido Bjarne Riis, hacia el mediático arcoíris. Mientras por delante se buscaba lanzar al campeón del mundo, por detrás Contador veía como sus compañeros le iban dejando solo excepción hecha del croata Kiserlovski. Primer gancho.

Ayer, camino de la estación de esquí de Le Lioran, el desbarajuste fue descomunal. Sagan, ya despojado del maillot verde, no tenía opciones de nada por lo que la prioridad era su jefe de filas. Nada más lejos de la realidad. Fuga de nueve corredores y entre ellos el campeón de Polonia -se le suponía en forma-, el sonriente Rafal Majka, dedicado a perder minutos en las etapas previas con el objetivo claro de lo que se vio ayer. Ir en plan individual -caso similar al del Visconti y Movistar en el Giro como reconoció el propio Valverde- para repetir su etapa del año pasado. Pero ni una cosa ni la otra. Majka -que busca equipo como todos sus compañeros- ni ganó -no quiso colaborar como declaró el futuro líder Van Avermaet– ni ayudó a su jefe firmando un estéril tercer puesto en la etapa.

Contador sufrió en Le Lioran © Bettini

Contador aún tuvo que aguantar dos golpes fruto de la competición más desgarradora del calendario. Vio primero como Movistar prefirió reventar el pelotón para minar sus opciones en lugar de haberlo hecho antes para echar abajo la escapada y que Alejandro Valverde tuviera la opción de volver a poder ser maillot amarillo del Tour. El equipo navarro lo logró a medias. Obviamente no pudo con el encendido belga del BMC, se quedó sin #sueñoamarillo del murciano, pero sí contribuyó a que cuando el local Bardet lanzara su andanada final Contador no pudiera más.

«La pierna izquierda no funciona» reconoció a los medios -intermediarios hacia los aficionados- dando la cara al menos en las duras y sin criticar nada de su escuadra. Y todo sería normal como en otras tantas carreras. Pero el pinteño aún recibió otra pulla más en su agónico camino de meta. Ver como su compañero y otrora fiel Roman Kreuziger viajaba delante, miraba hacia atrás, observaba a su descolgado líder y «si te he visto, no me acuerdo», mientras Majka adelantaba a Purito como tercero del día. Una de las imágenes virales en las redes sociales que deja bien a las claras lo que es el Tinkoff y a qué punto ha llegado.

Y en esa borrasca mental por la que atraviesa Contador aparece justamente qué puede esperar de sus compañeros. Un grupo dividido, individualista, torpemente dirigido, sin nadie que dé un golpe en la mesa y con todo un Tour por delante. Un viaje mucho más áspero de lo que pensaba uno de los grandes favoritos y que tendrá que asumir en semejante ambiente y con los Juegos Olímpicos a menos de un mes sin lista oficial de Mínguez. Y después aún queda la Vuelta a España en el camino con los mismos colores aunque quizás no con los mismos compañeros (sic) que en Francia.

El año que viene -presumiblemente en Trek como ya avanzamos– tendrá que exigir una cohorte de gregarios fieles. Si no, más le vale reconsiderar su situación y mantener su decisión de dejar el ciclismo a finales de temporada. Pero no se apuren. No lo hará.