El gran muro de Alejandro Valverde

Valverde antes de caerse © Movistar

Leía esta mañana que el historial de abandonos de Alejandro Valverde en grandes vueltas se reducía a tres casos: dos en el Tour, con sendas lesiones, de rodilla y fractura de clavícula, y otra en la Vuelta, en la primera que tomó parte.

De todo eso hace más de diez años, bastante más. En este tiempo Alejandro Valverde ha tenido una fecunda carrera, preñada de triunfos y buenos momentos, e incluso hasta un periodo de sanción de dos años.

De todo, Alejandro Valverde ha vuelto, y como hemos visto con fortuna. Son los muros de Valverde, las cotas que le tocó sortear y acabó llegando primero a la cima. Ahora con treinta y siete años a la espalda, se ve ante un desafío aún mayor, volver a ser el mismo tras su tremenda caída en la primera etapa del Tour.

Düsseldorf forma ya parte de la memoria ciclista de Alejandro Valverde. Memoria negra. Uno de los equipos más importantes de la carrera pierde a su segundo espada cuando se llevaban escasos kilómetros de competición. Una desgracia, qué duda cabe. Valverde era el comodín, el cheque en blanco para mimar la fortaleza del Tea Sky, veremos cómo se reformula.

Ahora bien, en frío y con las horas que han pasado por medio. ¿Era necesaria tanta emoción trazando curvas? Cuando una crono como la de ayer se remoja de agua de julio, un agua que cae pertinaz, aunque el frío no sea intenso, y hace resbaladizo el terreno, se presencian dos cronos: la de los que optan al primer amarillo y la de los favoritos a la general final.

Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor

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