El hombre de los imposibles es Vincenzo Nibali

Chris Froome gusta y no. Gusta porque se le ve un tipo sencillo, natural, que no ofende cuando habla, es cauteloso y mide tiempos. Cae bien en ese sentido. Pero no gusta porque gana y machaca, es robótico, casi inmutable. Fabian Cancellara suele gustar porque no escatima, especular no va con él  y es el icono moderno de santuarios como Roubaix y Flandes. Nairo cae bien porque empieza a ganar, otro gallo cantará cuando su dominio pueda ser hegemónico. Mark Cavendish no suele ser amado, es fanfarrón y ambicioso, cruje los micros cuando las cosas no le rotan y ve la paja en el ojo ajeno. Quizá al verle morder el polvo hasta haya ganado parroquia, pero no mucha, no crean.

Siempre en la línea de bueno y malo, la elite ciclista se percibe en muy diferente grado según logros y laureles. Siempre se dijo que Francia era del segundón Raymond Poulidor frente al matemático ganador Jacques Anquetil. También se afirmó el hartazgo que provocó el puño de hierro de Eddy Merckx sobre sus rivales. No siempre ganar es calor de público y cariño, no siempre les asegura el favor del respetable. No hay matemática fija, pero por lo que fuere generalmente el segundón tiene el maillot popular, al menos en los corazones y aunque ello no compute en palmarés, sí puede ser explotado en lo económico, pues el carisma vende y crea marca.

Artículo completo de Joan Seguidor

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