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Cuarto podio para el eslovaco © ASO
Cada final de etapa de este Tour, tenia una estampa que buscábamos con cierta curiosidad: la cara de Peter Sagan en el podio tras firmar un nuevo puesto de honor. Aburrido a veces, cariacontecido, otras, la derrota que más le dolió fue sin duda la de Greg Van Avermaet, tras un sprint en dos actos frente a un ciclista, el belga, que curiosamente está abonado a las plazas de honor.
Aunque parezca mentira, Peter Sagan, mucho más corpulento, como más hecho, ha disputado, y vestido, el maillot blanco. Y digo que parece mentira porque hace una eternidad que explotó, en aquella lejana y helada París-Niza de hace cinco años. Desde entonces Sagan no ha hecho más que asombrar, a golpe de victorias, a la concurrencia, ganando y ganando, a veces con tanta facilidad y esperpento por su parte que ha llegado a ofender a algunos, como Fabian Cancellara.
Pero esa meteórica trayectoria amenazaba, hace unas semanas de truncarse, con demasiados tiros al poste, una primavera muy gris y un rendimiento cuestionable, tanto que su jefazo ruso lamentó no bajarle el suelo a la brava y sin previo aviso.
Sin victoria nueva en el zurrón, con cinco segundos puestos y dos terceros, Sagan sale reforzadísimo de un Tour que le ha dado su cuarto maillot verde consecutivo. Y sale así porque su entrega y pasión sumadas a cómo ha encajado las constantes derrotas, sin malos gestos, al menos en público, le han acercado a ese público que muchas veces odia, y agrede en el caso de Froome, a los triunfadores.
