Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
El Mont Ventoux es uno de los parajes arquetípicos en el desarrollo del Tour de Francia. El monte pelado, aquél que cuenta con la leyenda negra de haber provocado el trágico final del británico Tom Simpson en 1968, es, también, un lugar emblemático, aunque por bien diversas razones, para el ciclismo de las islas.
En el presente año, coincidiendo con la festividad de la patria francesa, la organización ha planteado una etapa en la que el Ventoux será final de trayecto, tras atravesar un total de 184 kilómetros y en la que los corredores, que partirán desde Montpellier, habrán de franquear un ascenso de cuarta categoría (Gordes) y uno de tercera (Trois Termes) antes de afrontar el siempre exigente ascenso hasta la cota que, imperial, desafía desde sus 1.912 metros.
Un ciclista de los que conforma el pelotón del año 2016 tendrá marcada la etapa con especial (buen) recuerdo. Hablamos de Cris Froome (Nairobi, Kenia, 1985), el jefe de filas del todopoderoso equipo Sky que, para este año, presenta un nueve que intimida (Thomas, Landa, Rowe, Kiryienka, Henao, Stannard, Nieve y Poels conforman una guardia pretoriana para el actual campeón de la ronda gala).
No sería la primera ocasión en la que Froome alzase los brazos en la meta del Ventoux. En 2013, la última vez en la que el Tour convirtió en final la plaza mítica, el jefe de filas del Sky impuso su ley.
La etapa de aquel año era mucho más larga que la planeada para esta edición. De hecho, un total de 242,5 kilómetros endurecían la jornada y obligaban a los corredores a pedalear por las laderas del Ventoux con un esfuerzo acumulado digno de otras épocas.
El día estuvo dominado por una fuga numerosa, de una decena de profesionales que apuraron sus opciones hasta las primeras rampas del monte y que, como suele ser habitual, contó con el beneplácito del grupo en su gestación y desarrollo. Sin embargo, el momento que supuso una auténtica ruptura fue el ataque por parte del vasco Mikel Nieve cuando restaban unos 13 kilómetros para el final. El hombre todavía de Euskaltel se puso a rodar en cabeza y, unos cuantos metros más adelante, el colombiano Nairo Quintana (hombre fuerte del Movistar y máximo rival de Froome) se marchaba junto al bravo escalador español.
El buen entendimiento de los dos hombres escapados les permitió cosechar una diferencia de 40 segundos respecto de un pelotón en el que los hombres de negro del Sky, con Kennaugh y Porte al frente, controlaban la situación y reducían los rivales de su campeón a golpe de un ritmo insufrible (Valverde, Purito, Mollema, Schleck, todos se rezagaban de una manera incontestable). Podía parecer una situación complicada para el líder. Fue un espejismo.
Cuando quedaban algo más de siete kilómetros Froome lanzó un demarraje espectacular. Solo Contador intentó seguirle, pero pronto desistió ante la bestialidad del ritmo sostenido del maillot amarillo.
Con esa velocidad, la diferencia frente a Nairo, que transitaba en primera posición, se fue reduciendo de un modo atroz. Durante los siguientes kilómetros, el colombiano se soldó a la rueda de un Froome que mostraba un dominio apabullante y que le regaló varios ataques con el objetivo de situarse en solitario en el ascenso.
Cuando los dos fugados traspasaban el arco del último kilómetro, Froome volvió a aumentar el ritmo y Nairo cejó en el empeño. Con un ritmo que recordaba al “molinillo” de Armstrong (más para mal que para bien), Froome se distanciaba cada vez más de su rival y asestaba un golpe extremo a la carrera, solidificando sus opciones para la clasificación general.
Froome se separó en 29 segundos de Nairo y en 1 minuto y 23 segundos de un dúo formado por Nieve y Purito. Contador, junto al checo Kreuziger, llegaría 17 segundos más tarde. El holandés Mollema todavía segundo en la general, lo hizo a 1 minuto y 46 segundos.
En la general, Froome colocaba 4 minutos y 14 segundos a Mollema, 11 segundos más a Contador y un total de 5 minutos y 47 segundos al colombiano de Movistar. Finalmente, Froome se haría acompañar por Nairo y Purito en el pódium nocturno de París.
El británico, con esa ascensión increíble, además de ganar la etapa y certificar su maillot amarillo, arrebataba a Iban Mayo el récord del ascenso más rápido al monte, que el vasco retenía gracias a su estratosférica prestación en la cronoescalada del año 2004 (en el Dauphiné que tanto preocupó a Armstrong).
El ascenso de Froome al Ventoux, además, se encuentra, incluso en la actualidad, bañado por una importante polémica, a raíz de la publicación de un vídeo en el que, presuntamente, se airearon los datos de potencia del británico y que hicieron creer las sospechas de que el, a la postre, vencedor de la carrera pudiera haberse valido de una ayuda mecánica para ejercitar su esfuerzo.
Este año, el Ventoux se eleva, nuevamente, como uno de los episodios ineludibles de la carrera y que, a buen seguro, volverá a dejar estampas de ciclismo épico y de un sacrificio y esfuerzo sobrehumano.