Es una de esas noticias que cuesta asimilarlas porque cuesta entender que la madurez siga sin meterse en la sesera y sobre todo en los actos de muchos conductores. Parece que aún la gente no se ha dado cuenta de la peligrosidad que supone ir con un móvil cerca del volante, ya no encendido y activo, sino simplemente cerca. Porque la tentación es siempre alta, la de mirarlo, observarlo de reojo, el vicio de las redes sociales, el si me envían un mensaje o un video, un audio, o vete tú a saber de qué importancia capital.
Hace unos días corrió como la pólvora un dato más que interesante, por duro y complicado de asimilar, que fue la explicación de la muerte de Michele Scarponi, el ciclista del Astana al que le apagaron la vida en un cruce cerca de su casa en Filottrano, carretera provincial 362, allá el día 22 del pasado mes de abril. Las novedades de la investigación aportaron que el conductor del vehículo que impactó en Scarponi iba mirando un video en su teléfono móvil. Lo explicó Cycling Weekly.
Ya no valía la excusa inicial que puso el sujeto diciendo que fue el sol el que le deslumbró y no vio al ciclista. No. Ya no vale. Ancona, la capital de la zona, espera el juicio del hombre de 57 años que sesgó la vida del otro hombre de 37 que tenía mujer (Anna) e hijos (Giacomo y Tommaso, gemelos de cuatro años).
La investigación, en todo caso, debe seguir su curso, y la justicia aclararlo todo. Sea como fuere, la realidad es la que es y Astana se quedó sin uno de sus referentes, el ciclismo sin una de sus figuras y el mundo sin una persona que pasaba por ahí en el peor momento posible.