Última etapa de montaña del #TDF2018, y penúltima etapa decisiva para los favoritos. Un etapón de 200 km. entre Lourdes y Laruns con 6 puertos, dos de ellos hors catégorie: Tourmalet y Aubisque, el segundo a tan solo 20 km. de la meta.
Ayer comentábamos en #elPsicoTour ‘Cuando Team Sky no deja ver el bosque’, la importancia que la solidez del grupo tenía para el equipo británico. Gran parte de su fortaleza y del efecto disuasorio que ejerce sobre sus rivales se sustenta en su trabajo como bloque, que desalienta a los competidores, les hace dudar y frena sus estrategias de ataque.
Un efecto disuasorio por el que logran salvar días malos, días en los que las piernas no andan y que, sin embargo, por la creencia del resto de equipos de que poco o nada puede hacerse frente a su poderío, logran apaciguar sus intenciones.
Esta indefensión aprendida, ya tratada en el #elPsicoTour ‘Desaprender la indefensión y relebarse’, actúa como un freno autoimpuesto por los propios rivales, y con el freno echado, los kilómetros pasan inexorablemente, las oportunidades se desaprovechan y los Campos Elíseos están cada vez más cerca.
Y Geraint Thomas, resguardado por su guardia pretoriana, se deja llevar por propios y extraños hasta los últimos metros de los peores puertos de montaña, permitiéndose el lujo de sacar las pocas fuerzas que le quedan cuando al resto ya no les queda ninguna y ganar en la Rosière y en Alpe d’Huez en la mismísima cara de los mejores escaladores del mundo.
Este pistard-olímpico-contrarrelojista-clasicómano y ganador de etapas reconvertido a líder en vueltas de una semana, se encuentra tan solo a una escalofriante etapa de montaña y una contrarreloj traicionera de proclamarse ganador del Tour de Francia.
Y para los escaladores ya no quedan más movimientos, solo el de las próximas horas. Me pregunto, ¿Qué vale más un séptimo, octavo o noveno puesto o un órdago a la desesperada? Lo dicho, un movimiento, solo uno, hoy.
En el pasado Giro de Italia, sin embargo, vimos cómo el rendimiento (es decir, la suma de fuerzas entre la capacidad física para continuar pedaleando al máximo y la capacidad psicológica para continuar persistiendo en el objetivo) llega hasta donde llega.
Y cuando una de las dos condiciones falla, se produce la debacle, el desastre. Porque solo con que falle una de las dos lo más probable es que precipite a la otra, dado que es muy difícil mantener la concentración en el objetivo y en la ejecución si no acompañan las fuerzas, igual que lo es afrontar una etapa de 200 km. con seis puertos si uno no confía en poder esforzarse al máximo y ni estar motivado aunque tenga fuerzas en las piernas. El máximo rendimiento en situaciones límite, como las que se producen en etapas de montaña como esta, requiere un equilibrio entre ambas.
Esteban Chaves, Fabio Aru, Simon Yates y Tibaut Pinot son ejemplos de corredores que rinden a un nivel de excelencia y que, sin embargo, cada uno en un momento dado del Giro de Italia y por unos motivos determinados, fueron quedando fuera de la carrera.
Quizás los más espectaculares bajones fueron el del líder, Simon Yates, que mostraba una fortaleza admirable. O el de Thibaut Pinot, que un día antes encabezaba la persecución de un Chris Froome desatado en su camino hacia su primer Giro.
El mito de Aquiles nos habla de que todas las personas tenemos un punto débil: físico, cognitivo o emocional, que nos convierte en vulnerables para los demás.
Es obvio que un ataque en el Col d’Aubisque, a falta de tres o cuatro kilómetros de meta es insuficiente para derrotar a Geraint Thomas. Su talón soporta ese esfuerzo, para vencerlo hace falta algo más. Hace falta una situación imprevista, el caos, un vórtice que todo lo arrase.
Un modelo explicativo de los años 90 sobre cómo la ansiedad podía afectar al rendimiento es el Modelo de la Catástrofe. Este modelo entiende la ejecución como una interacción entre nuestro nivel de activación fisiológica y nuestra ansiedad cognitiva.
En situaciones en las que se experimenta una enorme preocupación, lo que significa que nuestro estado cognitivo de ansiedad es muy elevado, un incremento de nuestra activación puede provocar un rápido y catastrófico descenso de nuestro rendimiento, lo que a su vez empeorará nuestra ejecución como un círculo vicioso que se retroalimenta a sí mismo.
Esto explicaría por qué resulta tan difícil recuperarse de un bajón como los que se produjeron en el pasado Giro, porque el propio bajón afecta a nuestro rendimiento y esto empeora todavía más nuestra ansiedad cognitiva y nuestro nivel de activación.
Sí, esto podría suceder en la etapa de hoy, donde las fuerzas están muy justas y para quienes lideran la clasificación la pérdida de lo logrado hasta la fecha sería un fracaso, una catástrofe.
Una circunstancia de carrera que, como si del esquivo talón del héroe griego se tratara, los rivales podrían aprovechar pese a que existe garantía alguna de éxito.
Por otro lado, la situación de agobio que Thomas puede experimentar durante los momentos decisivos -es el rival a batir y puede convertirse en vencedor de un Tour de Francia que tiene al alcance de su mano-, consiste en el aumento de la tensión muscular, del ritmo respiratorio y de su frecuencia cardíaca; una mayor utilización de un foco atencional interno, estrecho, y cada vez con menor flexibilidad, más rígido.
Estos cambios físicos y atencionales pueden deteriorar su ejecución, dado que alteran los umbrales y ritmos habituales; generar mayor tensión y fatiga muscular, lo que afectar a la coordinación; precipitan y desatienden a las señales significativas de la tarea.
La presión que soporta el ciclista del Sky es máxima. Preparó la temporada para liderar al equipo en el Tour, un Tour al que al final acudió también Chris Froome, tetracampeón de la carrera.
Ha soportado las dudas acerca del liderazgo del equipo. Ha formado parte de una dudosa bicefalia durante buena parte de la carrera, y se ve a un par de días de ganar esta carrera.
Sus rivales, impotentes ante la defensa del liderato que está, chocan una y otra vez contra la misma piedra. Y nadie quiere ser quien pruebe algo distinto, nadie quiere dar el primer paso y al final prefieren seguir haciendo lo mismo aunque no sirva para mucho.
La disuasión como estrategia puede tener su propio talón de Aquiles, y éste, a igualdad de fuerzas entre los primeros clasificados, podría servirse de las circunstancias externas e internas que experimenta el líder del Sky a dos días de que acabe la carrera.
La sensación de presión, la tensión que esto provoca en los músculos y en unas reacciones fisiológicas que se disparan, la ansiedad cognitiva que se incrementa por la preocupación, todo ello desconecta la atención de las señales más importantes en las que mantener la concentración, empezamos a pensar en las malas sensaciones, en nuestros miedos, perdemos el hilo de la carrera y nos vemos impedidos para cambiar nuestro foco atencional a los estímulos verdaderamente relevantes.
Irrumpe en nuestro cuerpo la fatiga, todo se vuelve confuso, la tensión muscular nos va dejando rígidos, nuestra coordinación y nuestra toma de decisiones se deterioran, cada pedalada cuesta más y más, es imposible seguir el ritmo de carrera.
El agobio, la presión, la tensión, la ansiedad, las preocupaciones, aspectos psicológicos que no se pueden ver directamente pero que se infieren de la conducta de los corredores y que forman parte de la competición: la última oportunidad para derrotar a Geraint Thomas.
* Antonio Moreno es psicólogo del deporte especializado en ciclismo.