El PsicoTour: Recuperando a John Degenkolb

Degenkolb_Paris-Roubaix 2015

John Degenkolb debe poder recuperar la confianza / © ASO

Los ciclistas son, por el tipo de deporte que practican, atletas sometidos a una preparación física excepcionalmente exigente: el volumen de entrenamiento que acumulan semanalmente en las piernas supera los cientos de kilómetros.

Esto les obliga a circular a diario por las carreteras cercanas a sus domicilios o lugares de concentración, independientemente del día que sea, lo que, a diferencia de lo que sucede con la mayoría de cicloturistas que suelen disfrutar de este deporte los fines de semana donde el trafico es menor, quienes practican ciclismo a nivel competitivo deben salir a la carretera casi todos los días.



El 23 de enero de 2016, un vehículo invadía el carril contrario por el que circulaban algunos de los ciclistas del equipo alemán Giant-Alpecin, entre ellos John Degenkolb, y los arrollaba frontalmente.

En total, seis corredores serían atropellados a la altura de Benigembla, en Alicante. Los ciclistas estaban realizando la pretemporada en Calpe, uno de los lugares más frecuentados por equipos ciclistas en invierno, debido al buen tiempo que suele acompañarles y a la presencia de carreteras secundarias poco transitadas y con todo tipo de terrenos.

En el atropello, el alemán sufriría lesiones por todo el cuerpo y un dedo de la mano le quedaría literalmente colgando, y el hueso de la órbita de un ojo del estadounidense Chad Haga fracturado.

También resultaron heridos con politraumatismos y fracturas en las articulaciones los ciclistas Warren Barguil, Max Walscheid, Fredrik Ludvigsson y Ramon Sinkeldam.

Degenkolb y Haga tuvieron que ser evacuados en helicóptero. Al alemán tuvieron que intervenirle para reconstruirle el dedo y ponerle puntos en las heridas de muslos, brazos y labios.

El velocista y clasicómano de 27 años (en el momento del accidente), natural de Gera, ciudad del este de Alemania a mitad camino entre Leipzig y la frontera con Chequia, estaba en racha.

Entre las tres ediciones de la Vuelta a España de 2012, 2014 y 2015, llegó a acumular 10 triunfos al sprint, 5 en 2012, 4 en 2014 y la décima en 2015. Ése último año se había impuesto en las prestigiosas clásicas de Paris-Rubaix y Milán-San Remo, y su palmarés acumulaba decenas de victorias en carreras de un día, en etapas de vueltas de una semana, podiums en campeonatos nacionales así como una etapa en el Giro de Italia.

A partir del accidente, y a pesar de que se ha impuesto en diversas competiciones durante estos últimos años, el número de victorias y la importancia de sus triunfos ha descendido. Entre 2016 y 2018 se adjudicó el mismo número de pruebas que las conseguidas solo en 2015.

Parece obvio que el atropello, que pudo ser fatal, ha influido en su trayectoria deportiva. Pero, ¿quien de nosotros no se vería afectado por un hecho traumático de tal envergadura?

Desconectar la alarma interior de peligro

La cuestión radica en que este tipo de sucesos imprevistos, como lo puedan ser una caída inesperada o un atropello en el que nada de lo que hubieramos hecho habría cambiado los acontecimientos o sus consecuencias porque dependían de los actos de otra persona, pueden llegar a tener una afectación importante en la percepción de control y la confianza de algunos deportistas.

A diferencia de aquellos percances en los que fueron nuestras decisiones o despistes las que nos dieron un buen susto o que, por mal calculadas, tuvieron consecuencias más o menos desafortunadas, aquellos incidentes que no dependen de nosotros pueden llegar a generar una sensación de falta de control insoportable, normalmente acompañada de un fuerte impacto emocional (que no guarda necesariamente relación con la gravedad objetiva o la proporcionalidad de lo sucedido).

En el caso de los velocistas, acostumbrados a rodar a las más altas velocidades que pueden alcanzarse mediante la tracción humana en una bicicleta, que defienden su posición en la cabeza de carrera y progresan metiéndose codo, cabezazos y empujones y que sufren algunas de las caídas más duras del pelotón, parece increíble que el miedo y la inseguridad pueda afectarles.

Desde fuera parecen unos insensatos que no temen a nada y se la juegan en cada final de etapa.

Obviamente, hablamos de los mejores deportistas del mundo en su especialidad, solo ellos han sido capaces de llevar al extremo sus habilidades y son plenamente conscientes del control que ejercen sobre sus acciones, por lo que asumen el riesgo que comporta un sprint puesto que son capaces de enfrentarse a la situación con sus propios recursos.

Sin embargo, cuando hay dudas, cuando la confianza no es plena, el riesgo que se asume es insuficiente puesto que el limite que nos autoimponemos, como su nombre indica, nos limita.

En un sprint estas dudas se traducen en actitudes hipervigilantes a movimientos, presencias y ruidos que nos alerten de un peligro y que tratan de advertirnos de que evitemos potenciales problemas, por lo que condiciona sobremanera a la hora de meterse por lugares imposibles, dejar unos milímetros más de distancia por la que se cuelan los rivales, tocar freno y perder posiciones, prestar atención a situaciones irrelevantes y descuidar los estimulos relevantes.

Un accidente imprevisible y traumático como el sufrido por John Degenkolb para algunos deportistas es más que suficiente como para activar en nuestro organismo una alarma de peligro que se conecta cada vez que presentimos un peligro potencial.

Ese presentimiento son pensamientos, suposiciones y creencias que dependen de la valoración que realicemos de la situación, por lo que, de darse otras circunstancias podríamos llegar a realizar una ejecución óptima, dado que nos encontraríamos liberados de las restricciones que nos impone el miedo.

La clave para desconectar esta sirena que resuena en la cabeza no es otra que la confianza, esa creencia de que podemos realizar con éxito la tarea que tenemos por delante.

Dejar atrás ese sonido desagradable e insistente como el de una alarma en nuestro cuerpo que nos limita como deportistas de élite podría requerir la ayuda de profesionales de la psicología, dada la implicación de pensamientos y emociones, pero, sin duda, el primer paso para desconectarla es la de sentir confianza.

Y la confianza, a parte de requerir preparación, planificación y unos entrenamientos donde se pongan en práctica las destrezas que se quieren realizar en la competición, precisa de actitudes orientadas al éxito, como la perseverancia; y unos pensamientos orientados a las acciones pertinentes y a reforzar los pequeños éxitos.

En casos similares al desgraciado atropello de John Degenkolb, en los que un hecho traumático imprevisto puede dejar activado en nuestro organismo un sistema de valoración de potenciales riesgos y que actúa despropocionadamente, la confianza se ha mostrado como el camino más seguro para desconectar esta sirena y recuperar de nuevo, sin limitaciones de ningún tipo, la sensación de poder dar lo mejor de nosotros mismos.

* Antonio Moreno es psicólogo del deporte especializado en ciclismo

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