El éxito y el fracaso, en este deporte, son de conocimiento público. La televisión y los medios de comunicación muestran en directo la evolución de los corredores y de su situación en carrera.
El ciclismo no admite excusas. Señala con un insolente dedo acusatorio a todos y cada uno de los ciclistas que toman la salida en cada prueba, en cada etapa.
Nadie puede enmendar su actuación amparándose en el acierto del resto del equipo ni ocultándose de nada, todo se ve: cuando se ataca, cuando se llega al límite y no se puede más, cuando se gana, cuando se sufre, y también cuando se pincha, te meten tiempo y llegas a meta con 48 segundos perdidos.
El 23 de agosto de 2015, durante la segunda etapa de la Vuelta Ciclista a España entre Alhaurín de la Torre y Caminito del Rey, Tom Dumoulin sorprendía a todo el mundo llegando por detrás de Esteban Chaves, que cruzaba primero la línea de meta en el Alto de la Mesa, colocándose en segunda posición de la clasificación general.
Tan solo tres días después, en la etapa que se disputada entre Rota y Alcalá de Guadaíra, este contrarrelojista holandés se vestía de rojo al llegar a meta, sobre un Chaves que entraba cortado y se quedaba a tan solo un segundo.
Aunque el colombiano recuperaría el liderato en la siguiente etapa, Dumoulin daría un golpe de mano en la llegada imposible de Cumbre del Sol, en Poble Nou de Benitatxell, con rampas de 18% de pendiente, y se pondría de nuevo líder de la general por delante de Joaquín Rodríguez y Esteban Chaves.
Ese día, Tom Dumoulin atacó a menos de 2 kilómetros de meta y sería adelantado a falta de 300 metros por Chris Froome y ‘Purito’.
El holandés daría muestras de que no pierde fácilmente la esperanza y lograría alcanzarlos a ambos en los últimos 50 metros, algo inusual en ciclismo y que requiere de una excepcional capacidad de sufrimiento.
En Cortals d’Encamp entraría en escena el italiano Fabio Aru acompañado por su equipo, que se pondría de líder por primera vez hasta la contrarreloj de Burgos, donde el holandés recuperaría el tiempo perdido en las llegadas en alto de los últimos días recuperando el liderato, que mantendría hasta la fatídica etapa de Cercedilla, víspera del paseo por la Castellana.
Fortalecerse en la derrota
Los equipos preparan las grandes vueltas en función de sus objetivos. Esto hace que planifiquen y optimicen la preparación de aquellos corredores que, por sus prestaciones, mejor se adaptan a las necesidades del proyecto deportivo.
Estas necesidades normalmente responden a los intereses publicitarios de los patrocinadores, es decir, a intereses económicos, lo que explicaría la aparentemente inexplicable derrota de Tom Dumoulin en la Vuelta a España de 2015.
El equipo alemán Giant-Alpecin tenía un especial interés en que su estrella -que no era precisamente un contrarrelojista holandés inesperadamente reconvertido en aspirante a ganar una gran vuelta- sino el velocista germano John Degenkolb, se adjudicara otro buen puñado de etapas al sprint, como había hecho en las ediciones de 2012 y 2014.
El equipo estaba especialmente diseñado para ello y la estrategia a seguir era la de neutralizar escapadas para llegar al sprint.
El holandés, por ello, quedaba solo en las etapas de montaña, dominadas por un Astana intratable -y eso que habían perdido los primeros días a Paolo Tiralongo por caída y a Vincenzo Níbali expulsado por agarrarse al coche del equipo-.
Ni los ciclistas del Giant-Alpecin tuvieron un rendimiento inferior a los del Astana, Orica o Katusha, ni habían controlado la carrera más días que Astana, por lo que el desgaste parecía similar entre ambas formaciones.
Sin embargo, la formación alemana tendría que asumir responsabilidades de control de carrera en las etapas llanas para John Degenkolb, que reveladoramente ostentaba el dorsal 171, frente al 174 del holandés.
En total empleó a sus corredores en cinco etapas llanas, cuatro de las cuáles no tendrían recompensa en meta, mientras que en otras seis más hizo lo propio cuando Dumoulin lideraba la carrera. El equipo estuvo un total de once etapas en cabeza controlando la carrera.
Astaná, por contra, puso a sus hombres a trabajar en diez etapas, todas ellas para su líder, Fabio Aru.
Cuando llegaba la montaña, el Giant-Alpecin desaparecía y Astana dominaba la situación frente a un Tom Dumoulin que debía hacer frente a todo tipo de ataques.
La última de ellas, el último día de carrera, la estrategia del Astana lo dejaba a solo 10 segundos de enlazar con el grupo de Aru.
Solo, sin ayuda, y con la única presencia de un Mikel Nieve para quien esa guerra ni le iba ni le venía, Dumoulin tuvo que asumir, en directo, sin escapatoria alguna, delante de todos los aficionados a este deporte, que perdía una Vuelta que le pertenecía.
Paradojas de la vida, al día siguiente en Madrid, el trabajo del Giant-Alpecin daba la victoria al carismático velocista alemán y líder de la formación germana, que por fin levantaba los brazos en la línea de llegada y se hacía con su décima victoria en la Vuelta Ciclista a España.
Christian Guiberteau, director deportivo, afirmaba “ha sido una buena Vuelta para nosotros. Fue muy duro lo de Tom Dumoulin el sábado. Sé que no quiere hablar de ello, pero estaba enfermo el día anterior. Todavía es joven. Lo que sucedió podría hacernos pensar que necesitamos algo más para luchar por generales, pero no debemos olvidar que hemos conseguido grandes resultados”.
De sus palabras se desprende que los dos triunfos de etapa de Dumoulin más la etapa de John Degenkolb, para un equipo que venía a por etapas, era un resultado satisfactoria, entraba dentro de lo esperado, aunque de las tres victorias dos fueran del holandés.
También reconoce la falta de un equipo para la general, dado que, obviamente, éste estuvo pensado para que Degenkolb disputara los sprints.
El ciclista holandés, por contra, manifestaba “soy joven y las grandes vueltas siempre me han llamado, pero luchar por la general lo esperaba más adelante, no ahora. Solo tengo 25 años”.
La resiliencia es un proceso por el que se superan los efectos negativos de la exposición al riesgo, y en ciclismo el riesgo tras una derrota como la de la Vuelta a España de 2015 es el fracaso, la afectación a la percepción de competencia y de las propias capacidades.
Un ejemplo que ilustre los posibles efectos negativos de este riesgo cuando hay exposición pública y directa del deportista al fracaso podría ser la derrota de Laurent Fignon en el Tour de 1989 tras perder el maillot jaune por tan solo ocho segundos frente al estadounidense Greg LeMond en el último día de la carrera y las consecuencias que tuvo.
En el caso de Tom Dumoulin, las victorias en etapas del Giro y Tour de 2016, así como la victoria en la general del Giro de 2017, en el que sumó dos etapas más y el campeonato mundial de contrarreloj, evidencian su capacidad de afrontamiento exitoso ante una experiencia traumática como la vivida en septiembre del año anterior.
Estamos viviendo los inicios de un Tour de Francia abierto, que nos está deparando sobresaltos diariamente.
Ayer, el resiliente Dumoulin pinchaba inoportunamente a 4 km. de meta y perdía 48 segundos.
Una pequeña piedra en el camino de una persona con un carácter de dureza e invulnerabilidad acostumbrada a superar eventos vitales adversos.
* Antonio Moreno es psicólogo del deporte especializado en ciclismo