“O empezamos la ceremonia del podio o me voy de aquí”. Categórico, decidido y enfadado, el aviso iba en serio. Mathieu van der Poel (Corendon-Circus), tras su enésima victoria del año el pasado domingo en Zonhoven, quería irse a su caravana, ducharse con agua caliente, ponerse ropa de abrigo, atender los compromisos de rigor y marcharse a casa. Todo, claro, lo antes posible. Pero no podía hacerlo. Acurrucado junto a Toon Aerts (Telenet-Fidea Lions) en la parte trasera del escenario sobre el que debían entregarse los trofeos a los tres primeros clasificados, esperaban, pacientes, a que Wout Van Aert terminara con su nuevo ritual, importado directamente de la cultura de los marginal gains de Sky, de hacer un rato de rodillo nada más terminar la carrera. La nueva moda, que el belga estrenó en el nuevo Ambiancecross de Wachtebeke, está creando cierto malestar entre sus rivales que no terminan de entender porqué son ellos los que se tienen que plegar a los caprichos del campeón del mundo.
“No soy el único que empieza a estar cansado de esto”, avisaba Van der Poel, que reconocía la adevertencia lanzada a los organizadores de Zonhoven. Y es cierto. Es más, los ciclistas no son los únicos que se desesperan por el desinterés que el campeón del mundo muestra hacia las necesidades del resto de actores involucrados en la concatenación de acontecimientos que siguen al final de la carrera. Los periodistas, sobre todo los encargados de la emisión en directo de la prueba (con márgenes horarios muy estrictos y ajustados) ven, con pavor, como el momento final de la emisión se acerca y todas las entrevistas se retrasan por la no presencia del belga. Los encargados del protocolo tiemblan ante la perspectiva de tener que afrontar una ceremonia de podio sin apenas público. Los patrocinadores tuercen el gesto al verse privados de ese pequeño momento de gloria de salir en la foto con el ídolo al que, por otra parte, pagan buena parte de sus ingresos.
Van der Poel, decíamos, no es el único enfadado, pero sí (su posición dominante obliga a veces a adoptar el rol de reivindicador en jefe) el único que ha verbalizado de forma clara esa molestia. “Está muy bien eso de soltar las piernas en el rodillo un poco”, analizaba el neerlandés. “Pero seguramente no es necesario que los demás esperemos cada carrera diez minutos a que Wout termine y decida venir al podio, ¿no? Así no es como se hacen las cosas. Yo ya lo he dejado claro: o la ceremonia del podio se celebra del podio se hace de forma normal o yo me voy”.
El problema para el corredor de Corendon-Circus es que sus reivindicaciones chocan con el reglamento. Según la normativa que rige las carreras de la especialidad invernal, el campeón del mundo está en todo su derecho de tomarse esos minutos de rodillo para soltar los músculos ya que, desde el momento en el que el último corredor clasificado cruza la línea de meta, los tres primeros tienen 10 minutos de tiempo para llegar hasta el podio, lo que, si atendemos a las diferencias habituales en las pruebas de ciclocross, Van Aert cuenta con unos 15 minutos desde que llega a meta hasta que, efectivamente, tiene la obligación de aparecer en el podio.
Los jueces apuntan a que, hasta el momento, desde que Van Aert iniciara esta nueva moda post carrera, no se ha dado el caso de que sobrepasara ese tiempo límite que marca el reglamento, pero reconocen que la situación es complicada porque existía una especie de pacto tácito entre organizadores, prensa, corredores y demás actores para cumplir con los intereses de todos ellos aunque avisan que, de seguir así las cosas, ellos no podrán actuar ya que el campeón del mundo cumple con el reglamento.
¿Un cuestión importante? ¿Un paso más en la guerra psicológica entre los dos grandes tenores de este deporte? ¿Una polémica inocua que sirve para darle vidilla a los días previos al gran atracón de carreras navideñas? Quizás, un poco de todo ello.