Estos días, como coletilla a la Vuelta a España, lo hemos ido comentando y la realidad, tozuda ella nos da la medida de las cosas cosas. Con Movistar no basta, es algo obvio, lo vemos a las claras y el ejemplo es el colapso de buenos ciclistas que han convivido en el equipo azul estos años. Había más gallos que gallinas, más estrellas que objetivos a repartir y eso al final no es bueno para nadie.
Ion Izagirre era el ejemplo de lo que decimos. Su palmarés lleno de exquisiteces, con victorias en lugares donde sólo se prodigan las estrellas, era el espejo del quiero y no puedo de la segunda linea del equipo telefónico. Con una marcadísima jerarquía, era imposible para quienes no se apellidaran Valverde o Quintana optar a algo más que las carreras en las que las dos estrellas no estuvieran, y eso en el calendario al final son migajas, dicho con respeto, si vemos lo mucho que han corrido que han cubierto las dos vedettes “à chez Unzue”.
Incluso en esas circunstancias Ion ha conseguido sacar la cabeza en momentos puntuales, con especial fortuna en Suiza, en un extraño paralelismo con Rui Costa, la etapa del Tour y el Gran Premio Miguel Indurain, donde ganó por la mano a Henao, un Henao que iba como un tiro, para luego caerse de la lista del País Vasco, por esas afecciones cuyo alcance creo que nadie es capaz de precisar.
En uno de post que dedicamos al guipuzcoano, nos dijeron que Ion y otros como él no podían tener los galones de Nairo o Valverde porque en momentos puntuales no demuestran la determinación de sus jefes, hasta la fecha es posible que quienes piensan así tengan razón, pero todo hijo de vecino merece explotar sus cualidades para el bien propio, más cuando por el camino el perfume de tus posibilidades habla de metas mayores.
Artículo completo de Joan Seguidor aquí