Tras varios años de anuncios, rumores, desmentidos y todas esas cosas que componen el universo de Alejandro Valverde parece que sí, ahora sí, estamos en el umbral de su última campaña.
Conviene, para los jovenzuelos, situar Alejandro Valverde en el cronograma de este siglo.
En efecto, Valverde entró en el máximo nivel cuando el euro aterrizó en nuestras vidas, 2022, veinte añazos, dos décadas que le sitúan muy arriba en ese perfil de grandes nombres que han sobrevivido al paso del tiempo, a gente como Gilbert, su compi Erviti, Nibali y el también murciano Luisle.
Es curioso, Valverde es quien más tiempo lleva de todos en el profesionalismo, contando sus tres primeros años en Kelme, pero no el que más ha competido en el World Tour por la sanción que le tocó cumplir en 2011.
A él, a diferencia de otros, le guardaron la plaza, y ha podido gozar de una tremenda carrera deportiva, para quien esto firma, la segunda mejor de la historia del ciclismo español, sólo superada por Miguel Indurain.
¿Qué se puede esperar de Valverde en su última temporada?
Sinceramente, cualquier cosa.
Seguro que oiremos más de una vez, en alguna retransmisión durante la temporada, que a Valverde no se le puede exigir nada, que esto es una propina, la prórroga a su grandeza, a una trayectoria única, enorme, la suya… pero creedme, uno no alcanza la excelencia con la complacencia de los halagos y las palabras bonitas.