Un día como hoy, de hace 85 años, se inauguraba con todo boato el Velódromo Vigorelli, conocido como ‘La Scala del ciclismo’. Y se eligió aquella fecha no porque el velódromo estuviese ya terminado, sino porque se quería conmemorar el decimotercer aniversario de la marcha fascista de Benito Mussolini sobre Roma.
Un recinto que era una necesidad para Milán, no sólo como instalación ciclista, y más después de que en 1930 hubiese sido demolido el obsoleto velódromo Sempione. Un industrial milanés, Giuseppe Vigorelli, fue el artífice de la idea y por ese recibiría su nombre, si bien desde 2000 se denomina Velódromo Maspes-Vigorelli, en honor también del siete veces campeón del mundo de velocidad.
La pista fue construida por el arquitecto Clemens Schürmann -el creador de la dinastía que tiene hoy en día a su nieto Ralph como uno de los grandes estandartes de ese arte que es construir buenos velódromos-, con esa extraña distancia de 397 metros que encontramos en otros recintos italianos -sin ir más lejos en Fiorenzuola d’Arda, sede del reciente Europeo-. Pero su característica más destacada era su piso de madera de abeto rojo del Valle del Fiemme, en el Trentino, que se revelaría como rapidísimo.
Tres días más tarde -y todavía sin terminar- Giuseppe Olmo se encerraba para afrontar, y batir (45,090), el récord de la hora. Y es que durante muchos años fue la ‘Pista Mágica para esta disciplina. hasta nueve veces seguidas, hasta 1958, se batió la plusmarca en la pista milanesa, destacando el record de Fausto Coppi en 1942 (45,848), en plena Guerra Mundial, lo que casi no le dejó entrenar, aunque ese ‘bajo las bombas’ que tantas veces se ha asociado pertenece a la leyenda. O el de Jacques Anquetil en 1956 (46,159) que rompía la plusmarca del Campionissimo tras catorce años de vigencia. También se batió tres veces la mejor marca femenina, destacando la lograda por la mítica Elsy Jacobs en 1958, que también permanecería 14 años en lo más alto.
Los bombardeos de los aliados sí dañarían el velódromo, pero en 1944, cuando la pista quedó completamente destruida, aunque fue reconstruida en 1946. Más grave fue la nevada de 1985, que afectó no sólo a la pista, sino a la cubierta que terminó cediendo. El Vigorelli comenzaría a ser abandonado por las bicicletas e incluso comienza a ser usado por otros deportes, como el futbol americano o ¡el esquí de fondo! con una Copa del Mundo tras las obras afrontadas por Mapei en 1997. De hecho, los Seis Días de Milán se trasladarían al Palacio de los Deportes, San Siro, con una pista desmontable, mucho más propicio para este tipo de eventos.
La falta de actividad propició los primeros movimientos populares para recuperar el velódromo, aunque no fue hasta 2011 cuando se organizaron en el Grupo Rivogliamo Vigorelli, que lograría la reapertura en 2016. Y aunque desde el punto de vista deportivo, se trata de una instalación poco útil por sus medidas excepcionales, bien es cierto que, en 2018, cuando los problemas en el techo dejaron impracticable el velódromo cubierto de Montichiari, buena parte de los pistards italianos pudieron seguir entrenando gracias al Vigorelli. Eso sí, parece complicado que vuelva a tener una actividad de alto nivel, algo que reclaman los puristas, dada la existencia no sólo de la pista lombarda, sino por la construcción del de Spresiano, que debe estar listo en un par de años, a pesar de los problemas en su construcción.
Pero la ‘Pista Mágica’ es mucho más. Es la ‘Officina’ de Faliero Masi, el legendario constructor de cuadros de carretera, cuyas instalaciones están bajo las gradas del Vigorelli; es el concierto de The Beatles -la única vez que actuaron en Italia-, ofrecido el 24 de junio de 1965 y que se conmemora con una placa, o es el recuerdo del concierto de Led Zeppelin en 1971, que acabó en una batalla campal, entre algunos asistentes y la policía.
Para los que quieran saber más sobre el mítico recinto milanés, ésta es la web oficial del Comitato Velodromo Vigorelli -herederos del GRV- que, aunque está bastante desactualizada, nos sirve para conocer algunas historias curiosas. Recordar también que el número 14 de Volata, de la primavera de 2018, traía un interesante y amplio dosier sobre el Vigorelli, y sobre otros temas ‘pisteros. Y por supuesto, hacer mención del ‘Vigorelli e altre storie. I protagonisti, le avventure e il racconto della pista più bella del mondo’, un libro de hace un par de años, escrito por Angelo de Lorenzi, pero que desgraciadamente no he podido adquirir aún.