Hace sólo unos días que Movistar ha anunciado oficialmente el fichaje de Iñigo Elosegui. Con su desembarco en el World Tour, Elosegui deja atrás su estancia en el Equipo Lizarte, al que en 2018. Hubo momentos de todo tipo: en sus primeros meses Elosegui simplemente no se encontraba y encadenaba actuaciones insatisfactorias. La experiencia del Giro de Italia le cambió por completo. De los Dolomitas salió convertido en el León de Zierbena. Y rugió en el Campeonato de España sub23 disputado en Alicante.
A partir de ahí, el portentoso ciclista vasco regaló una y mil exhibiciones. Demostraciones de cualidades físicas (fuerza, fondo, resistencia, recuperación) y también intangibles (inteligencia, actitud, carácter, sufrimiento). Otras tres victorias en 2018, excelentes labores de equipo en pruebas como la Aiztondo Klasikoa, prestaciones rebosantes de compromiso con su evolución como el Tour de Bretagne, y el broche de oro de conseguir la primera victoria de siempre de la Asociación Deportiva Galibier en el Memorial Valenciaga.
Iñigo Elosegui deja un recuerdo imborrable en el Equipo Lizarte. Su salto al UCI World Tour es la culminación de su labor de formación y enorgullece al conjunto navarro por «sentirnos partícipes de su crecimiento.»
Poco antes de su marcha, Elosegui explica como se fraguó su desembarco en el conjunto telefónico, que será una realidad el 1 de enero de 2020. «El interés de Movistar por mí viene del año pasado«, explica. «Sabía que mis representantes estaban en contacto con Eusebio Unzue; que les preguntaba por mí y que ellos le iban informando. A partir de mi victoria en el Campeonato de España el contacto se intensificó más hasta que, a finales de año, nos conocimos personalmente y apalabramos cómo iba a ser mi fichaje».
El todavía corredor del Equipo Lizarte afirma que «saber que mi futuro estaba arreglado con Movistar no me afectó demasiado durante esta temporada. Mi objetivo principal nunca fue ganar carreras ni el lucimiento personal, sino ofrecer el máximo rendimiento posible. Quería entrenar bien, correr bien, ayudar al equipo en lo máximo».
Todo ello se tradujo en espléndidas actuaciones de trabajo desinteresado para sus compañeros. El propio corredor asegura que «yo no iba pensando en mi futuro cuando tiraba en Aiztondo. En competición esto ni se me pasaba por la cabeza. Iba al límite, cumpliendo la estrategia y las órdenes del equipo. El director me decía por el pinganillo que tirara, o mis compañeros me lo pedían, y me ponía a la tarea sin más. Si el ciclismo es un deporte de equipo, y es precisamente por estas cosas«.