El uso obligatorio del casco para ir en bicicleta que pretende el nuevo Reglamento General de Circulación no ha gustado a los colectivos y expertos ciclistas. Sin embargo, sociedades científicas como la Sociedad Española de Neurología y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) abogan por su utilización como elemento importante de protección para el cerebro. En este artículo se explica por qué el casco es imprescindible para reducir los efectos de las caídas en bicicleta.
A pesar de que la tasa de accidentes en los desplazamientos en bicicleta ha bajado en los últimos años, los especialistas aseguran que no hay que perder de vista medidas de seguridad tan sencillas como uso del casco. Y es que está demostrado que utilizarlo disminuye la gravedad de los daños en las caídas: reduce el riesgo de lesión craneal, daño cerebral y de muerte.
En los más pequeños el empleo del casco es fundamental, si se tienen en cuenta los datos de la Dirección General de Tráfico (DGT) del 2010 que señalaban que cerca de un 20% de los fallecidos en accidente de tráfico entre 10 y 14 años eran usuarios de bicicleta y que las lesiones craneales fueron el motivo principal.
Por otro lado, los detractores del casco argumentan la baja accidentalidad que sufren los ciclistas. Sin embargo, según el documento de la DGT «La principales cifras de la siniestralidad vial en España 2011«, ese año hubo 4.526 accidentes de bicicleta, con 49 fallecidos, 589 heridos graves y 4.301 heridos leves. Pero las bases de datos de los organismos sanitarios españoles apuntan que el número de heridos graves relacionados con la bicicleta es seis veces mayor, ya que solo se cuantifican las cifras de los accidentes en los que intervienen las fuerzas del orden, pero no cuando solo están implicados ciclistas o peatones. Así, según las estadísticas de altas hospitalarias, hubo 3.767 heridos graves y, de estos, un 17% sufrió lesiones de cabeza (622 pacientes).
También piden quienes están en contra del casco que no sea obligatorio en contextos urbanos, ya que la incidencia de traumatismo craneal en ciudad es baja. Pero los especialistas manejan estudios que demuestran que el 20% de los ciclistas ingresados por un accidente en zona urbana sufre una lesión craneal.
Un reciente estudio llevado a cabo por la Asociación Médica Canadiense (CMA) ratifica que los ciclistas sin casco tienen tres veces más posibilidades de fallecer por un traumatismo craneal. De la misma manera, expertos de la Soiedad Española de Neurología (SEN) como Carlos Tejero, aseguran que este organismo es partidario de todo aquello que pueda evitar accidentes que causen cualquier daño cerebral y, por ello, defienden su uso incluso en bicicletas.
A propósito del empleo del casco, el Grupo de Educación para la Salud de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) llevó a cabo una investigación que pretendía mostrar cuán de aceptado está este elemento de protección. Para ello realizaron un sondeo sobre una muestra de más de 2.400 adolescentes entre los 13 y los 18 años. Y los resultados no han sido nada tranquilizadores: el 80% no usa el casco cuando anda en bicicleta y cerca del 6% tampoco cuando va en moto.
También hay numerosos estudios que afirman que la utilización del casco puede disminuir el riesgo de lesión craneal entre un 63% y un 88% a cualquier edad y también la probabilidad de fallecimiento por esta causa en un 26%. Además, la protección que confiere es similar incluso si hay un vehículo a motor involucrado. Y en cuanto a las lesiones en la cara, se reducen un 65%.
Los pediatras insisten en el poco empleo que se hace en todo el país, tanto entre los usuarios de bicicletas como los de moto, en niños y adolescentes. Por ello, apoyan la implantación del nuevo reglamento que obliga al uso de casco a los ciclistas.
Está claro que si el casco salva vidas, habrá que fomentar su uso, sobre todo, entre la franja de edad con mayor incidencia de accidentes por imprudencia. Pero, ¿cómo? La nueva normativa impulsará su utilización aunque sea para evitar la multa, aspecto que para ser efectivo debería repercutir en el propio bolsillo del adolescente, no en el de sus padres.
María Jesús Esparza, pediatra de Atención Primaria de la AEPap, cree que sería interesante emplear la imagen de ídolos juveniles, mediante campañas en las que deportistas o músicos conocidos y admirados por los jóvenes se mostrasen en bicicleta con casco, como «también buscar diseños estéticamente aceptables para este público, con la firma de marcas de moda que podrían hacer que se considerase el casco como un complemento actual». De la misma manera, serían muy útiles charlas de prevención en institutos para explicar qué se puede perder por no utilizarlo, aportando datos de mortalidad y lesiones por accidentes, entre ellos los de bicicleta.
No obstante, esto no es tan fácil. El entorno familiar que se ha preocupado en inculcar determinadas normas de prevención ve, como al llegar a esta edad, muchos de sus consejos quedan en nada. A pesar de que es evidente que el grupo de amigos tiene un peso fundamental en la conducta del adolescente, para Esparza «influir en el grupo, con las campañas dirigidas a jóvenes, es más eficaz. Los padres deben dar ejemplo si montan en bicicleta, tanto si tienen hijos pequeños como hijos adolescentes». Y, por supuesto, «mantenerse en su posición sin fisuras, como en cualquier otra discrepancia con los adolescentes, pero sin romper el diálogo con peleas porque no suelen conducir al objetivo buscado, que es que los chicos lleven casco», añade la especialista.
En otros países en los que se ha impuesto esta ley, ha aumentado su uso (en algunos, el incremento ha sido de un 30% hasta un 75%) y ha disminuido el riesgo de lesión craneofacial y fallecimiento. Los datos apuntan que la mortalidad en accidentes de bicicleta ha bajado a más de la mitad y las lesiones craneales de un 18% a un 45%. Los estudios muestran que el uso de casco reduce de manera concluyente las consecuencias de los accidentes.