Las circunstancias obligan a un cambio de escenario completamente anormal al que estabamos acostumbrados. Las rutinas necesariamente por urgencia son otras, la escalada de prioridades ya no se negocian porque la amenaza de una pandemia mundial convive con nosotros y no hay otro escenario que el de seguir el criterio de lo que dicta el método clínico en cuestiones de crisis sanitarias: Salvar el mayor número de vidas. Una patología ya de sobra conocida con nombre, el virus COVID-19, que ha cambiado nuestras vidas y hábitos por el que mejor o peor nos adaptamos a ello a regañadientes privándonos de una hipotecable libertad hoy para poder recuperarla mañana aunque haya todavía quien no entienda lo que nos estamos jugando. Un conciencia social que debería estar por encima de todo lo demás, un salvavidas al que agarrarse mientras que en lo que nos ocupa, que es el mundo del ciclismo, pasa a un segundo plano.
Este deporte no ha sido excepción y de inmediato se tomaron las medidas de contención necesarias, más por los propios equipos y staff técnico asesorados por los sanitarios que por el propio organismo que debía velar por sus intereses. Ahora, por fin, se ven las consecuencias de las decisiones de personas que luego serán actores en la carretera, la pista, el monte o en cualquier modalidad sobre dos ruedas a pedales que se quiera competir o disfrutar.
Por el momento el daño es terrible. Este virus se ha cobrado por ahora cuatro monumentos como Milán-Sanremo, Vuelta a Flandes, Paris-Roubaix y Lieja-Bastogne-Lieja. Ha liquidado Tirreno-Adriático, Volta a Catalunya o la Vuelta al País Vasco, se ha llevado por delante las clásicas flamencas, Ardenas y Amstel y ha sido capaz de desplazar del mes de mayo al Giro de Italia, donde hasta la fecha solo había sido cancelado por las dos Grandes Guerras Mundiales. Sin olvidar que en el horizonte se atisba la amenaza sobre unos Juegos Olímpicos de Tokio que penden de un hilo muy fino.
La caída de las citas más esperadas del año ha sido un golpe para todos pero ya sabemos con certeza que UCI buscará reubicarlas en un calendario concentrado en la segunda parte de la temporada. Pero en carretera, como en otras modalidades, hay más categorías. Si la cúspide de la pirámide está dañada cómo calificar el estado del ciclismo modesto, más extenso si cabe y tan profesional como el escalón superior y que se ha convertido en un pozo sin fondo, en un agujero negro que quien sea arrastrado ya no tendrá hueco. En esa circunstancias se encuentran muchos corredores también. Profesionales para los que era el momento era clave para poder brillar mientras la temporada va avanzado y las oportunidades serán menores. Ahora ya no existen.
En este marco se encuadran la circunstancias de muchos corredores españoles. Unos por pertenecer a equipos nacionales con un calendario ya reducido de por sí como aquellos que eligieron la vía de hacer la maleta y buscarse la vida fuera. Entre ellos, está el camino escogido por el jienense José Manuel Díaz Gallego (18 de enero de 1995, Jaén) que viste los colores del NIPPO Delko ONE Provence tras su periplo por el equipo austriaco Vorarlberg Santic y su paso a profesionales con la Academia de Israel en 2017, tras conquistar el Memorial Valenciaga un año antes antes nada menos que el actual ganador del Giro, el ecuatoriano Richard Carapaz entonces enrolado en las filas del Lizarte navarro, trampolín al Movistar.
Debutó con Israel con la que hizo dos buenas temporadas. Con Vorarlberg acabó 11º el Tour de Austria, la carrera de «casa» y ganó el maillot de la montaña en la Vuelta a la República Checa finalizando su temporada en agosto y con su futuro aún en el aire. Él mismo cuenta cómo ha conseguido, en estos tiempos adversos, mantener viva la ambición y resistir en la élite para comenzar un 2020 de manera inmejorable: con su primera victoria profesional en Ruanda, siendo además una de las 5 entre los profesionales españoles que lo han conseguido en 2020, y dejarse ver en una de las carreras por etapas más duras del inicio de año como es París-Niza, antes del obligado parón.
Llegada a Nippo Delko y preparación de la temporada
Al tener tiempo desde la temporada pasada, que acabe relativamente pronto, pude hacer una buena preparación en invierno y sabía que iba a empezar fuerte. Dejé de competir con el equipo austriaco (Vorarlberg) a finales de agosto y eso me permitió tomarme con más calma el diseño de la temporada 2020, sobre todo cuando pude concretar mi contrato con Delko. Normalmente cualquier corredor, en España más, conoce dónde va a correr la temporada siguiente antes del inicio de la Vuelta a España, o al menos tiene negociaciones avanzadas. Yo las tenía con equipos de aquí pero nada se concretaba en un compromiso contractual.
Buscaba la seguridad y la encontré en Francia. Lo de irme al país vecino hace unos años me hubiera costado más, porque allí los equipos son más cerrados y muy suyos pensando que la relación sería más fría por los que comentaban ex del equipo. Pero no me arrepiento para nada de la decisión que tomé, además me encontré cómodo con mis compañeros y un staff técnico más abierto desde el primer momento siendo ahora un equipo más internacional y eso me dio más confianza en este inicio de año para hacerlo bien.
La experiencia en el Tour de Ruanda
En primer lugar me mandaron al Saudi Tour. Sabía que no era un terreno para mí pero me permitió ir tomando ritmo a la competición que no tenía desde agosto de 2019, como decía. Tenía claro que quería ir al Tour de Ruanda porque sabía que tenía muchas opciones de brillar y significaba un periodo perfecto para ser parte del equipo en Paris Niza. Por lo tanto, adopté un papel secundario en el Saudi Tour preparándome para Ruanda.
La elección de ir a África fue compartida pero yo quería estar sí o sí por varios factores, uno de ellos es que es una carrera en la que compites todos los días por encima de los 1000 metros de altitud y eso te permite hacer una idónea mini preparación en altura para en las siguientes citas rendir como yo quería. El principal es porque estaba seguro de que podía estar muy arriba, incluso de ganar. Pero las carreras nunca salen como uno piensa y nos pusimos líderes muy pronto (3ª etapa) con mi compañero Biniam Ghirmay (la joya ruandesa de tan solo 19 años) y eso al día siguiente me hizo perder mucho tiempo en la general ya que los ataques fueron constantes y tuve que ayudarle (etapa de 206 kms hasta Rubavu, la más larga, perdió más de 15 minutos) y me descolgué perdiendo mucho tiempo. Después hice cuarto a la siguiente etapa y tenía un quinto de la tercera pero sentía que no era todo lo que me hubiera gustado mostrarme.
Estaba como incompleto pero sabía que la etapa final de Kigali me iba perfectamente y recibí el ánimo del equipo para que fuese protagonista. Al final mi propio director sabía que era el que más en forma estaba y el que mejores sensaciones tenía día tras día, así que vi el perfil de nuevo y decidí que tenía que ser mío. Conocía que era la cota que sería protagonista en el posible Mundial en 2025, pero no cómo era de exigente realmente, lo que lo hace realmente especialmente duro es el tramo adoquinado que es tremendo. No confundir con el puerto anterior al Mount Kigali que es durísimo o la parte final en Rebero donde acabó la etapa. Si Alejandro Valverde continúa, que no sería raro, aquí podría ser nuevamente campeón del mundo. La verdad es que me iba como anillo al dedo y por fin pude demostrar con victoria todo el duro trabajo que me ha llevado hasta llegar aquí y devolver la confianza a Delko. Después de la gran alegría llegó la llamada para confirmar mi presencia en una nueva responsabilidad, la París-Niza.
El sueño de Paris Niza
El entrenador español (Gorka Gerrikagoitia) ya me había comentado en conversaciones anteriores que un buen papel en Ruanda sería clave para estar en Francia y así fue. Pero París-Niza es otro mundo.
Ya había corrido antes en carreras WorldTour como la Volta a Catalunya pero PN no tiene nada que ver. Tienes que tener algo más, la experiencia de correr allí, estar bregado años en la máxima categoría, de saber moverte, de permanecer lo más adelante posible en el pelotón porque en la siguiente curva no sabes qué puede pasar, es una lotería: puedes perder contacto con el pelotón muy fácilmente, a eso súmale el viento, el frío, la lluvia y los ataques constantes. Una pasada. El nivel es superior, te das cuenta en los pequeños detalles, en su capacidad de colocarse en el mejor sitio, en evitar caídas que en un día tienes como siete u ocho amagos de irte al suelo rehacerte y continuar como si nada. Técnicamente es otro mundo. No me extraña que esté considerada una de las vueltas de una semana más duras del mundo.
Objetivo
Hay que ser realista, somos un equipo ProContinental y mi función era principalmente que pudiera brillar el sponsor. Los primeros días tenía que estar al lado de los rodadores, echando una mano contra el viento o las incidencias de carrera. Un stress constante. Para mí la segunda etapa era clave porque me dijeron que tenía que meterme en la fuga y lo conseguí. Me escapé con Jonathan Hivert -último vencedor del GP Miguel Indurain-, que era el líder de la montaña, e hicimos muchos kms juntos. Como digo es otro nivel porque cuando arrancaba para puntuar era imposible seguirle, me era suficiente con seguir con él en la fuga y aguantar todo lo posible por delante. Hice lo que tocaba y pude además terminarla (61 corredores acabaron París-Niza en la ascensión a Valdeblore La Colmiane, ese día el corredor andaluz sería el último en atravesar la meta).
Técnicamente es muy agobiante, mantener el nivel de concentración es a veces más duro que la propia aspereza del terreno. No me extraña que esté considerada una de las vueltas de una semana más duras del mundo. La tensión en carrera no se aprecia en televisión cómo lo sentimos nosotros, es como ir al límite manillar con manillar a toda velocidad intentando únicamente mantenerte, no caerte de la bicicleta porque lo peor seguramente aún no haya pasado hasta que pasas por la línea de llegada.
El parón obligado por el Coronavirus
Las noticias se solapaban por momentos. Cancelaciones de carreras, Italia cerrada, el virus ya en Europa y Paris-Niza en el aire. Nosotros sabíamos en el equipo que se corría, de lo que no estoy muy seguro si fue antes de empezar o entre la primera o segunda etapa cuando supimos que no llegábamos a Niza, que la última jornada quedaría anulada y que todos nos íbamos a casa un día antes del final. Por lo que otra vez teníamos que ser protagonistas lo antes posible y creo, al menos, pude serlo en esa dura etapa del inicio. Toda una gran experiencia.
Las consecuencias de la epidemia para nuestra profesión son claras: No se puede salir de casa y entreno bajo techo bajo nueva orden, pero no es lo mismo. Algunos profesionales hemos tomado esa decisión y mi equipo la respalda. A nivel profesional, sí es cierto que ese punto de forma en quince días notas la pérdida poco a poco. Yo mismo tenía ahora que viajar a Italia para afrontar varias carreras y me encuentro en casa haciendo rutinas de rodillo, mañana y tarde, un poco de fuerza con ejercicios específicos, cuidando la alimentación todo lo que puedo, pero no es lo mismo. El fondo se va perdiendo, el tono muscular es distinto, llevo ya tres días en mi cada de Jaén y las sensaciones van cambiando día a día. Cuando por fin tengamos luz verde para entrenar fuera lo vamos a notar muchísimo, nos va a costar entre 20/30 días más o menos recuperar todo el tono que teníamos antes del parón porque llegar al mejor estado de forma cuesta y más cuando cambian radicalmente las rutinas.
Según mis cálculos, poniéndome en la peor estimación que pueda hacer, pienso que hasta los Campeonatos de España no se va a volver a competir en suelo nacional y por supuesto en Europa será parecido. Los chinos son un ejemplo, han conseguido frenar el contagio gracias a un cultura común de aislamiento, van en su educación, en su cultura. En cambio los españoles, por ejemplo, estamos tomando conciencia ahora y nos lo estamos tomando un poco a broma. Cuanto más tarde nos hagamos conscientes del problema, más nos va a costar volver a la normalidad. A nosotros nos parte la temporada por la mitad. En principio me puse en contacto con mi equipo y los preparadores para consensuar que lo mejor sería hacer 15 días de descanso activo estos días a la espera de las decisiones que se vayan tomando, luego en función de los permisos que puedan llegar para entrenar fuera de casa veremos pero me temo que esto va a ir para largo. Por otro lado, estoy contento y bien de ánimo, mi familia está bien, yo estoy bien, he podido destacar en el arranque de la temporada porque después durante el año nunca sabes si tendrás más o menos opciones de conseguir una victoria, así que por ahora satisfecho y mirando el futuro con cierto optimismo.