Es inútil medirse con el físico de Indurain

Indurain, durante su etapa como profesional

«Miguel Induráin, el ciclista de todos los poderes» se tituló un artículo sobre su físico.

Así lo decía un recordado reportaje escrito por Xavier G. Luque y Bru Sala en un dominical de La Vanguardia en junio de 1995 sobre Miguel Indurain y ese físico único en la antesala del quinto Tour.

¡Qué época! ¿Verdad?

¡Y qué recuerdos!

Han pasado más de 26 años.

Y sin embargo recuerdo perfectamente aquel texto que nos marcaba «la hora de Induráin».

Nada menos que una revista de domingo dedicada a nuestro gran campeón en vísperas de algo que entonces todavía nadie había conseguido: una quinta victoria consecutiva en el Tour.

En ella nos hablaban de las excepcionales cualidades físicas y mentales de Miguel Induráin.

Vamos a recordarlas y por qué Miguel era cabeza, corazón y piernas

Un ciclista fuera de serie.

La hostia” -como decía Vicente Iza, su masajista.

Según explicaban, el navarro movía 500 watios con sus piernas, una energía que podía hacer funcionar a la vez una nevera, una televisión y una bombilla de 100.

Decían que con él se tenían que establecer tres categorías: el físico de un hombre normal, el de un deportista y el de Miguel Induráin.

Él era un fuera categoría.

Un desafío a las leyes de la naturaleza.

Lo era por la capacidad de recuperación de su corazón, la potencia con que bombeaba sangre a su cuerpo -hasta 45 litros por minuto-, la rapidez con que su pulso volvía a la normalidad o la fuerza del pedaleo de sus piernas de acero.

O por sus enormes pulmones con una capacidad de hasta 8 litros.

Cuentan que en la brutal etapa contrarreloj de Luxemburgo en el Tour del 92, Induráin nunca superó las 190 pulsaciones por minuto. Lo más increíble fue que menos de un minuto después de la llegada su corazón se había situado en tan sólo 58 pulsaciones.

Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor

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