Cuando Alejandro Valverde, flamante campeón del mundo de ciclismo, cerró la puerta de su casa el pasado martes tras darse un más que merecido baño de multitudes en Murcia la pantalla se fundió a negro. Había llegado el final de una película, de esas que englobamos en el género de las americanadas, en las que, tras una larga sucesión de explosiones y tiros, el héroe –que en la precuela del asunto fue tomado por villano por muchos–, era agasajado por una multitud entre agradecida y cegada por su brillo y escuchaba promesas en forma de avenidas, plazas, estatuas y, por qué no, la luna a sus pies. Pero cuando la cerradura hizo su mecánico click y aquel que una vez fue conocido como El Imbatido dejó de escuchar el rumor de la masa y se encerró en la seguridad del hogar y la familia, supo, de golpe, que todo había terminado sólo para volver a empezar de nuevo. El regreso, el bendito regreso, a la vida monacal. A los madrugones. A la gasolinera en la que, como siempre, le espera su cambiante grupeta. Al penar de los entrenamientos. Al disfrute de la bicicleta. Al helado al que, con 38 años, se ha ganado no tener que renunciar si no quiere. Y, sobre todo, a pensar en el siguiente reto. La siguiente parada de un tren que, por fin, mutará el azul cielo por el arcoíris que lo cruza todo y que lo cambia todo. La calma tras la tempestad que, como a él, permite a todos los demás analizar las cosas con más sosiego. Sin la euforia desmedida, para lo bueno y lo malo, del primer momento. Sin el brillo del oro cegando la vista. Sin la ira por el pasado nublando el juicio. Es, sobre todas las cosas, el momento de hacerse la gran pregunta. ¿Es Alejandro Valverde, con su pasado y su presente, un buen campeón del mundo para el ciclismo?
Todos los grandes héroes de la Historia lo son porque su grandeza hubo de medirse a la enorme maldad o abominabilidad de un villano tan grande en la bajeza como el protagonista que ha quedado como el bueno para los siglos de los siglos. Sin remontarnos mucho, sólo en los últimos cien años de cultura pop e ídolos de barro, basta con tratar de entender las figuras de Nelson Mandela, Mahatma Gandhi, JFK o Winston Churchill sin relacionarlos con los boers del apartheid, la Gran Bretaña colonialista, el binomio Kruschev-Castro o Adolf Hitler. Incluso, ha habido personajes, en este caso literarios, que han sido, a la vez, los héroes y villanos perfectos. La imaginación de Robert Louis Stevenson nos dejó al inmortal Dr. Henry Jekyll y su alter ego Edward Hyde. Y eso, la coexistencia en un mismo ser del héroe y el villano (salvando las distancias entre el caso que nos ocupa y la obra de Stevenson), es lo que nos ha llevado al punto en el que nos encontramos.
Hasta los más entregados a la causa no podían esconder, en la eufórica tarde-noche del domingo, que toda aquella algarabía y la alegría desmedida entre llantos de emoción y justicias poéticas iba a verse, más pronto que tarde, salpicada por la alargadísima sombra de una operación policial iniciada hace casi trece años y cerrada en falso mucho tiempo después dejando, además de muchas preguntas sin respuesta, demasiados puntos muertos y cadáveres por el camino. Y, como siempre en estas lides, hubo justos que pagaron como pecadores insalvables y culpables que supieron salvarse de la quema. Una Operación Puerto en la que algunos, incluido Alejandro Valverde, quedaron colgados en un purgatorio indefinido de inocentes culpabilizados o culpables idealizados del que muchos les quieren sacar y otros muchos les impiden salir.
Efectivamente, la cosa no tardó en salir a la luz y uno de los primeros en hacer un muy interesante y recomendable análisis del asunto fue el periodista Neal Rogers. En un razonado análisis del pasado y presente del murciano, el informador americano aseguraba que Bardet, Woods o Dumoulin, los hombres que acompañaron a Valverde en el cuarteto que se jugó el título en Innsbruck, serían unos campeones del mundo más blancos que el español, al que considera el último representante de la generación de los grandes desmanes en el ciclismo.
A Rogers no le falta, objetivamente, razón en un punto: Valverde, que está en activo desde 2003, vivió y fue parte protagonista de los últimos coletazos de los años más negros del ciclismo. Pero, si acercamos un poco más la lupa, también es justo decir que el de Las Lumbreras ha sido parte protagonista en el ciclismo presumiblemente más limpio y ético actual. Un deporte en el que, coincido con Rogers, sigue existiendo la trampa inherente a cualquier actividad humana, pero en la que ya nadie juega a ser Dios y los excesos megalómanos han quedado muy atrás.
Rogers, al que ponemos aquí como ejemplo –porque su artículo es el más y mejor razonado de cuantos no ven en Valverde un buen embajador del arcoíris– reprocha al murciano que nunca haya dado explicaciones o pedido disculpas por su implicación en la Operación Puerto. En una extensísima entrevista concedida hace ya algunos años a quien esto escribe, Alejandro Valverde daba su versión sobre el motivo que le ha llevado a no contestar de forma clara y contundente a las preguntas en relación a ese particular. De la entrevista completa, que puede ser consultada por todos los lectores, extraemos, a modo de contextualización de este análisis, las respuestas relativas al particular.
Me decía antes que en su vida personal y en su carrera deportiva ha habido momentos buenos y malos. ¿Todo lo sucedido tras lo derivado de la OP y que culminó con su sanción, ha sido el momento más duro que le ha tocado vivir como profesional y como persona? Sí, está claro. Lo peor fueron los tres años que estuve machacándome y machacándome la prensa. Tres años de ahora sí, ahora no. Ahora voy a correr y ahora no. Eso ha sido lo peor y lo más duro que yo he sufrido. Una vez me dijeron ‘ya estás sancionado’, cambié el chip totalmente. Seguí cuidándome igual y entrenando igual pensando en la Vuelta a España. En volver lo mejor posible y, de hecho, lo conseguí. Regresé y seguí ganando. ¡Y ahí sigo! A nivel deportivo es evidente que salió reforzado de todo aquello, pero ¿sucedió lo mismo a nivel personal? Sí, por supuesto. Ves las cosas de diferente manera. Es algo difícil que te pasa en la vida tanto a nivel personal como profesional. Los momentos complicados te hacen más duro. (…) Siempre que les pregunto a los ciclistas por este tema me sorprende su impostura o la típica respuesta de lo políticamente correcto. En otras palabras, su conformismo. Al fin y al cabo, ustedes son la parte fundamental de este espectáculo. Usted, como sucede con cualquiera de sus compañeros de pelotón, no ha contestado a mi pregunta anterior en la que le pedía una opinión. ¿No cree que les falta un poco de unión y dar un golpe encima de la mesa para hacerse oír? A lo mejor sí, pero eso no va a ocurrir. Sobre todo, si no lo intentan. No, es que esto no es como la Fórmula 1 donde hay 20 pilotos y se pueden poner de acuerdo perfectamente. Aquí somos muchísimos más ciclistas y eso lo hace todo más difícil. ¿Para qué vamos a entrar en la disputa de si esto o lo otro? No nos vamos a poner de acuerdo. A unos les va a parecer bien y a otros les va a parecer mal. Mira, estábamos hablando antes del Twitter. Parece que hay mucha gente que está esperando que diga alguien algo para saltar. No quiero tener problemas. Si dicen cuatro, pues cuatro. Si dicen tres, pues tres. No vas a complicarte por eso. Tú vas a seguir en tu entrenamiento y en tu vida y el que te vaya a criticar va a seguir con ello. ¡Yo lo veo así! Soy una persona bastante fácil. No me gusta eso de responder a todo y pensar ‘me cago en diez, esto y lo otro’. Al final, lo único que vas a conseguir es estar en el mismo sitio y llevarte un cabreo de la ostia. Pues mira, no discuto. ¿Tú quieres cuatro? Pues toma, cuatro y hasta luego. ¿Qué vas a hacer? Pero, vamos a ver… ¡No, mira! Yo ya luché muchísimo lo mío. Luché y luché y al final me sancionaron igual. Me gasté un huevo de dinero y de energías. Hice de todo por demostrar mi inocencia. Al final, me sancionaron igual. ¿De qué me sirvió todo eso? ¡Para nada! Mire, quizá le haya servido para que ese episodio no le marque como ciclista de la misma manera que le ha sucedido a otros con casos similares. Sí. He luchado todo lo que he podido por mi inocencia. Pero, al final sucedió lo que ya se sabía que iba a pasar. Ellos tenían muchísimo más poder que el que podía tener yo. Pero es una cosa pasada y eso es lo que me ha hecho no calentarme la cabeza cuando me enfrento a algo que, aunque sepa que llevo razón, no puedo cambiar |
Es cierto que, como dice Rogers en su reflexión, Valverde ni pide disculpas ni se arrepiente, pero en su alegato (que imagino que mi compañero americano desconoce) el murciano insiste en su inocencia y, por lo tanto, parece un oxímoron pretender que alguien se pueda disculpar o mostrar arrepentimiento por algo que considera que no ha hecho.
Pero, como en el caso de la novela de Stevenson, Alejandro Valverde esconde, y ese es el que emocionó a todo el mundillo ciclista, otro ser. El que, en 2012, cuando todos le daban por amortizado, emergió de las negras profundidades del fango portuario para –perdón por el abuso de los referentes literarios– mutarse en el Dorian Gray que todos conocemos en la actualidad. El hombre que extendió su dominio por todo el calendario y que ha ido, poco a poco, ganando adeptos para su causa.
Curioso en este sentido es el caso belga. Es cierto que Alejandro Valverde se ha convertido en el gran rey de las Ardenas, pero también lo es que el grueso de la afición ciclista de aquel pequeño país se concentra en su parte flamenca, donde los bergs y el adoquín son religión. Allí, donde Valverde paseará su arcoíris la próxima primavera, cada vez que El Bala ha amagado en estos últimos años con acudir a esa fiesta nacional llamada De Ronde, la región entera se ha estremecido. Las ganas de ver al Imbatido en esa Tierra Santa iban en aumento entre los nativos a medida que el tiempo sanaba las heridas y los hechos se encargaban de despejar las dudas de todos aquellos no abonados a la enfermiza conspiranoia de la trampa generalizada o a aquellos que prefieren vivir enrocados en la crítica perenne y constante de todo lo habido. Y cada vez que, ya en el tiempo de descuento, el actual portador del arcoíris hacía mutis por el foro, la desilusión era tremenda. El mejor ejemplo de ello pueda ser la reciente encuesta (para nada científica) que Sporza lanzó a través de su web y que trataba de responder a la pregunta que estamos analizando. ¿Es Alejandro Valverde un buen campeón del mundo para el ciclismo? El resultado, tras el voto de 21.000 internautas, no podía ser más claro: el 67%, casi 7 de cada 10 de las respuestas, consideraba que sí. Que el pasado ya ha quedado atrás y olvidado. Que había cumplido su sanción y que, tras haber vuelto al máximo nivel durante tantos años sin un solo borrón en su hoja de servicios, todo lo demás debe quedar aparcado.
Valverde, en definitiva, pasó por el purgatorio y quedó, durante mucho tiempo, en el limbo de la no-justicia con la que se resolvió la Operación Puerto. Pero eso no puede ni debe condicionar, el análisis objetivo de su realidad actual. ¿Es Alejandro Valverde un buen campeón del mundo para el ciclismo? Veamos. Es un ciclista con 38 años que acumula 122 triunfos en su carrera deportiva –62 de ellos, más del 50%, en su etapa post-OP–, es un corredor que, año tras año, compite de febrero a octubre dejándose ver allá donde acude; es el corredor con más medallas en la historia de los mundiales; ganador de una Vuelta, podio del Giro y el Tour y vencedor de once ediciones de tres de las clásicas más importantes del mundo (Lieja, Flecha Valona y San Sebastián), poco se puede discutir sobre su versatilidad y muchos defenderán que se trata del corredor más completo del pelotón mundial… a nivel deportivo, parece que poco más podría desear el ciclismo de su campeón mundial.
Por otro lado, nos encontramos ante un hombre que, pese a su enorme fama en el mundillo, no rehúye al aficionado, que sabe dónde y cómo encontrarle para tratar de seguir su estela en sus entrenamientos murcianos. Un tipo accesible que pocas veces ha negado una sonrisa, una foto o un autógrafo cuando se le ha pedido. Un apasionado de su oficio y su deporte que, con el paso del tiempo, ha mejorado sus dotes de comunicación y que habla con auténtica devoción sobre ciclismo cada vez que tiene oportunidad. Un corredor que hace tiempo que no tiene necesidad (en lo económico) de seguir penando año tras año, pero que reconoce seguir haciéndolo, sencillamente, porque disfruta de ello como aquel niño al que sus desesperados rivales bautizaron como El Imbatido. Un cuarentón, en definitiva, que dice haber cumplido todos sus sueños con este arcoíris, pero que ya ha dejado caer unas cuantas veces esta semana las palabras Flandes y Tokio mientras el brillo del cazador volvía a sus ojos. ¿Es Alejandro Valverde un buen Campeón del Mundo para el ciclismo? Pues no es el pop idol que sigue siendo su antecesor, Peter Sagan, pero sí. Sin duda, es y será un buen campeón para este deporte.
magnífico artículo, las referencias lo hacen completo y objetivo, gracias!
Como siempre,a los periodistas lo único que se os da bien es sacar basura. Deberíais lavaros la boca antes de hablar de Valverde,sobre todo ese periodista americano.
No Van looy, eres mejor tu CANTAMAÑANAS!
Con Valverde uno tiene la sensacion que a pesar de sus innumerables victorias es un corredor que podria haber ganado mucho mas de lo que ha ganado. Mi opinion con respecto a la epoca de dopaje es que el fue mucho mas perjudicado que beneficiado en un entorno ciclistico con dopaje. El dopaje tienda a nivelar a los corredores haciendo que los menos buenos puedan luchar con los mejores. Si Valverde, con el inmenso talento que tiene, hubiera corrido desde el principio de su carrera en un ciclismo limpio, creo que estariamos hablando de una de las mayores leyendas de la historia de este deporte, incluso mas de lo que lo es hoy en dia. En un entorno de ciclismo limpio los verdaderos talentos emergen, y entre ellos Valverde es el que mas brilla. El posiblemente mejor ciclista de lo que llevamos de siglo XXI, sin toda la problematica del dopaje, los años que estuvo pendiente de sancion, los dos años de sancion, y la vuelta a las carreras; si hubiera tenido una trayectoria tranquila, tendria ahora mismo 200 victorias y seria reconocido como uno de los mas grandes.
Asi que mi opinion es que el dopaje de ningún modo beneficio a Valverde sino todo lo contrario, y siempre nos quedara esa espinita de lo que podria haber sido Valverde en otras circunstancias.