Campeón del mundo en 2018 y 2019 junto a Theo Reinhardt, y medallistas de bronce en el último Mundial de Berlín, Roger Kluge y su compañero son una de las principales bazas de Alemania en los Juegos Olímpicos, en esa madison que regresa al programa olímpico. Sus 35 años no son óbice para ello -incluso asegura en la web de la BDR que aspira a estar en París 2024– en la que será su cuarta presencia olímpica, y en la que ya sabe lo que es una medalla.
Fue en 2008, en su debut, cuando lograba la plata en la puntuación, detrás de Joan Llaneras, edición en la que fue quinto en la madison, junto a Olaf Pollock. En Londres 2012 se quedaba a un peldaño del podio en el ómnium y en Río 2016 terminaba sexto en esta disciplina, que también afrontará en agosto en Tokio. Por cierto, en el último Mundial fue cuarto.
No obstante, ahora mismo su preocupación es otra, ya que se encuentra en la lista del Lotto Soudal para el Giro de Italia, pendiente de realizar esa misión, que cumple perfectamente, de poner en suerte a Caleb Ewan en los sprints, sin olvidar la opción de jugar sus bazas como sucedió en 2016 cuando logró una victoria de etapa en la ‘corsa rosa’, que considera su triunfo más importante.
En la web alemana, Kluge reconoce que en carretera su rol es el de trabajador, pero que la pista le permite “una satisfacción sustitutiva. Puedo correr por la victoria yo mismo, y puedo tener estos sentimientos de felicidad por mí mismo». En cuanto a la situación vivida por la pandemia confiesa que «tuvimos mucha suerte de pudiéramos competir en el Campeonato del Mundo en Berlín y completar con éxito la clasificación olímpica». Desde ese momento, no ha vuelto a competir en el velódromo, aunque ha tenido tiempo para dedicarse a su familia tras el nacimiento de su segunda hija, Elea.
Sobre Tokio, dice que “sé que podemos estar entre los mejores” y no le preocupa esa ausencia de competición porque “ha habido algunos años en los que no he competido en pista en invierno. Los primeros pasos en pista serán raros, pero sé que puedo estar ahí”, comenta el de Eisenhüttenstadt, una localidad situada a orillas del río Oder, enfrente de la frontera polaca, y que termina declarando que volverá a correr el Tour de Francia en esas semanas previas a Tokio.