El cuaderno de Joan Seguidor / Ciclo21
A veces nos preguntamos cómo ha conseguido Eusebio Unzué construir este imperio llamado Movistar. Ha corrido la entrevista a Eusebio Unzué estos días por las redes, una entrevista que por profundidad, extensión y variedad de temas es excepcional, como pocas vemos a una persona por cuyas manos ha pasado buena parte del ciclismo español, directamente e indirectamente, de los últimos cuarenta años.
googletag.pubads().definePassback('/19136023/DFP-vid_RG_FP_PU07878_VI-NUNSYS-Ciclo21_WW_VI_RS-0.7', [1, 1]).display();
Dice el periodista que el técnico se sincera, eso quizá sea mucho pedir, pero sí que es cierto que oímos por primera vez en mucho tiempo respirar a Unzúe sobre cuestiones que o ha omitido o su camarilla nunca ha tenido a bien preguntarle, y eso ya es un avance.
Tras leer la extensa entrevista son varios los titulares que sacamos.
Las clásicas del pavé…
Dice Eusebio Unzué que «van a cobrar cada vez más importancia en Movistar. La televisión las ha convertido en un espectáculo. A las nuevas generaciones estos recorridos del norte europeo les encanta. Es importante para nosotros encontrar un grupo de unos ocho chavales que sienta pasión por estas carreras. Imanol Erviti, Nelson Oliveira…son algunos de ellos y pueden trasladar a los más jóvenes sus conocimientos sobre cómo competir en condiciones en estos entornos tan hostiles»
Es curiosa extra reflexión en 2019, cuando estas carreras hace años que no paran de crecer.
En el ADN del ciclismo español -y en el Movistar por extensión- el pavé no se concibe –leed lo que Pascual Momparler, el seleccionador nacional, nos escribió hace unos meses– y esa cortedad de miras ha perjudicado a muchos y buenos ciclistas que podrían haber encontrado un nicho para progresar al mismo tiempo que ser mejores y más completos corredores.
Las clásicas han sido en «chez Unzué» un entremés que no iba más allá de las opciones de Valverde en las Ardenas y siempre con el ojo en las grandes vueltas bien fijado.
Hoy se percata del espectáculo que suponen y del beneficio que le darían a su marca.
El arroz se pasa con Nairo Quintana
«No está con nosotros porque creemos que su momento para pelear por las grandes generales pasó, no por otra cosa» afirma de un ciclista que hace dos o tres años que ya no está en las quinielas.
El día que, en aquel Giro tan montañoso, ya no pudo con Tom Dumoulin, yendo con toda la intención a por el doblete Giro-Tour nos percatamos de una realidad, que Nairo explotó y creció tan rápido que tocó techo con la misma velocidad.
Que Romain Bardet ya le desplazara de la segunda plaza del Tour, mientras Froome dominaba sin temor, fue el aviso, lo de Dumoulin el detonante, lo que vino después, con mucha gente superándole, la constatación de que el colombiano no daba más de sí.
Y eso no es un reproche, es una realidad, como otras tantas, y ello no esconde que Nairo ha sido uno de los mejores de su generación, pero no el mejor como muchos llegamos a pensar hace cuatro o cinco años.
La cultura olímpica
Sobre los Juegos de Tokio «el quebradero de cabeza me lo da la fecha en la que están situados (entre el Tour y la Vuelta). Para Alejandro es su mayor objetivo esta temporada. Unas Olimpiadas tienen la importancia que supone el poder competirla solo cada cuatro años, aunque tradicionalmente es más importante un Mundial. El problema que tenemos con Alejandro es que se tenga que bajar del Tour para estar fresco de cara a Tokio. A veces para cumplir un objetivo tienes que renunciar a otro. No obstante, ya veremos porque si el Tour avanza y él o uno de sus compañeros está líder… De momento es pronto para tomar una decisión al respecto. Primero el Tour, luego los Juegos«.
La importancia de los Juegos reside que se celebran cada cuatro años, a su juicio, e incide que ganarlos ya no le supondrían nada a Valverde, que ya tiene bastante.
Hace unos días hablamos de la cultura olímpica del Ineos, de su querencia por brillar en todos los terrenos y competiciones, el equipo británico salió de los cinco aros para ser lo que, en «chez Unzué» prevalece la cultura de las grandes vueltas, del ciclismo de toda la vida.
Que Ineos, antes Sky, goce de una vitrina con campeones del Tour y olímpicos como Geraint Thomas o Brad Wiggins está en las antípodas de lo que piensa Eusebio Unzúe.
Menos mal que Miguel Indurain pensó en su día que no tenía suficiente y puso la guinda en Atlanta 1996, aunque para entonces a saber si se cruzaba palabra con el manager.
«Más que salvarles, lo que Telefónica está intentando con la pista es llenarla con un poco más de contenido, sobre todo para sacarle más provecho a nuestras dos estrellas en esta disciplina: Sebastián Mora y Albert Torres. Ellos ya estaban con objetivos claros, pero en el deporte la parte emocional también es importante. Con su incorporación al equipo se han cargado de ilusión. Tienen dos retos ahora: la medalla en Tokio y adaptarse a nuestras necesidades. Te puedo garantizar que, en el poco tiempo que llevo con ellos, no dejan entrever otra cosa. Estamos a tiempo de sacarles la clase que seguro que tienen en la carretera. El fin de todo esto es que la pista sea un complemento de la ruta y no al revés como hasta ahora»
Para Eusebio Unzué la pista debe someterse a la ruta, es así, no hay vuela de hoja.
Que Albert Torres y Sebastián Mora puedan competir en el Movistar es un balón de ilusión, nada tiene que ver que el 99% de sus rivales en el madison olímpico corran en carretera y estén establecidos en ella desde hace tiempo.
Que haya equipos, volvemos al Ineos, pero también al Cofidis con Viviani, al Mitchelton y otros que respeten los tiempos de sus pistards para darle gloria olímpica en el velódromo a sus escuadras no es importante, lo notorio es todo lo que puedan hacer en carretera y luego, si eso, que disputen una medalla en Tokio.
La estrecha convivencia de la pista con la carretera, la probada solvencia de este binomio, eso es casualidad, como que hay un corredor como Van der Poel que se haya empeñado en escribir la historia desde tres modalidades, tres, al mismo tiempo.
Espero, de verdad, que Torres y Mora saquen del Movistar el mismo rédito que Kluge, Reinhardt, Coquard, Cavendish, Benjamin Thomas y otros obtienen del asfalto para brillar en el velódromo.
«Tiene otra virtud, y es que le encanta que su líder -véase Nairo o Mikel- no asuma todo el peso de la responsabilidad. Si hubiera renunciado a luchar por generales pues sí, igual hubiera ganado 15 etapas más de las que tiene, pero… ¿qué supone para él una victoria más? Nada. A él tienes que valorarle tanto por sus conquistas como por esa condición de estar ahí siempre. El decir: «¡cuidado, cuidado que la trinca!». Eso es de un genio incalculable»
Cuando llegados a cierto punto del Tour de Francia nos preguntamos a qué diantres juega Alejandro Valverde, si asegura de entrada que va a apoyar a Landa y Nairo, que sus opciones son una etapa y gracias, y esa retórica mil veces leída pero según avanzan la carrera le vemos defendiendo un top ten, él a su edad, al que no le va de un oro olímpico, pero sí de un sexto en el Tour…
Pues eso, que mejor tener el récord de top ten, que no es poca cosa, que quince o veinte etapas en la mejor carrera del mundo, porque se juega a una general que Alejandro nunca ha tenido en su radar, una cosa fue la Vuelta, hace diez años, otra el Giro, pero el Tour…
La tricefalía Landa-Nairo-Valverde
«Tener a tres corredores de nivel ya es una fortuna y luego, cuando no hay claramente uno tan superior a los demás, me parece hasta necesaria. En una carrera pueden pasar muchas cosas: que enferme uno, que otro se caiga, que se produzcan desfallecimientos, etc. No creo en la vieja táctica que dice que si todos los corredores apoyan a uno este va a andar más».
Asegura Eusebio que lo de las tres cabezas le produce risa, al respetable le ha dado juego, a nosotros también, otra cosa es a sus gregarios, que debieron acabar del revés cada grande a la que concurrieron Landa-Valverde-Nairo.
Tres líderes en un equipo de ocho es una locura, por mucho que se diga que se cubren ante un posible percance, sin embargo las grandes carreras se ganan con un gran líder, bien marcado y pertrechado por el equipo, otra cosa es guardar una baza, por si acaso, en la recámara, lo otro es una alquimia que durante dos años, sendos Tours de Francia, se vio imposible.
Si lo de Marc Soler en Andorra lo vimos todos, fue el vaso a rebosar, si eso sucedió con gregarios, normal que suceda lo de Landa y Nairo en los Pirineos: «La actitud tiene que estar siempre por encima de todo y, desde luego, Nairo aquel día no la tuvo. Tenía que haber echado una mano, por mínima que fuera, para darle un respiro a Mikel. Es obvio y en las cámaras se vio»
Las estrategias del equipo
«El único momento en el que me enfadé mucho fue la penúltima etapa en Val Thorens. Teníamos la oportunidad de acercar a Valverde a la altura de Nibali«.
Es curioso que el único cabreo en un Tour que fue un desastre táctico perenne se produjera en la penúltima etapa, con todo vendido y el saco lleno de errores.
Cuesta creer que en el Tourmalet no se dijera nada, ni al día siguiente, ni siquiera con ese vídeo que habría firmado Pantomima Full de los tres capos en el bus.
El Movistar es un gran equipo, sí, pero cabría saber qué criterios se manejan para tener a ciertos directores al volante, si ser de la casa desde la raíz, fiel y cercano a los capos es el mérito requerido, así les luce.
Curiosamente la única grande en la que Movistar corrió como un rodillo fue dirigido por uno nuevo al mando.
Discutir la valía de Eusebio Unzúe, de lo que ha logrado, construido y todo eso no es el objetivo de este mal anillado cuaderno, en cambio no podemos más que mostrar perplejidad por que su obra se haya alargado tanto y tan bien, con todo lo que le vemos, sabemos y nos cuentan de esa santa casa, la casa que ahora mismo es el hub del ciclismo español.
Este año fui a la salida de una etapa de la Vuelta. Me sorprendieron muchas cosas relacionadas con el equipo Movistar. Y conste que el equipo me da igual. No le siento ninguna simpatía a la marca comercial, ni me gustan sus corredores, aunque Valverde ha pasado de ser ignorado a admirado.
Bueno, a lo que iba:
una de las sorpresas fue ver a Unzué departiendo muy amigablemente con Javier Ares, en un corrillo de gente de ciclismo. Ares es crítico (con respeto) con Unzué en muchas ocasiones, y ya no sé si lo sería más de no mediar esta relación de medio amistad, o de verdad no ve necesidad de criticar más. Porque, al final, Ares critica más aQuintana que a Unzué.
Pero la última persona con la que Unzué habló antes de subir al bus fue con Ares.
Por otro lado, aunque quizá es una chorrada, me sorprendió ver a Unzué dando las indicaciones al conductor del autobús para hacer la maniobra de salir del aparcamiento en plena calle. No sé si por comodidad, por ser el último que sube al bus e ir al lado del chófer o porque le gusta controlarlo todo.