19.945 días. 2.849 semanas. 655 meses. O, lo más sencillo, algo más de 54 años y medio. Ese es el tiempo transcurrido entre el 17 de junio de 1945 y el 25 de enero de 2000. O, lo que es lo mismo, entre el día en que dos atletas excepcionales llegaron al mundo, ambos en Bélgica (uno en Meensel-Kiezegem y el otro en Aalst, dos ciudades más o menos equidistantes de Bruselas en direcciones opuestas y que se encuentran separadas por poco más de 80 kilómetros entre ellas) para, años más tarde, sacudir hasta los cimientos el mundo del ciclismo de sus respectivas épocas.
Las comparaciones, ya lo hemos dejado claro en otras ocasiones en los que ambas figuras han compartido texto, son odiosas y, sobre todo, tremendamente injustas. Lo son siempre, pero más todavía si el que tiene que sufrir esa comparación es un crío de 20 años mirándose al espejo del más grande corredor ciclista que en el mundo ha sido. Desde que Remco Evenepoel completara el rapidísimo viaje entre el fútbol y el ciclismo, su nombre ha aparecido en demasiadas ocasiones relacionado con el de Eddy Merckx.
Pero cada día que pasa los paralelismos crecen. El Caníbal dio el salto al profesionalismo –eran otros tiempos– con 19 años (a dos meses de cumplir los 20). Evenepoel hizo lo propio con bastantes meses menos y ambos dejaron claro, desde sus primeras carreras, que la suya, salvo sorpresa, iba a ser una trayectoria histórica.
No vamos a cometer aquí el error de tratar de comparar la importancia o caché de las victorias conseguidas por uno y otro en sus dos primeros años como profesional porque, repetimos, los vividos por cada uno son épocas y ciclismos distintos.
Sin embargo, desde que Remco Evenepoel se despeñara por un puente durante la disputa de la parte final del pasado Il Lombardia, las similitudes entre uno y otro se han acentuado de forma espectacular. Evenepoel, que se libró de consecuencias mucho peores de milagro, dijo adiós a la temporada con una fractura de pelvis… exactamente la misma lesión que sufrió El Caníbal tras su caída en el velódromo de Blois el 9 de septiembre de 1969.
Según el relato mantenido por el propio Eddy Merckx de su carrera deportiva, el mejor corredor de todos los tiempos nunca fue el mismo después de aquella caída en la que Ferdinand Wambst, el piloto de la moto tras la que rodaba Merckx, murió. El corredor y muchos de sus biógrafos han asegurado siempre que, seguramente, el rendimiento de El Caníbal nunca superó, desde aquel día, superior al 80% del que pudo haber sido.
Seguramente, a la vista del palmarés completado por el belga a lo largo de sus catorce años como profesional, esa afirmación sea muy exagerada y sólo ha servido para acrecentar todavía más su leyenda. Evenepoel, que todavía está escribiendo el prólogo de su propia historia, llevaba, antes de su accidente, un porcentaje de triunfos del 100% en este 2020 tras haber ganado San Juan, Algarve, Burgos y Polonia, las cuatro pruebas en las que había tomado la salida.
Como antes hizo Merckx, Evenepoel iba a disputar su primera gran vuelta en el Giro de Italia. Merckx lo hizo en 1967 y terminó noveno. El año siguiente, en su segunda experiencia en las tres semanas, se enfundó su primera maglia rosa (ganaría cinco); en 1969 hizo lo propio en el Tour (también ganó cinco) y en 1973 salió por primera y única vez en la Vuelta a España para anotarse el triunfo. Y Remco, ese ciclista al que entre todos hemos puesto frente al reflejo del más grande, ya dejó claro que, sobre todas las cosas, veía su futuro en esas grandes citas.
Lo que pueda hacer o dejar de hacer Evenepoel cuando vuelva de su lesión, ya en el todavía incierto 2021, lo iremos viendo. Si esta lesión, que le ha acercado todavía un poco más al legendario Merckx, se interpone en la que parecía una trayectoria sin parangón, es algo para lo que todavía no hay respuesta. Lo único cierto es que, en plena era de las conspiranoias, los amantes de las teorías estrambóticas, la lesión de Evenepoel le hace reflejarse todavía más en el espejo del gran Merckx. Incluso, en la desgracia.