Hace unos días, Víctor De la Parte recomendaba a todos los ciclistas jóvenes que hicieran también su ‘Erasmus’, que corrieran en algún equipo extranjero -“la experiencia, el aprendizaje y el desarrollo humano que tienes merece la pena”, nos decía-. Un consejo que no le hizo falta a Bernat Font ya que el ciclista catalán había decidido, a principios de año, afrontar una experiencia similar en Estados Unidos, con los colores del modesto Project 303. Ya de vuelta en casa, pero con las perspectivas de seguir un año más en Colorado, nos resume una experiencia muy positiva en todos los sentidos, aunque deportivamente eche en falta más días de competición al más alto nivel.
Ya el propio fichaje por el equipo norteamericano tuvo su dosis de aventura. “Había corrido el año pasado con el Gsport de Antonio Llopis, y aunque estaba muy contento, tenía otras aspiraciones, de ser profesional, por lo que comencé a buscar equipo. Estaba de vacaciones en Estados Unidos y vi que un equipo –el Project 303- me seguía por Instagram. Le eché cara y les escribí. Y a los tres días me respondieron y me pidieron que les mandase mi curriculum por mail, ya más formal. Luego tuve varias conversaciones por Skype con el manager y propietario –el sudafricano Nicholas Greef– que me dijo tiempo después que le había dado muy buena impresión”. Y así comenzó la aventura.
En febrero llegó a Boulder, Colorado, donde tiene la sede el equipo. “Los dos primeros días el tiempo era ideal, pero luego cambió radicalmente. Hay días que llegas a 20 grados, pero otros te levantas a -14. Además, estábamos a 1.700 metros de altitud. El primer mes lo noté bastante, y eso que antes de viajar estuve en Andorra para llegar con el trabajo hecho. Pero aquí duermes arriba y entrenas abajo. Y en Colorado duermes arriba y entrenas más arriba aún, ya que a 1.700 metros es todo llano, pero cuando vas hacia la montaña, a las Rocky Mountains, subes a 2.000 e incluso cerca de los 3.000 metros. Pero cuando me adapté comencé a dar en los tests unos números que no había movido nunca”.
El Tour de Gila fue su debut. Luego hizo carreras como la Winston Challenge o el Tour de Beauce, en donde logró el mejor resultado de la temporada, con un 18º puesto en la general. Tras un breve paréntesis a España para participar en los Campeonatos, regreso a Estados Unidos para acabar la campaña, con otra notable actuación en el Tour de Utah, donde fue protagonista en una etapa como integrante de la fuga del día, aunque no disputó el Tour de Colorado, “porque querían que el equipo fuese allí íntegramente americano, algo que entiendes, pero no compartes”.
Carreras UCI y carreras locales
En total “han sido 20 días de competición, que no son muchos, y además se han perdido carreras. Pero he podido sacar resultados interesantes en mi primer año compitiendo con profesionales y luego en Utah, por ejemplo, veía que no estaba tan lejos de los ciclistas de equipos como EF, BMC e Israel, pero me faltaba el ritmo de competición. Por ejemplo, coincidí con Plaza en Andorra antes de irme a estados Unidos y le veía a años de mí, y luego en Utah estábamos en el mismo pelotón. O con Power, que luego ganaría en Japón”.
No obstante, este calendario se completa con otras pruebas, las “carreras que llaman local, hasta sacar 50 días de competición –y obtener un segundo y un tercer puesto-. Por un lado, tenemos los critériums, que están muy valorados y mueven dinero, con premios importantes, por lo que hay corredores que solo se dedican a ellos. Participamos en varios, de forma aislada, porque no estábamos inscritos, pero el año que viene quiere apuntarse el equipo. Y luego, por ejemplo, en primavera todos los miércoles por la tarde había pruebas contrarreloj. No es el ciclismo que buscas, pero entiendo esta mentalidad, y que el ciclismo de competición puede derivar hacia esto. Son pruebas fáciles de organizar, en las que compiten desde juniors hasta masters terminando con lo que llaman woman pro y men pro, programadas por la tarde, cuando la gente ya ha salido del trabajo. Mueven mucha gente ya que aparte de las carreras hay otro tipo de espectáculos, ferias, conciertos…, por lo que acuden personas que, aunque no les guste el ciclismo, sí les va ese ambiente de fiesta. Además, con ellos no tienen problemas de carretera y el espectador puede disfrutar más de ver a los ciclistas pasar bastantes veces”.
La mentalidad norteamericana
Hay que entender también que el equipo no tiene la misma mentalidad profesional que entendemos en Europa. “No tenemos patrocinador –de hecho 303 es el prefijo telefónico de Boulder-, sino un mecenas que vio que con la inversión en deporte desgravaba más impuestos que los que debía pagar. Habló con su gente, con sus contables, e invirtió en varias cosas que le beneficiaban, por ejemplo, el autobús”. Pero sobre todo Project 303 es un proyecto de integración del ciclismo en Boulder. “Quieren que seamos un ejemplo. Por ello, una vez a la semana colaboramos con las escuelas, para enseñar a montar a los niños, o hacemos rutas con gente de todas las edades. El objetivo es crear comunidad”.
Esa diversidad se traslada también a la plantilla. “Es gente que se dedica al ciclismo porque les gusta, pero tienen otros trabajos, o bien están estudiando o iniciando alguna empresa. Por ejemplo, Austin (Stephens) estudió marketing y negocios, entró en una ‘start-up’ y es uno de los gerentes, que lo gestiona todo desde el portátil. E Isaiah Newkirk es preparador físico y cuando acaba la carrera se pone dos horitas a trabajar con el ordenador”. Bernat Font no pudo hacerlo en esta primera temporada “porque la visa que tenía sólo me permitía hacer deporte. Ahora estoy preparando el Toefl, que es lo que te exigen para poder estudiar en la Universidad, y aunque he estudiado periodismo, si sigo en Colorado me gustaría estudiar algo relacionado con el deporte, porque su Universidad tiene mucho prestigio en este campo”. De hecho, allí ejerce Iñigo San Millán, uno de los profesionales más valorados en medicina deportiva y rendimiento. “Todo el mundo me preguntaba por él cuando llegué, que si le conocía. Pero no”.
También ha visto mucha diferencia en la mentalidad. “Ellos son mucho más relajados que nosotros, que nos centramos solo en la competición. Siempre nos han dicho que al más alto nivel solo debemos preocuparnos de entrenar, cuidarnos y descansar. Nosotros tenemos más disciplina y nos funciona, pero a ellos les afecta esa presión. Tenemos, por ejemplo, el caso de Sepp Kuss, que vivió en Girona la primera parte de la campaña y se sentía muy presionado. Volvió a casa –es de Durango, Colorado-, apenas compitió y regresó en Utah, mucho más relajado, donde hizo un carrerón”. Igualmente señala a ciclistas como Robin Carpenter, Colin Joyce, Rob Britton, Colby Lange o el junior Riley Sheenan como nombres a tener en cuenta.
Por cierto, el Tour de Utah le sorprendió “por su organización, por el montaje, por todo lo que mueve. He estado en el Tour de Francia y en muchos aspectos no le anda lejos”, aunque lo normal es que las organizaciones sean mucho más modestas. “Por ejemplo, no es normal alojarse en hoteles, sino que hay gente que cede sus casas. Los organizadores buscan a personas que les interese, ya que lo venden como una experiencia para quienes alojan a ciclistas, por ellos y por sus hijos. Solo piden unas exigencias mínimas como puede ser una cama para cada corredor y espacio para las bicicletas. Eso sí, te toca cocinar, poner la mesa, recoger… pero lo ves como algo absolutamente normal”.
Hablaba Font antes sobre la posibilidad de seguir en Colorado en 2019. “El equipo cuenta conmigo, pero ellos son conscientes de que el calendario en América no es muy amplio, entienden que quiero crecer, buscar otros caminos. Pero siendo realistas, me siento afortunado de que cuenten conmigo para el año que viene. No busco dinero, sino poder correr. Tener más días como Utah. Subiendo de nivel, para ser más competitivo”. Por ello, se han planteado incluso la opción de poder correr en España. “No es fácil, porque hace falta dinero. Como dicen ellos, hay ‘passion’, pero con ello no vale”. En todo caso, Font nos recuerda una frase que le dijo Madariaga, cuando militaba en el filial de la Fundación Euskadi, el Naturgas: “Te pasa un tren y si no le coges, te pegas contra las vías o te tienes que poner a correr detrás de él”.
Recuerdos franceses y españoles
Dando un salto hacia atrás, ésta no es la primera experiencia foránea, ya que compitió dos años en el GS Blagnac francés, en 2014 y 2015. “Viéndolo con la perspectiva de los años, quizá me precipité. La primera campaña había corredores como Chetout, Loubet o Cazeaux, que llevaban el peso del equipo y aprendí mucho trabajando para ellos. Pero ninguno continuó la segunda campaña y el equipo quedó un poco descabezado y los jóvenes no pudimos sacarlo adelante. Eso sí, cogí experiencia de estar en un pelotón muy amplio y en carreteras muy estrechas. En Estados Unidos las carreteras son generalmente muy anchas, y cuando competimos en otros sitios, les cuesta bastante, por lo que les he podido ayudar en estas circunstancias”.
Y de ambas experiencias, quiere sacar lo mejor. “Comparto lo que te decía De la Parte, y lo recomiendo también para darnos cuenta de que en España no estamos mal con las estructuras amateurs que tenemos, que en Estados Unidos serían profesionales. Valoras lo que tienes y a gente como Llopis, que hace un trabajo impresionante para que la gente crezca. Quizá falte algún equipo más en el World Tour, pero no estamos mal. Y a nivel de carreras, por ejemplo, desde Madrid, a cuatro o cinco horas tienes todas las semanas una carrera. Aquí, por ejemplo, hay veces que tienes que hacer 22 horas de coche, de Colorado a California, y encontrarte que tienes que hacer noche donde menos lo esperas porque hay un puerto cortado y hasta la mañana siguiente no va a pasar máquina quitanieves”.
No podemos terminar sin sacar a relucir a dos ciclistas que son ahora mismo la gran esperanza en España, Marc Soler y Enric Mas, ya que con ambos ha compartido colores. “Con Marc siempre he tenido mucho trato, porque vivía en Vilanova y también coincidimos en Andorra, donde mis padres tienen una casa. Nuestras novias son amigas y solemos quedar alguna vez. Está en el sitio ideal para seguir creciendo, sin quemarse, ya que él es más ambicioso y viene bien que le frenen. Mentalmente es consciente de todo lo que está haciendo, pero es el Marc Soler de toda la vida. Seguimos siendo los mismos. Tiene mucho recorrido y el tiempo lo dirá. En cuanto a Enric, ya se le veían maneras desde joven y lo que ha hecho este año es impresionante, en el País Vasco, en la Vuelta. Mantengo contacto con él, pero no personal porque nuestros caminos se han separado bastante”.