La Haute Route que se celebra desde el pasado domingo en los pirineos franceses y españoles es una competición ciclista y, como tal, tiene clasificaciones. Hay ganador de etapa, líder de la clasificación general pero, oh sorpresa, carece de farolillo rojo. Hay un último clasificado pero no es ninguno de los participantes ordinarios. El farolillo rojo, esa ‘deshonra’ por la que a veces ha habido serias disputas en el Tour dada su cierta repercusión mediática, corre de cuenta de la organización. Es siempre el mismo en todas las etapas y, por tanto, es el último de la general sí o sí.
El honor (y el empleo) corresponde a Fergus Grant, un extrovertido ciclista francés que se estrenó en ese papel en la Haute Route de los Alpes del pasado agosto y parece que ha llegado para quedarse. Grant no solo evita que cualquier corredor llegue último (está obligado a cruzar en esa posición todas las etapas) sino que desempeña una misión fundamental. Es el que anima, el que empuja, el que da bríos a los últimos ciclistas cuando las fuerzas desfallecen. Gritar desde un coche o desde la cuneta también ayuda pero nada comparado con recibir las palabras de aliento por un tipo que pedalea a tu lado, va sentado en el mismo incómodo sillín que tú y tiene que dar las mismas pedaladas, aunque en el fondo le sobren fuerzas para ir mucho más rápido.
Fergus es un tipo nada común. Desde la primera etapa, no hay participante que no haya cruzado alguna frase con este ‘lanterne rouge’. Habla con soltura inglés y español, además de francés, y si hace falta se hace entender con gestos de todo tipo. Allez, vamos, venga, go, go… cualquier palabra ayuda cuando uno se retuerce en una cuesta, detrás suena el motor del coche escoba y el aire huele a embrague quemado.
“Al principio de cada etapa me muevo arriba y abajo. Después, me sitúo en la cola y ‘empujo’ a los últimos o al último, porque casi siempre se queda uno solo”, detalla.
Durante el invierno, Grant es el responsable de un touroperador que trabaja en los alpes franceses. El verano, por supuesto, es el tiempo de la bicicleta. “Me lo propusieron y acepté encantado”, subraya. El peor momento es cuando, después de animar a un corredor sufriente durante varias horas en la cola de la carrera, se produce la llegada a meta fuera de control.
Ayer ocurrió algo así. “He ido varios días animando a una ciclista inglesa, Sarah Lidington, pero hoy hemos llegado a la meta de Superbagnères demasiado tarde. Si los últimos kilómetros los hubiese cubierto a 8km/h, hubiésemos llegado a tiempo, pero íbamos a 7”, lamenta. Fergus Grant, el último que llega a la meta pero el primero en el alma de los participantes en la Haute Route. Nadie está libre de caer en sus acogedoras redes cualquier día.
Fuente: larioja.com