El responsable de relaciones internacionales del Euskadi Basque Country-Murias Taldea, Francis Lafargue (Biarritz, 1955), habla sobre su trabajo en el equipo, su dilatada experiencia en este mundo y su visión general sobre la situación de este deporte en Euskadi. “La primera carrera que vi fue el Mundial de Lasarte, en el 65”, recuerda, “desde entonces he vivido innumerables experiencias y aventuras”.
-Has estado en equipos importantes con grandes campeones del ciclismo. ¿Qué supone este nuevo proyecto para ti?
-Sinceramente, estoy muy ilusionado. Llevo muchos años en este mundo, este va a ser mi Tour número 35. Como vasco estoy muy sensibilizado con este proyecto, siempre he sido un defensor de nuestro ciclismo. La experiencia que tengo ahora compensa la energía que tenía antes, y lo poco que pueda aportar, lo aportaré. Estoy muy orgulloso de formar parte de este proyecto. Jon Odriozola es un amigo y una gran persona, cuando he podido echarle un cable no lo he dudado en ningún momento.
-¿Cómo ves la situación del ciclismo en Iparralde?
-La situación no es nada buena. Hay dos profesionales, Sicard y Chetout, pero detrás no hay nada. Un chaval gana una carrera en juveniles y ya creemos que es la próxima figura. No puede ser así. Hay estructura, gente que hace un buen trabajo, como Thierry Elissalde, pero faltan chicos que vengan y nos digan “oye, yo quiero correr, no tengo bicicleta y necesito ayuda”.
-¿Y cómo acercar a los jóvenes al mundo de la bicicleta?
-Los jóvenes tienen otras opciones de ocio y otros deportes que son más atractivos. El ciclismo es un deporte muy duro y exigente. Hay que cuidar la base de la pirámide, que es lo que estamos intentando hacer con este proyecto. También faltan referentes, que los niños sueñen con ser como su ídolos y de jóvenes puedan pelear por ser como ellos. En la época de Perico y Miguel las licencias se disparaban. Eran ídolos que estaban en el póster de la habitación y en los sueños de cada noche. Tenemos que despertar el sueño de ser ciclista. Ahora eso se ha perdido, también pasó en Francia después de la época de Fignon e Hinault.
-Pero allí el ciclismo se ha mantenido vivo.
-Sí, porque se ha hecho algo muy bien, que es mantener un calendario ciclista muy bueno. Esto ha permitido sobrevivir a los equipos modestos y ahora están recogiendo sus frutos. Esto no lo hemos podido hacer aquí. Una Copa de Francia, con carreras todo el año, permite a los equipos mantener las estructuras y que los ciclistas jóvenes puedan evolucionar. Ahora hay una gran generación, con Bardet, Pinot, Démare o Bouhanni. Aquí la crisis se ha llevado por delante muchas carreras. Sin un buen calendario los equipos no pueden mantener sus estructuras y sin equipos no pueden salir corredores. Es como la pescadilla que se muerde la cola.
-Gracias a ese calendario francés, nuestro equipo puede competir durante 10 meses al año.
-Sí, para mí es un orgullo que el equipo esté en estas carreras, en las que se corre muy rápido y se aprende mucho. Aquí corremos en febrero y tienes que esperar hasta abril para volver a competir. Y no hay carreras después de agosto. En Francia puedes competir casi todos los domingos hasta octubre. Estoy muy contento con las carreras en las que participamos allí, algunas de ellas pruebas históricas como Route du Sud o París-Camembert.
-Sin embargo no se reconoce el esfuerzo del equipo en estas carreras.
-No tenemos un esprínter, no son las mejores carreras para nuestros corredores. A nosotros nos sirven de aprendizaje y formación. Dando el salto de categoría podríamos aspirar a participar en carreras como París Niza o Critérium du Dauphiné, que aquí son mucho más conocidas y atractivas para la afición. Ahora estamos en un concepto de formación. No podemos fichar a ciclistas ganadores, pero yo creo mucho en el concepto de la calidad. Tenemos que ser capaces de detectar la calidad en los ciclistas más jóvenes, para trabajar con ellos y conseguir crear nuevos campeones.
-Un gran campeón no es solo calidad, talento. Tú has estado cerca de Perico Delgado o Miguel Indurain. ¿Qué es lo que marca la diferencia?
-Lo más importante es el talento, la materia prima, pero necesitas otras muchas cosas. No solo importa los vatios que mueves. Necesitas voluntad, capacidad de sacrificio y sufrimiento, un buen entorno personal, disciplina,… todo eso forma parte del gran campeón. Miguel Indurain era un ejemplo en todo esto. Sus datos fisiológicos eran espectaculares, pero destacaba especialmente en capacidad de sufrimiento y en la disciplina. Lo tuvo todo para lograr el éxito.
-Aquél era otro ciclismo…
-En estos años ha cambiado todo muchísimo. Yo creo que el pulsómetro ha supuesto un cambio tremendo en la calidad de los entrenamientos, todo ha ido avanzando mucho. En los primeros años Miguel (Indurain) entraba en meta y se sacaba el “Polar” de su bolsillo de atrás. Si hubiera mirado el pulsómetro, igual no hubiera ganado tantas carreras. Corriendo preso del “Polar”, quizá levantas un poco el pie.
-¿Es demasiado científico el ciclismo actual?
-Personalmente, no me gusta el ciclismo tan científico. Esta forma de correr, mirando los vatios, con la carrera controlada por los directores a través de los pinganillos, desnaturaliza la carrera. Parece que los directores juegan a la “Playstation” con los corredores. A mí me gusta el ciclismo de movimiento, estrategia, de espontaneidad. Un ciclismo de campeones, de corredores inteligentes que tienen la carrera en la cabeza.
-Sin embargo, aquí el ciclismo sigue emocionando a la gente. ¿Por qué nos gusta tanto este deporte a los vascos?
-Es un deporte duro, sacrificado y noble y eso casa perfectamente con cómo somos. ¿La diferencia de cómo se vive el ciclismo aquí respecto a otros lugares? Aquí tenemos una cultura ciclista mucho mayor, el ciclismo es un patrimonio para los vascos, que pasa del abuelo al nieto. La gente se coge vacaciones para ir con la familia al Tourmalet. Aquí tenemos todo para que el ciclismo no se muera. Yo asocio mucho la afición al ciclismo con sus ídolos. Hay muchos corredores del Kas y del Fagor que me hicieron soñar, algunos son ahora amigos. Esos grandes nombres marcan a la gente y sus victorias quedan en el recuerdo para toda la vida.
-Los Pirineos pintados de naranja y llenos de ikurriñas. Aquellas imágenes hicieron famosa a la afición vasca.
-Yo sigo viendo que la gente va a los Pirineos. Son los mismos que siempre han ido con la familia, con la Ikurriña, pero no van con la moral de antes. Los Pirineos están algo descafeinados, lo he hablado con Prudhomme más de una vez. Al Tour le interesa este proyecto, pero el paso lo tenemos que dar nosotros. La afición vasca necesita tener corredores en el Tour para tener motivación. La filosofía de este proyecto es buscar a corredores con talento que maduren, lleguen al máximo nivel como figuras y puedan volver a emocionar a la gente.
Francis Lafargue: “La primera vez que vi a Indurain pensaba que estaba ante Francesco Moser”
A lo largo de su larga trayectoria en el ciclismo, Francis Lafargue ha vivido innumerables historias y anécdotas. Recuerda con cariño los primeros pasos de Miguel Indurain en el ciclismo profesional. “Fue en el Tour del Porvenir de 1985, yo no lo conocía apenas”, cuenta Lafargue. “Me dijo Echávarri que tenía que ir a ver un corredor que iba impresionante contrarreloj. Me presenté con mi 2 caballos en Lourdes. Echávarri le trajo una de las primeras “cabras” el mismo día de la crono y cuando llegué al hotel estaban hablando de la bicicleta”, relata. “Indurain no quería saber nada de esa bicicleta por el momento, decía que no la había probado y no la quería utilizar. Quería hacer la crono con su bicicleta de siempre. Y ganó, por delante de Breukink y Bernard. Me impactó su determinación”, recuerda. “Yo seguí la contrarreloj desde el coche y estaba alucinado. El tío no se movía. Pensaba que estaba detrás de Francesco Moser, era alto y pesado como un clasicómano. Y, mira, por suerte me equivoqué”, concluye.