Los últimos kilómetros de la segunda etapa del Dauphiné fueron un prólogo épico, quizá innecesario, de lo que esperamos vivir en menos de un mes durante el Tour de Francia. Con Froome y Contador, especialmente el primero, atizándose de lo lindo. Con un Nibali que, por el momento, no quiere o no puede entrar en el cuerpo a cuerpo. Con un Van den Broeck que está cumpliendo su parte del trato. Con unos secundarios, como Kelderman (curioso que el ‘Hombre Sótano’, traducción literal del apellido, brille tanto en las cumbres) aguantando como un jabato y confirmando que su top-10 del Giro no ha sido casualidad. Con todos los ingredientes, en fin, que nos van situando en la pista de despegue para esa gran fiesta del ciclismo que es la Grande Boucle.
Dice mi compañero Fernando Ferrari en su muy recomendable y futbolera (no siempre son términos antagónicos) crónica de la etapa de ayer que Froome “ya tiene una cómoda renta real y psicológica. El aspirante tendrá que reordenar líneas, tomar oxígeno y tratar de afrontar una línea más ofensiva” y no sé si él es más realista que yo o, quizá, el que esto escribe esté más deseoso que el director de este medio de imaginar a un Contador que pueda poner realmente contra las cuerdas a Froome y, sobre todo, al Sky.
Es evidente que Froome gana el combate a los puntos, por ahora. No hay KO… ni se le espera. Pero, viendo y reviendo los últimos kilómetros de la jornada; analizando cada pedalada y cada gesto, tengo la impresión (quizá el deseo) de que Contador está algo más fuerte de lo que quiso dejar ver. Cuando Froome aceleró por segunda vez, en ese ataque desmesurado y bestial, Contador se soldó a su rueda. No le dio ningún relevo, cierto, pero la facilidad con la que pudo seguir al keniata blanco me hace pensar que el depósito tiene algo más que lo que se dejó ayer sobre el asfalto. Quizá un gancho. Un directo no lanzado.
Incluso en los últimos 500 metros, en esa tercera y definitiva combinación de golpes en forma de pedalada del Sky da la impresión que, una vez recuperados ese par de metros que inicialmente cedió el de Pinto, el vecino de las orillas de Lugano levanta un poco el pie para no disputar una victoria que en justicia no merecía después de no haber trabajado ni un solo metro junto a su némesis.
Twitter se incendia: ¿qué hacía Froome con un inhalador en plena etapa?
Durante ese cuarto de hora que discurrió entre el pie y la cima del Béal twitter se convirtió en un hervidero. Un éxtasis. Hay ganas de Tour. De batalla. Y eso, al menos en la red social en la que el lobby ciclista se vuelve loco en discusiones y comentarios sin fin, se notó. Pero un poco antes, a unos 20 kilómetros de la meta, ya se vivió el primer conato de incendio en esa comunidad virtual. Menos potente. Más velada. Pero, seguro, dando cuenta de un detalle que traerá mucha polémica en los próximos días.
Chris Froome, el corredor que se quejó amargamente durante su estancia en el Teide –un lugar donde los responsables de la lucha contra el dopaje de la UCI reconocen que les resulta casi imposible hacer controles por la práctica imposibilidad de hacer llegar las muestras en tiempo y forma a laboratorios autorizados– de la ausencia de ‘vampiros’ estando allí concentrados los tres grandes favoritos al triunfo en el Tour, aparecía en primer plano en la tele. Rodeado de su equipo. Acercándose al final.
Entonces, se llevó la mano izquierda a la cara y le dio un profundo sorbo a… un inhalador. Fue la propia novia de Froome, Michelle Cound la que aclaró (a su manera) que el uso de ese inhalador no está contraindicado por los médicos. Que su chico lo necesita para controlar el asma. Que el larguirucho vecino de Mónaco sufre graves ataques de tos tras un esfuerzo fuerte y prolongado.
Veremos en qué queda todo finalmente. Seguramente, en una más de las anécdotas y polémicas que tienen que aderezar el mes previo al inicio del Tour. Inhaladores, alineaciones, reconocimientos de etapas… todo un show que nos pone a punto para la gran fiesta de julio. Mientras tanto, esperamos con ansia el desenlace de este Dauphiné.